EL PERISCOPIO
Por Juan Manuel Bethencourt
La pandemia y sus vericuetos ha convertido a Torres en el candidato más cálido y empático de todos
El presidente Ángel Víctor Torres dijo hace unos días que el cariño ciudadano que recibe en sus recorridos por las Islas es, a día de hoy, un patrimonio del PSOE y su tarea de gobierno a lo largo de esta tormentosa legislatura. Es, como casi todo en política, una verdad a medias. Cierto es que sin la pujanza de las siglas las opciones de Torres para renovar al frente del Ejecutivo resultarían simplemente inviables. Fue el momento electoral de 2019 el que garantizó el triunfo del hoy presidente en las autonómicas de 2019, porque el entonces vicepresidente del Cabildo de Gran Canaria compareció ante las urnas con grados de conocimiento y valoración claramente mejorables. De hecho, no era ni el mejor candidato que el PSOE podía poner en liza para unas elecciones a las que acudía con claras opciones de victoria. Pero tampoco restaba, eso hay que decirlo en su favor, y su desempeño eficiente en la campaña (ninguna iniciativa de relumbrón, pero tampoco ningún error de relieve) le garantizó un cómodo triunfo primero y, no sin suspense, su acceso a la Presidencia del Gobierno de Canarias después. Y, como todos aquellos que han accedido al cargo, sin excepción, al día siguiente de su toma de posesión el presidente Torres inauguró una estrategia para repetir en el cargo. Sobre eso hablaremos ahora, aunque por el camino hemos vivido acontecimientos que nadie podía pronosticar.
Hay que partir de una premisa: lo que la fuerza de unas siglas estatales te da como candidato, a la siguiente cita te lo puede quitar. Dicho esto, hoy la marca Ángel Víctor Torres es más fuerte en las Islas que la marca PSOE, y esto es un aval para el presidente en ejercicio, si bien tal certeza introduce un elemento de incertidumbre, porque nadie puede prever cuál será la expectativa general de voto de los socialistas en mayo del año próximo, un asunto que dependerá tanto de la ejecutoria de Pedro Sánchez en los próximos diez meses como de acontecimientos imposibles de controlar ni predecir a estas alturas. Sea como fuere, el público (que son los votantes) se ha acostumbrado a ver a Ángel Víctor Torres ejerciendo de presidente con los nervios templados en momentos de enorme dificultad, y haciéndolo además con una cercanía y naturalidad que pueden actuar como activo político en el momento de la verdad.
La pandemia y sus vericuetos ha convertido a Torres en el candidato más cálido y empático de todos los que lucharán por la presidencia de Canarias en mayo de 2023, un aspecto que ya veremos si es suficiente para compensar lo dificultoso del momento o las ineficiencias del Gobierno del Pacto de las Flores, que las ha tenido y no en número pequeño. Curiosamente, los rivales políticos han atacado muchos aspectos de la legislatura de Torres, pero han dejado inmaculado este rasgo del carácter presidencial, la cercanía y normalidad que muestra un señor de Arucas que llegó a la política desde la docencia para definir un perfil político bastante exitoso en las Islas: el alcalde-presidente. Mejor para él que así sea, obviamente, es el regalo que sus adversarios han tenido a bien hacerle.
Hay un asunto en el que la oposición ha centrado sus ataques durante todo el mandato, y tiene que ver con la presunta “sumisión” de Torres ante las decisiones del Gobierno central que han podido resultar adversas o insuficientes para Canarias. En este campo el presidente autonómico se ha defendido sin renunciar a la ofensiva cuando ha dispuesto de argumentos para ello. Pero hay que dejar claras dos cuestiones: a) la caravana de ministros y ministras presentes en las Islas con motivos diversos (lo del volcán de La Palma fue un festival) en realidad ayuda poco, porque el último domingo de mayo será Torres quien se encuentre solo ante el peligro; y b) este marco discursivo, el del maltrato que la Administración central procura a las Islas, y que en este caso representa Pedro Sánchez (con el REF como argumento más consistente, aunque hay mucha sobreactuación al respecto, como siempre en política), ha sido adobado a fuego lento durante décadas de autogobierno, hasta el punto de figurar ya en las tablas de la ley de la política canaria, cuyo primer mandamiento dice: te quejarás a Madrid por encima de todas las cosas. Y en ese marco conceptual quien tiene todas las de ganar es Coalición Canaria, por la sencilla razón de que lo creó, con argumentos (en muchas ocasiones) o sin ellos (también). Volvemos a un principio esencial del discurso político moderno: importa más aquello de lo que hablas que el fondo de los asuntos en sí. Y si las elecciones autonómicas de mayo próximo van de si el Gobierno de Sánchez nos ha atendido bien o mal, entonces la candidatura de Torres se verá claramente comprometida.
Lo que sí podía hacer el presidente canario, pero no ha podido (o quizá querido) en medio de tanta dificultad sobrevenida, es construir un relato nuevo sobre la política canaria y su interacción con la realidad española, más relacionado con la aportación de las Islas al progreso general que con el lamento permanente. Con la idea, en fin, de ser locomotora en lugar de vagón. Ese concepto figura en el discurso de Torres el pasado Día de Canarias, sin duda el mejor de los pronunciados en la festividad autonómica desde que es presidente. Pero no basta con una pieza dialéctica para cambiar el marco mental dominante en el electorado, hace falta llegar más lejos en ese mensaje sobre la mayoría de edad con la que merece ser tratada cualquier sociedad, también la nuestra. Sobre estos dos ejes, uno consolidado y otro por construir, se desarrollará la próxima campaña, que en este verano de amnesia autoinducida se nos antoja lejanísima, pero que en realidad está ya a la vuelta de la esquina.
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