El biólogo Alberto González ha estudiado una treintena de yacimientos paleontológicos y 450 fósiles localizados en la Isla
Identificadas 24 especies de bivalvos hasta ahora sin citar en Fuerteventura
El biólogo Alberto González ha estudiado una treintena de yacimientos paleontológicos y 450 fósiles localizados en la Isla
El biólogo Alberto González perfila estos meses su tesis doctoral, Estudio de los bivalvos de Neógeno de Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, un trabajo que le ha llevado a estudiar 1.300 fósiles marinos, 450 de ellos localizados en Fuerteventura. La investigación en museos y en una treintena de yacimientos paleontológicos de la Isla ha permitido corroborar que Fuerteventura es “una pequeña joya paleontológica aún por descubrir”. Su trabajo ha logrado citar, por primera vez en Fuerteventura, 24 especies de bivalvos, cinco de ellos ya extintos en el territorio majorero y describir una nueva especie de este tipo de molusco marino de la que hasta ahora la ciencia no tenía conocimiento.
El proyecto de este joven científico, iniciado en 2017 y financiado por la Universidad de La Laguna, pretende continuar la línea de investigación iniciada en la década de los noventa por paleontólogos como Esther Martín González, Joaquín Meco y Francisco García Talavera. Los descubrimientos llevados a cabo por estos estudiosos, a los que se fueron uniendo otros investigadores, permitió ahondar en el conocimiento de la biodiversidad en las Islas y saber cuáles han sido los cambios que se han producido en la fauna actual a consecuencia de los cambios ambientales en los últimos casi 20 millones de años.
Antes de profundizar en el contenido de su investigación y arrojar las primeras conclusiones de su estudio, Alberto se detiene para insistir en que “Fuerteventura es la isla con mayor número de yacimientos paleontológicos de toda Canarias”, un pequeño oasis para geólogos y paleontólogos donde se pueden localizar restos fósiles del Jurásico, Oligoceno, Neógeno y Pleistoceno.
“La biodiversidad que se ha estudiado en estos yacimientos es muy abundante y, en algunos casos, única en Canarias”, sostiene. Los paleontólogos que han pateado los yacimientos majoreros no han encontrado dinosaurios, pero sí restos óseos y huevos de aves ya extintas de la familia de las pardelas y otros grupos, restos de lagartos y tortugas, pequeños mamíferos y algunos invertebrados, entre los que destacarían los caracoles terrestres y trazas fósiles de insectos, en forma de celdillas o cápsulas de anidación.
Sin embargo, Alberto aclara que es en la fauna marina donde “se encuentra la mayor concentración de especies y diversidad” y recuerda que se han hallado restos de peces óseos, crustáceos como cangrejos, equinodermos como erizos de mar y corales, aunque, sin lugar a duda, el grupo más abundante es el de los moluscos entre los que estarían los bivalvos, caracoles y cefalópodos, llegando a representar más de la mitad del total de especies determinadas para el registro fósil de Canarias.
Alberto ha centrado su estudio en los bivalvos, unos moluscos exclusivamente marinos que poseen dos valvas unidas entre sí y articuladas mediante una charnela. Entre ellos estarían los mejillones, las vieiras, las ostras y otros animales que suelen aparecer en la paella. “Son muy importantes desde el punto de vista pesquero y económico porque se consumen mucho en la alimentación”, explica.
El joven ha tomado como cuartel base para su investigación el Museo de la Naturaleza y Arqueología de Tenerife. Desde allí, ha estado viajando, en varias ocasiones, a Fuerteventura para patear los yacimientos marinos en busca de restos fósiles. El objetivo de su tesis universitaria es “llevar a cabo una revisión sistemática de todas las especies que hay depositadas en los museos o en los yacimientos; intentar identificarlas en lo máximo posible hasta el punto de intentar saber qué especies son y, a partir de ahí, ver qué conjunto de especies vivían en esos yacimientos; cómo se han distribuido en estas tres islas y ver si tienen relación con otros yacimientos de la Isla o de las otras dos islas (Lanzarote y Gran Canaria). Incluso, si puede existir alguna relación con el sur peninsular, Azores o norte de África”.
Barranco de Joros.
“Fuerteventura es una pequeña joya paleontológica”, sostiene el investigador
Durante los cuatro años que lleva inmerso en la preparación de su tesis doctoral, Alberto ha estudiado más de 30 yacimientos paleontológicos de Fuerteventura y analizado unos 450 restos fósiles de bivalvos. Estos están datados entre los 17 y los 4,8 millones de años, mediante la medición de las coladas de lava que se encuentran por debajo y sobre los niveles de fósiles marinos. En la actualidad, apunta, “se están llevando a cabo estudios sobre muestras de conchas recolectadas en esos niveles con la finalidad de precisar mejor la edad de los diferentes depósitos”.
Según el investigador, los trabajos realizados en los yacimientos de Fuerteventura han dado como resultado “la identificación de casi medio centenar de especies” y precisa: “Muchas de ellas son nuevas citas para el Neógeno de Canarias y de la isla de Fuerteventura”.
A lo largo de su estudio, ha podido identificar 26 especies de bivalvos en Fuerteventura de las que cinco ya están extintas en territorio majorero. Entre ellas, las especies: Isognonommaxillata, Macrochlamyslatissima, una especie de vieira gigante y la Lucina columbella. De las 26, 24 corresponden a nuevas citas para Fuerteventura. De estas nuevas citas, algunas son para toda la Isla como la Arca noae, conocida vulgarmente como Arca de Noé, la Isognomonmaxillata o Macrochlamyslatissima, y otras para algunos yacimientos donde no se tenía constancia de que estuvieran previamente (Pododesmuspatelliformis, Carditacalyculata o Gastranafragilis).
Además, el biólogo explica cómo continúa con su investigación el trabajo realizado por la doctora Esther Martín, que identificó y describió por primera vez para la ciencia 12 especies de moluscos fósiles endémicos de Canarias presentes en Fuerteventura de los que tres son endémicos de la Isla majorera. Se trata, apunta, de las Gibbulatindayaensis, Morulamionigra y Conusfuerteventurensis. Todos ellos identificados como caracoles marinos.
Yacimiento de Aljibe de la Cueva.
“Algunas de estas especies ya no se localizan en la Isla, aunque la mayor parte de ellas siguen viviendo en el Atlántico. Puede que ya no se encuentren en Canarias porque han cambiado las condiciones climáticas y han ido desplazándose a zonas más cálidas”, aclara. Entre ellas, la vieira, la concha que se identifica con el Xacobeo y el camino de Santiago. “Fueron muy abundantes en su época. Existen registros fósiles en Gran Canaria y en el sur de Fuerteventura, pero ya no se encuentran”, indica.
Sin embargo, el resultado más interesante de su tesis es que ha podido describir dos nuevas especies para la ciencia, una de ellas existente en Fuerteventura y descrita por primera vez para esta Isla. Alberto prefiere, de momento, mantener en secreto sus nombres a la espera de poder darlos a conocer en una publicación científica internacional tras la defensa de su tesis. Y precisa que “estos hallazgos suelen ser raros en este tipo de animales”.
Pero ¿cuál es el objetivo de estudiar los bivalvos fósiles de islas como Fuerteventura? Alberto no tiene que pensar para contestar a la pregunta: “Tanto los fósiles como sus yacimientos forman parte de la historia, en este caso geológica, de las islas y todo el conocimiento que logremos obtener de ellos forma parte de nuestra herencia y cultura”.
Respuestas al clima
“Conocer nuestro pasado nos permite predecir cómo sería nuestro futuro”, sostiene el investigador. En los fósiles también pueden encontrarse algunas respuestas a cómo actuar ante los efectos imparables del cambio climático. Episodios climáticos extremos, subida del nivel del mar, desaparición de zonas del litoral... son varias de las consecuencias y retos a los que se enfrenta el planeta en las próximas décadas y en los fósiles pueden encontrarse algunas respuestas.
Alberto explica cómo la tropicalización de regiones como Canarias o la subida del nivel del mar van a afectar seriamente a regiones que “viven” del mar o que tienen gran parte de sus actividades vinculadas a él. Sin embargo, apunta que estos cambios “no son nuevos. El planeta ya ha pasado antes por estas condiciones” y pone como ejemplo el Neógeno: “Un periodo cálido donde el nivel del mar se encontraba en Canarias entre 10 y 20 metros por encima del nivel actual. Eso lo sabemos gracias a que hemos encontrado yacimientos de esa época a esa altura”.
Lapas y ostras fósiles.
Los fósiles dan información de cómo actuar ante el cambio climático
“La fauna que estamos estudiando del Neógeno es de ambiente cálido. Durante el Neógeno, periodo que comenzó hace 23 millones de años y acabó hace 2,59 millones de años, había un ambiente tropical, no subtropical, como en el que nos encontramos ahora”, detalla. El investigador sostiene que poder interpretar cómo era en esos momentos el ecosistema “nos podría ayudar, por ejemplo, a prever cómo serán los cambios en los próximos años a consecuencia del cambio climático y el calentamiento global”.
“Los yacimientos del Neógeno se encuentran entre los cinco y 20 metros por encima del nivel del mar. Por tanto, ya podemos predecir hasta dónde llegaba el nivel del mar con respecto a ese periodo cálido”, indica. Un dato que, según este especialista en fósiles, “nos podría poner en la pista de qué zonas habría que proteger de cara a una subida del nivel del mar o estudiar actuaciones a realizar a la hora de planificar ciertas edificaciones en zonas que se pueden ver afectadas con la subida del nivel del mar”.
Alberto también sostiene que las asociaciones faunísticas de esa época “son diferentes” a las que tenemos hoy. En el periodo Neógeno, predominaban sobre todo las de aguas más cálidas y tropicales, muy parecidas a las que hoy se ven en zonas como Cabo Verde. “Conocer cómo eran estos ecosistemas del pasado puede ayudarnos a entender cómo va a cambiar la fauna actual en 10, 25 o 50 años y esto desde el punto de vista del impacto económico, por ejemplo, de recursos pesqueros tan relevantes como los moluscos, es una información privilegiada y puede dar pie a preparar una gestión prematura de esos recursos”.
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