Cathy Ba ha creado un proyecto que intenta concienciar en origen a los migrantes de los riesgos de viajar en patera
El objetivo de Cathy: acabar con las muertes en el mar
Cathy Ba ha creado un proyecto que intenta concienciar en origen a los migrantes de los riesgos de viajar en patera
El pasado 27 de noviembre aparecían en las costas majoreras los cuerpos de Oumouratou, una mujer de Guinea Conakry, e Ibrahima, de las islas Comoras, en una patera junto a 55 tripulantes más. Los cadáveres estuvieron hasta enero en las cámaras funerarias del Hospital de Fuerteventura esperando un lugar donde ser enterrados. Son las historias de dos de los 4.016 migrantes que fallecieron en 2021 intentando llegar a Canarias. Para intentar que el mar deje de ser un gran cementerio, Cathy Ba creó el proyecto ‘La lucha contra los fenómenos migratorios’, una iniciativa que intenta alertar en los países de origen de los riesgos del viaje y advertir a los jóvenes africanos que sueñan con subirse a una patera que existe otra Europa, un continente diferente del que les llega a través de móviles y medios de comunicación.
Cathy es francesa afrodescendiente. Sus padres son de Senegal, aunque se fueron a vivir a Francia. Ella llegó a Fuerteventura hace 20 años por casualidad. Cuando aterrizó en la Isla, se oía hablar de pateras, centros de internamiento y, de vez en cuando, de naufragios. Así, hasta que hubo un día en que dejaron de venir y la inmigración quedó silenciada. A finales de 2019, la ruta canaria se volvió a despertar. Comenzó, entonces, el recuento de embarcaciones y migrantes; a hablarse de la falta de espacios de acogida y a contabilizar muertes y naufragios. El mar se convertía en una gran fosa.
En 2021 llegaron más de 22.316 personas migrantes a Canarias, según el Ministerio del Interior, y otras muchas se quedaron por el camino. La ONG Caminando Fronteras, que monitoriza las cifras de víctimas de las embarcaciones en las rutas migratorias, contabilizó 4.404 muertes de migrantes en las vías de acceso a España. Al menos, 4.016 perdieron la vida intentando llegar a Canarias.
“Como ser humano no puedo permanecer indiferente a la cantidad de muertes que hay. Cuando llegué a la Isla, estaba empezando el fenómeno migratorio, pero ha ido cogiendo una amplitud impresionante y ahora hay demasiados muertos en el camino. Hablamos mucho de los muertos en el mar, pero hay el doble en el desierto”, explica Cathy, días antes de coger un avión que le acerque a Senegal. El 24 de febrero viajó a Dakar. Es la segunda vez que se desplaza al país para explicar a los jóvenes las adversidades y peligros que les esperan si deciden echarse al Atlántico a bordo de una patera.
Sus viajes a África son parte del proyecto de la asociación Selene Soledad, creada por ella misma: “Después del confinamiento, tuve dos opciones: deprimirme, como todo el mundo, o hacer algo. Siempre había hecho proyectos de artes marciales y clases de defensa personal en institutos y pensé ¿por qué no hacer una asociación? Hablé con varias personas. La idea les gustó y decidimos poner en marcha una asociación contra todo tipo de discriminaciones”.
“Con tantos muros y tanto odio no vamos a ninguna parte”, sostiene la mujer
El primer paso de Cathy al frente de Selene Soledad, que toma el nombre de Selene la diosa Luna en Grecia, fue acercarse a Ancor, uno de los centros de acogida de menores que hay en Fuerteventura. En colaboración con la dirección del centro, empezó a dar charlas y talleres el pasado septiembre a los jóvenes menores de edad que habían hecho solos el viaje migratorio. “Manteníamos con ellos conversaciones en las que también estaban abogados y psicólogos. Ellos son fundamentales porque estos migrantes han visto cosas que no deseo que las vea nadie”, explica.
Durante ese tiempo, trabajó a distancia con Migrants as Messengers (MaM) una asociación africana formada por migrantes que, tras llegar a Europa y permanecer en centros, decidieron regresar a su país. Crearon la asociación para concienciar sobre las dificultades del viaje, los riesgos y la alta mortalidad. “Con las charlas en los centros, quería que los chicos supieran que no hay ninguna vergüenza en regresar”, sostiene Cathy. “Tristemente, el orgullo es muy fuerte y volver a su país es como haber perdido. Muchos quieren regresar, pero tienen vergüenza de decirlo y entran en depresión”.
Durante las charlas en el centro de menores, se les explicaba lo que era Europa y lo que es actualmente, “hay una gran diferencia. Antes había más trabajo, dinero y facilidades. Ahora no lo hay y es importante que lo sepan”, apunta. “También estuvimos mentalizándoles y explicándoles que hacer selfies delante de cosas bonitas y enviarlas a familia y amigos no era una buena idea. Ellos están en un centro de acogida y las cosas no son como las están mostrando”.
Tras hablar con los jóvenes que habían llegado a Fuerteventura, Cathy sabía que la otra parte del proyecto estaba en el otro lado de la frontera, el lugar de partida de muchas de las pateras y cayucos y donde empiezan a fraguarse los sueños y planes migratorios.
Se puso manos a la obra y consiguió el apoyo de la Consejería de Políticas Sociales del Cabildo majorero. El 2 de diciembre cogió un avión y se fue a la capital de Senegal, Dakar. Tras bajarse del avión, vio una ciudad “triste y dejada”. Entonces entendió, en parte, el motivo por el que la gente joven se va del país.
De la mano de la Organización Internacional para las Migraciones, de las Naciones Unidas, pudo empezar a hacer el trabajo que se había encomendado antes de salir de Fuerteventura. Contactó con profesores y comenzó a dar charlas en los institutos de Dakar y en los suburbios de la capital.
Charla en un instituto de Senegal. Foto: Cedida.
En las charlas, Cathy les decía que ella no estaba allí para decirles si debían ir o no a Europa. Su misión era otra: explicarles país por país y etapa por etapa el viaje y todo lo que puede suceder en el camino. Antes de ir a Senegal y gracias a los testimonios de los migrantes del centro de menores de Fuerteventura y de la asociación MaM sabía cuál era el recorrido desde el punto de salida hasta llegar a Europa.
El mensaje que Cathy traía desde Europa es que no arriesgaran la vida, “es muy valiosa para hacer un viaje así”, y los animaba a formarse hasta alcanzar un bagaje educativo para “luego viajar legalmente a Europa”. Desde los pupitres la escuchaban grupos de alumnos, en ocasiones hasta 70, desde los 13 años a estudiantes de bachillerato.
La mujer insiste en que el riesgo del viaje no solo está en la patera. “A veces, los migrantes son vendidos como esclavos en Libia por 400 euros y atados, peor que si fueran animales”, explica. Sin embargo, alerta de que son las mujeres migrantes las grandes víctimas y recuerda cómo muchas de ellas huyen tras ser violadas en su país y siguen siendo violadas durante el viaje.
Selene Soledad planea dar charlas en el futuro en Gambia y Costa de Marfil
El informe Vidas que cruzan fronteras. Un análisis feminista sobre la frontera sur de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) apunta que “es muy difícil encontrar una mujer que no haya sufrido violencia sexual a lo largo del camino, al menos una vez. Pagan más que los hombres, tanto en el transporte como en la frontera, pero además del dinero las mujeres, van a tener que poner su cuerpo”.
Durante la semana que estuvo en Senegal escuchó decenas de testimonios y motivos por los que aquellos jóvenes querían viajar a Europa. Muchos hablaban de pobreza y precariedad; otros apuntaban a Europa como un lugar donde se respetaban los derechos humanos mientras le recordaban que en África no se cumplen.
Las mujeres le confesaban su intención de huir de matrimonios forzados y tradiciones ancestrales como la mutilación genital femenina. En una de las charlas, Cathy recuerda haber escuchado el testimonio de una joven que había sido violada por un familiar y “ahora la familia la quería casar con el violador por una cuestión de reputación”.
“Ellos no ven la realidad de Europa. La imaginan como lo mejor y un lugar donde hay muchas facilidades para ganar dinero y aprender. Trabajando, pero con más facilidades que en su país”, asegura.
A principios de febrero, Senegal se proclamó por primera vez en su historia campeona de la Copa de África de Fútbol tras vencer en la final a Egipto. Allí, sin embargo, los contratos de los futbolistas están muy lejos de los jugadores europeos, “un jugador profesional africano no gana ni lo que uno de segunda división aquí”, sostiene Cathy.
El fútbol sirve como ejemplo de las diferencias entre los dos lados de la frontera. “Los jóvenes africanos ven que ellos están batallando como locos mientras en el otro lado de la frontera tiran el dinero”, indica. Para ellos todo lo que les llega a través de los medios de comunicación de Europa es “un sueño”.
Durante su estancia en Senegal, los jóvenes le hicieron muchas preguntas. A algunas de ellas no supo contestar. “Muchos me preguntaban por qué ellos necesitaban un visado para ir a Europa y por qué nosotros desde Europa no necesitábamos nada”, recuerda. También le preguntaban por qué los policías les pegan cuando llegan al continente europeo.
Muros y devoluciones
Europa ejecuta una política migratoria de cierre de fronteras. Para llevar a cabo su plan, pone todas las herramientas a su alcance. Levanta muros y concertinas; crea centros de internamiento y fleta aviones de repatriación. Tampoco deja de hacer devoluciones en caliente cuando se presenta la oportunidad.
El pasado año, 4.016 personas murieron intentando llegar a Canarias en patera
Después de que Cathy empezara a trabajar con el fenómeno migratorio, recuerda con frecuencia un viaje que hizo a Alemania, cinco días después de la caída del muro de Berlín. “La felicidad de la gente cuando se derribó el muro no se puede contar, hay que vivirlo”, dice. “Ahora, estoy viviendo otra realidad. Se están construyendo muros en el mundo cuando la solución sería dejarnos de fronteras. Hay que tener normas, pero con tantos muros y tanto odio no vamos a ninguna parte”.
En torno al discurso migratorio, suele hablarse de efecto llamada. Se usa como discurso para defender el cierre de fronteras y la obstaculización de derechos. La representante de la asociación asegura que “es más fuerte el efecto salida. La gente sale de su país porque para ellos es la única solución. No ven otra cosa. Solo ven la precariedad en su casa y deciden irse fuera. Europa lo muestra todo bonito”.
El 24 de febrero Cathy volvió a Senegal para impartir charlas en institutos de Dakar que la otra vez quedaron por visitar. Antes de salir de Fuerteventura, tenía apuntado visitar otras zonas como Tambacounda y Thies, una de las regiones más humildes del país. Durante los últimos días de febrero y los primeros de marzo centenares de jóvenes han escuchado de su boca los inconvenientes del viaje. El proyecto pretende continuar en Gambia y Costa de Marfil.Cuando se le pregunta por qué ha emprendido este proyecto, Cathy responde segura: “como ser humano no puedo permanecer indiferente a la cantidad de muertes que hay en el mar. Tengo un color de piel muy bonito, pero muy complicado. El 80 por ciento de la inmigración es más hispana que africana, pero, tristemente, los que más arriesgan son los que tienen mi color de piel, los africanos”.
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