La familia De Armas Morales sigue, 60 años después, con su histórico taller de arreglos textiles y reparación de máquinas de coser de la popular marca
El tiempo es oro y Singer un tesoro
La familia De Armas Morales sigue, 60 años después, con su histórico taller de arreglos textiles y reparación de máquinas de coser de la popular marca
Eufemia hija anda atareada estos días arreglando el uniforme de varios militares del batallón Soria 9 de Puerto del Rosario que parten en misión a Irak. “Sobre todo los jóvenes prefieren hechuras más estrechas”, dice la responsable de la tienda de máquinas de coser Singer, que hace ya más de tres décadas que heredó este negocio de sus padres y continúa dando servicio en la calle Primero de mayo.
Aunque ha vivido mejores tiempos, el negocio sigue en marcha, “se venden media docena de aparatos al año”, explica Eufemia, y sobre todo se lleva a cabo el mantenimiento. “Aún quedan en Canarias modelos antiguos, las históricas maquinas negras que funcionan como el primer día si se cuidan”, dice.
No en vano, el eslogan de la marca era El tiempo el oro y Singer, un tesoro. Sin embargo, los tiempos han cambiado desde que la familia, el matrimonio De Armas Morales, regresara de Venezuela y montara la tienda. Eufemia, la madre, que a sus 90 años sigue en activo y acompaña a su hija por las tardes en la tienda, recuerda a su marido, Víctor De Armas, como un hombre muy trabajador, que sacó adelante a su numerosa familia compuesta por su esposa y cuatro hijas con dos empleos, uno como representante de Singer en Fuerteventura y otro como taxista.
“Estuvimos en Venezuela pocos meses, hasta que ahorramos para comprar el primer taxi”, dice Eufemia que, según deja intuir, se habría quedado en la entonces octava isla “porque ganábamos bien”.
Sin embargo, Víctor, al que todo el mundo llamaba Juan, por su padre, prefirió establecerse en la Maxorata, al caer enfermas su esposa y su hija. Volvieron en los años 50 y prosperaron con los dos empleos de Víctor.
Eufemia hija explica que en aquella época una máquina de coser era una especie de inversión familiar. “Se solía regalar en Reyes a las jóvenes. En el Sur, por ejemplo, era una salida para las chicas, si no querían seguir en las tomateras”, dice.
Por la céntrica tienda han pasado varias generaciones de clientes y, aunque ya no se demandan tantos arreglos de la ropa en la sociedad del consumo compulsivo, la crisis ha reactivado el sector. “Ya no se bota un pantalón solo porque se haya roto la cremallera”, aduce Eufemia.
Hace años, sin embargo, la costura a medida era prácticamente la única forma de acceder a ropa nueva. Eufemia madre recuerda la tienda de Peñate, “donde se encontraban telas muy buenas”. La mujer solo cosió por placer, para hacerse sus trajes y los de las niñas. “Nos llevaba como un pincel”, recuerdan sus hijas, a las que almidonaba las falditas al gusto de la época, lo que suponía un proceso de horas cada noche. Ahora, esta bisabuela sigue haciendo vestidos a las niñas de la familia, aunque la moda es otra.
En los 80, Víctor decidió traspasar el negocio y habló con su hija Eufemia para que quedara en la familia. “Había dejado los estudios y ya había formado una familia, así que, aunque no estaba muy ducha en el sector, me decidí”, dice, y ahí lleva 35 años, con clientes nuevos y otros, la mayoría, de toda la vida. Su madre y su tía le hacen compañía por las tardes, aunque son ya nonagenarias. Las señoras prefieren ahora hacer ganchillo, ya que, aseguran, no tienen tanta destreza en las manos como antes, pero Eufemia dice que su madre “sigue igual, no sabe estar sin hacer nada”.
Aunque su formación fue autodidacta, sus hijas destacan de ella “su perfeccionismo” y profesionalidad en su trabajo. Dice que hizo alguna camisa a su esposo, aunque lo suyo fue siempre la ropa femenina, y sabe todos los trucos para determinar si una prenda está bien hecha. “Se nota mucho en la manga y los hombros”, desvela. Ella misma, muy presumida, se hacía su vestuario, “impecable y muy lucido porque siempre tuvo buen tipito”, explica ahora su hija.
Y, como la que tuvo, retuvo, esta nonagenaria sigue irradiando elegancia, sentada en el pequeño taller, mientras espera a que otra de sus hijas, Maribel, vaya a recogerla, a ella y su hermana, para dar un saludable paseo.
Comentarios
1 Majorero Maduro. Dom, 19/05/2019 - 11:29
2 Majorero Maduro. Dom, 19/05/2019 - 11:54
3 Majorero Lun, 20/05/2019 - 12:40
4 Ramón Mar, 21/05/2019 - 08:53
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