Una X para todos
Al comienzo del confinamiento por el Covid-19 el director de este periódico me pidió un artículo de opinión para el diario. Hacía ya bastante tiempo que no escribía artículos y, pese a mis reticencias iniciales, finalmente accedí. Pensé que mientras durase la cuarentena tendría tiempo más que suficiente para trabajar, estudiar, leer, escribir... ¡Qué equivocado estaba! No es que me faltase tiempo, pues tenía y tengo –aún seguimos confinados- tiempo para dar y regalar, lo que ocurre es que la dramática situación que vive el país me impide concentrarme en las actividades que requieran un mínimo de aplicación. Si me pongo a leer, en el segundo párrafo pierdo el hilo del texto; si me pongo a estudiar, a los pocos minutos tengo que dejarlo, pues mi capacidad receptiva se ha evaporado; si me pongo a escribir, apenas puedo pulsar el teclado, mi locuacidad –a veces insoportable- ha desaparecido. Resulta casi imposible llevar una vida, mínimamente, ordenada, y es entendible.
Este domingo por la mañana me he puesto a mirar el modelo aprobado para autoliquidar el IRPF del 2019. La campaña de la Renta comenzó el pasado 1 de abril (ya habrá tiempo de hablar de esta decisión gubernativa en pleno confinamiento). Me paro en la casilla 105 de la página primera del modelo: “Si desea que se destine un 0,7 por 100 de la cuota íntegra al sostenimiento económico de la Iglesia Católica, marque con una “X” esta casilla”. Pienso la ¡IGLESIA!, en mayúsculas, porque me refiero a ese ente supranacional, no a los párrocos de barrios o de pequeñas pedanías. Hablo de esa jerarquía que, con demasiada frecuencia, suele hacer política contra leyes y órdenes gubernamentales emanadas de la voluntad popular. ¿Dónde está la IGLESIA en esta crisis sanitario-social que vive España? ¿Dónde está revirtiendo los 11.000 millones de euros que directa o indirectamente recibe anualmente de todos los españoles? ¿Cuántas mascarillas, batas, EPI, respiradores, guantes… ha comprado y donado a la sanidad pública?
Los 11.000 millones de euros me tocan la fibra y decido buscar en los presupuestos prorrogados las cantidades que España destina a investigación (I+D+I). El importe que se dedica a investigación es 6.200 millones de euros, ridícula cantidad que no llega ni al uno por ciento del PIB. Mientras que los porcentajes sobre el PIB de los países de nuestro entorno son: Suecia 3,31; Austria 3,17; Alemania 3,13; Bélgica 2,76; Francia 2,20; Países Bajos 2,16... Fuera de Europa: Corea del Sur 4,65; Japón 3,20; USA 2,78 y China 2,15.
En la anterior crisis, una plataforma de investigadores, ya que fueron los primeros afectados laboralmente, promovió una moción al objeto de que en el impreso de la Renta se estableciera una casilla para que en la asignación del 0,7 por ciento de la cuota íntegra el contribuyente tuviese la oportunidad de elegir la investigación. No tengo conocimiento de que ninguna de las fuerzas parlamentarias haya recogido esta propuesta. Y a las pruebas me remito: la orden que aprueba el modelo 100 del IRPF es de fecha 3 de marzo de 2020, cuando la pandemia ya andaba a sus anchas.
Desde esta humilde ventana, les pido –sólo en este caso- que en la confección de la renta 2019 en relación a las casillas 105 y 106 de la primera página del impuesto, piensen con las vísceras la opción a elegir. Qué quieren que les diga, en estos momentos, prefiero que se salven vidas a salvar almas. Es desgarrador el número de muertos diarios: en el momento de escribir este artículo, la suma de fallecidos es 12.418 en España y 64.806 en el planeta. Para tener una dimensión de esta tragedia, el número de fallecidos en España es superior a la suma de todos los habitantes de los municipios lanzaroteños de Tinajo y Haría.
En esta situación de confinamiento es un buen momento para acercarse a la poesía. Por tanto, permítanme terminar este artículo con unos versos de mi admirado Miguel Hernández, quien –en su corta vida- también topó con esa IGLESIA que hace política:
Escribí en el arenal
los tres nombres de la vida:
vida, muerte, amor.
Una ráfaga de mar,
tantas claras veces ida,
vino y los borró.
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