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Elena Kuznetsova y su hija Anastasia encuentran la paz con su familia majorera

El 24 de marzo salieron de Ucrania hasta Katowice, donde se reunieron con su hermana Anna y su cuñado Rayco para venir a vivir a Fuerteventura hasta que acabe la guerra en su país

Itziar Fernández 0 COMENTARIOS 19/05/2022 - 05:35

En el hogar de Anna Kuznetsova y Rayco Baéz, en Puerto del Rosario, casi no hay descanso desde que estalló la guerra. Sus dos pequeñas son el regalo para continuar cada día y para ellas la visita de su tía y prima las ha sorprendido y colmado de felicidad. Hace 12 años que Anna abandonó su ciudad natal de Poltava para formar su propia familia en Fuerteventura junto a Rayco, que procede de Tenerife. Aquí han nacido sus pequeñas y hubiera deseado que la actual visita llegara por motivos más felices. “Nunca había podido venir mi familia ucraniana, nos casamos allí y en vacaciones siempre vamos nosotros, porque para ellos era muy caro y más complicado venir a Canarias”, recuerda Anna.

“Desde que comenzó la guerra le propuse a mis padres, a mi hermana Elena y a mi sobrina que vinieran a Fuerteventura hasta que la situación se calmara, pero no querían salir del país”, explica Anna. Al principio parecía que Poltava quedaba al margen, a pesar de estar en el sur y cerca de Járkov, uno de los lugares más azotados por la guerra, pero un bombardeo en el aeropuerto más cercano y el recrudecimiento del conflicto les obligaron a marcharse repentinamente. Se enteraron de que un autobús se dirigía a la frontera y llamaron a su familia majorera para reunirse en dos días. Elena y Anastasia compraron los billetes y se fueron el 24 de marzo, a las ocho de la mañana. Recorrieron una parte del país durante 24 horas. Aunque el vehículo iba casi lleno, recogía y dejaba viajeros mientras atravesaba diferentes destinos hasta la frontera.

“Mi cuñado se quedó allí sirviendo al país, pero mi hermana viajó con su hija hasta la ciudad polaca de Katowice, y nosotros nos desplazamos hasta allí para encontrarnos en un lugar seguro y emprender el viaje a Fuerteventura”, explica Anna. “Ha sido muy duro porque mis padres son mayores y decidieron quedarse en su casa, pero la guerra era ya muy peligrosa por la entrada del ejército ruso”, señala. “Se habla de violaciones a mujeres y niñas, cada vez hay más bombas y por eso decidieron abandonar el país”, agrega.

Anna y Rayco dejaron a sus dos pequeñas con sus abuelos en Tenerife y pasaron por Madrid y Varsovia, donde alquilaron un vehículo para llegar al punto de encuentro. “Fue muy emocionante y muy bonito el reencuentro”, reconoce. “Todo fue posible gracias a mi marido, Rayco, que se movió rápido y ha sido un pilar esencial en todo el proceso, compró los billetes, revisó la burocracia, los permisos y todo lo necesario para encontrarnos y que todo saliera bien”, relata Anna.

El matrimonio fue testigo de la generosidad de los habitantes de los países que hacen frontera con Ucrania. “Hay muchos carteles con mensajes de cariño y se ve una enorme solidaridad de muchas personas... Los ucranianos pueden viajar gratis en tren por Polonia, vimos el reparto de alimentos y la gran acogida a todos los refugiados que salen del país con niños y abuelos en condiciones muy precarias”, describe Anna emocionada.

“Cuando veo las imágenes de Kiev destrozada, con edificios antiguos derruidos, no lo puedo creer. Allí vivían muchos amigos, estudié la carrera de Arquitectura en Ucrania y se nos parte el corazón al ver tantas muertes y el destrozo de nuestro país”, confiesa.

“Siguen muy presentes los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial y otros conflictos que sacuden el país, y esta guerra retrasa la modernización y arrebata las ilusiones o esperanzas del deseado progreso económico y social”, atestigua la joven ucraniana residente en Fuerteventura.

Aunque Anna estudia fotografía, se ha volcado en trabajar como traductora y ayudar a los niños y niñas que han venido de un orfanato de su país al municipio de La Oliva junto a otra ucraniana residente en la Isla, Natalia Karpukhina. “Quiero agradecer la labor de tanta gente que se ha involucrado para que los menores de mi país tengan un lugar de acogida tan especial como es Fuerteventura y puedan crecer sanos lejos del miedo y de las bombas, motivos por los que yo también quise que mi hermana viniera unos meses hasta que la paz regrese a Ucrania”, insiste Anna.

El paisaje africano de isla tranquila y su escasa población impactó mucho a su familia de Ucrania, ya que nunca había tenido la oportunidad de viajar a Canarias. Su hermana Elena es profesora de matemáticas en un instituto de secundaria de Poltava, mientras que su hija Anastasia compagina sus estudios con competiciones de baile. La guerra ha cambiado sus vidas por completo. “Estoy en contacto con mi trabajo de maestra de forma telemática, intento mantener el contacto con mi país cada día y mi hija sigue sus estudios, pero es difícil comunicarse con alumnos o compañeros, porque muchas familias están huyendo y cada persona está en un país”, asegura Elena.

La mujer vive pendiente de las noticias sobre la guerra, pero intenta disfrutar de su estancia en la Isla y descansar. Todavía tiene grabados en sus teléfonos y memoria la información que retumba por los megáfonos en las ciudades y las sirenas que alertan de que deben bajar a los refugios o buscar un lugar seguro ante un posible bombardeo. “Aunque estemos muy lejos, nuestros corazones y pensamientos están en nuestro país, porque allí viven nuestra familia y amigos, y solo deseamos que la paz llegue lo antes posible para poder regresar y volver a reconstruir nuestro futuro”, ruega Elena.

Otro temor para la población ucraniana es el odio que se va a generar a partir de ahora. “Ucrania y Rusia siempre han sido dos países hermanos, con numerosos lazos”, resalta. Las bombas se han quedado grabadas en la retina y corazones de los habitantes. “Cuando veo ciudades destruidas, como Járkov, que para nosotros era la ciudad más cercana, se nos parte el alma porque cada día aumentan las muertes y víctimas de una guerra absurda e injusta”, explican las hermanas ucranianas.

Anastasia compagina sus estudios con el baile. Foto: Cedida.

Elena vive pendiente de las noticias, pero intenta disfrutar de la Isla

Elena sueña con recuperar su antigua vida junto a su familia, ya que era muy feliz hasta que estalló el conflicto, tanto en su trabajo como en su ciudad. Una beca para bailar Por otro lado, su hija Anastasia, de 14 años, resalta la maravillosa acogida recibida en Fuerteventura. De momento no ha está escolarizada en ningún instituto de Puerto del Rosario porque mantiene el plan de estudios de su país y puede continuar de forma online. Ella compagina sus estudios con sus clases de baile, ya que compite de forma profesional en baile moderno. “Ha sido muy duro, porque la guerra lo paró todo, las competiciones, incluso algunas internacionales, y la gente está saliendo del país. Espero que podamos recuperarlo todo en un futuro”, manifiesta la joven.

Para aliviar un poco su dolor, la Academia Entre Siluetas, con su directora María José Guerra al frente, le ha ofrecido una beca para que pueda recibir clases de baile. “Quiero dar las gracias a todas las personas por su ayuda, su cariño, por querer conocerme y dejarme bailar, porque me hace muy feliz y me permite continuar con mi preparación física”, añade la joven, que se esfuerza cada día por aprender castellano e integrarse cuanto antes en la vida majorera.

“Desde que conocimos el caso y su entusiasmo por venir a nuestra academia a bailar la hemos becado con clases diarias, tanto en danza clásica como contemporánea. Se ha amoldado muy bien a las clases, la vemos muy contenta y lo más bonito es la amistad que ha nacido entre las compañeras, que quieren integrarla para que se sienta como una más”, señala María José.

Desde el principio, Anastasia ha querido participar en la gala de fin de curso e incorporarse a proyectos de danza durante su estancia en Fuerteventura. “Lo que menos me gusta es cuando sopla fuerte el viento, que en mi país asociamos a temporal”, señala, pero se ha enamorado de las playas, del sol, de la gente y del calor canario.

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