A sus 95 años Javier Reyes disfruta de la exposición antológica en La Casa Amarilla y admite estar “abrumado” por su éxito
Javier Reyes: “Nunca me he considerado artista”
A sus 95 años Javier Reyes disfruta de la exposición antológica en La Casa Amarilla y admite estar “abrumado” por su éxito
Durante décadas, en la casa familiar de Haría de Javier Reyes se almacenaron unas cajas a las que no se les prestó mucha atención. Incluso una mala lluvia mojó una pequeña parte. Era material antiguo, que parecía que no iba a tener más uso... Sin embargo, casi veinticinco años después de ser cerradas, las cajas se empezaron a abrir para desvelar, poco a poco, un tesoro visual realmente valioso para el patrimonio fotográfico y cultural de Canarias y, en especial, para Lanzarote. Aquellas cajas albergaban casi 17.000 negativos que componen un retrato formidable de la sociedad isleña antes de la llegada del turismo y un ejemplo sobresaliente de fotografía rural.
Entre 1942 y 1973, Javier Reyes alternó el ejercicio profesional de la fotografía con su trabajo en el Ayuntamiento de Haría: “el salario era bajo y había que buscarse la vida”. En realidad, Reyes empezó en la profesión “porque mucha gente del pueblo me lo pidió, como no querían tener que bajar a Arrecife solo para hacerse los retratos, me animaron a que siguiera con la cosa de la fotografía, en la que yo había empezado como un juego”. Así, durante años Reyes fue el único fotógrafo de la zona norte de la Isla, vinculada sobre todo a pequeños pueblos de campesinos, marineros y artesanos.
Los inicios tuvieron algo de aventura inconsciente, pero luego llegó el trabajo duro: “Antes la fotografía llevaba mucho esfuerzo. Veo los móviles de hoy en día y no me lo creo. Yo tenía que estar corriendo todo el día. Que si buscando materiales porque no había en la Isla, que si revelando por las noches, que si quedando para dar las fotografías y cobrar, que si pidiendo ayuda a la familia...”. Siguiendo el modelo del modesto fotógrafo de pueblo, la clave de la calidad de las imágenes de Reyes está en la misma sinceridad y honestidad con la que se enfrentó a la profesión: “Nunca me he considerado artista, eso no, yo solo quería hacer buenas fotos para los clientes. Antes la gente no se volvía loca comprándome fotos y yo me centraba en dejar las imágenes lo mejor posible, para que se quedaran contentos. Vendía las fotos a dos o tres pesetas. Solo con las bodas ya podía hacer algo más amplio y caro”.
Pareja en un baile. Fotografía de Javier Reyes.
Fotos de carnet
En una época en la que se hizo obligatorio el carnet de identidad, Reyes se especializó en este género, retratando a generaciones y generaciones de habitantes de Haría, pero también de otros pueblos: “En los pueblos, primero, dejaba un aviso diciendo qué día del fin de semana iba a pasar, porque entre semana trabajaba en el Ayuntamiento. Y, luego, iba con la mujer y mis hijos, que me ayudaban a tomar notas, organizar a la gente... Medio pueblo nos esperaba allí, todos bien vestidos. Y yo venga a retratar y retratar todo el día”.
“Antes la fotografía llevaba esfuerzo. Veo los móviles de hoy y no me lo creo”
Pero Reyes no solo se dedicaba a retratos de carnet, sino que llevaba la cámara a todos lados: “Si veía algún grupito, siempre sacaba fotos por si alguno quería luego comprar. También iba a eventos, reuniones y, sobre todo actos religiosos a los que me llamaban, como procesiones y comuniones. En las fiestas me metía en la pista de baile para sacar retratos de parejas y familias”.
Cada vez más fotógrafos e historiadores reconocen el valor de su obra, al tiempo que se multiplican las peticiones para usar sus imágenes, aunque Reyes, tan afable como modesto, admite sentirse “un poco sorprendido de ver cómo le gustan mis fotos a la gente, no solo a los de mi edad, sino también a los jóvenes. No sé por qué, pero sí puedo decir que me ha hecho mucha ilusión volver a ver todo este trabajo”.
Una de las series más famosas de Javier Reyes Acuña es la de un grupo de gracioseras en los años sesenta bajando por el Risco cargadas de alimentos tras haber vendido el pescado previamente. En realidad, Reyes fue el primer fotógrafo que comenzó a acudir a La Graciosa de forma habitual. Cada cierto tiempo (por las fiestas del Carmen o por algún encargo) Reyes se acercaba a la octava isla a cubrir retratos, bodas, bautizos y todo tipo de peticiones.
Fiel a su espíritu de reportero incansable, además de sacar retratos (su principal encargo) el fotógrafo de Haría retrató a los gracioseros arreglando sus artes de pesca, en tareas domésticas, trabajando con sus animales, en los viajes en barco, haciendo fiestas y reuniones, etcétera. El resultado son miles de negativos que componen el archivo antiguo más completo no solo de La Graciosa, sino también del Archipiélago Chinijo, porque también viajó varias veces a Alegranza, para testimoniar la caza de pardelas o las tareas ganaderas de ese islote.
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