Pilar del Río contó, en una mesa redonda en la FCM, que el escritor quiso añadir la palabra “cabreado” a su epitafio y que no era un santo ni un profeta sino un tipo que pensaba y escribía
Gómez Aguilera: “En Lanzarote, Saramago se resetea como escritor, inicia una nueva vida literaria”
Pilar del Río contó, en una mesa redonda en la FCM, que el escritor quiso añadir la palabra “cabreado” a su epitafio y que no era un santo ni un profeta sino un tipo que pensaba y escribía
El acto conmemorativo por el centenario de José Saramago comenzó con la presentación del libro ‘José Saramago. El pájaro que pía posado en el rinoceronte’ (La Umbría y la Solana) escrito por el director de la Fundación César Manrique (FCM), Fernando Gómez Aguilera, y se cerró con la mesa redonda titulada ‘Saramago. Conciencia de la palabra inagotable’ en la que participaron Sami Naïr, Pilar del Río, Juan Cruz, Pepa Bueno y el propio Gómez Aguilera.
Feliciano Novoa, editor del libro, explicó que la razón para publicarlo es simple, ya que la editorial se dedica a la literatura portuguesa. Dijo que Gómez Aguilera es la persona que mejor conoce la obra del autor portugués. Pilar del Río, autora del prólogo, avanzó que este libro, editado ya en lengua portuguesa, será fundamental para estudiar la obra de Saramago “en el mundo entero”.
Sami Naïr afirmó que se trata de un libro original y profundo en el que el autor demuestra su dominio sobre las metodologías del análisis literario pero no las muestra, como las suelen exhibir los críticos.
El libro, “un trabajo de reconstrucción de la arquitectura de las obras” de Saramago, tiene una estructura “ágil, fluida, sutil y poética” y consagra el encuentro entre dos creadores: Gómez Aguilera y Saramago, que fue, para Naïr, “un infatigable investigador en su proceso creativo”, que lo desarrolla en el campo de las ficciones y no de los discursos analíticos, aunque no se pueda separar, en su literatura, la ficción del ensayo: “No busca los hechos sino que los usa como materia prima para crear algo superior, una alegoría de la realidad”.
Para el ensayista francés, “hacer pensar al lector no es imponerle una ideología, es despertarle del sueño de la razón”.
El autor del libro, después de unos extensos agradecimientos, dijo que este libro quiere ser “un aliado de la buena memoria”. El título parte de la imagen del picabueyes piquirrojo, un ave centinela sobre el que hay una controversia: si avisa al rinoceronte del peligro de la presencia del hombre o al revés.
Para Aguilera, esto pone de manifiesto que el punto de vista es central, y también lo es en la obra de Saramago, que es un autor que insta permanentemente a abrir los ojos, a no resignarse. “Levanta las piedras para que el lector vea lo que hay debajo”.
¿Qué es el libro? Se pregunta el propio autor. En primer lugar, expresa el privilegio de su amistad con el autor portugués y es un tributo a ese camino. Está escrito partiendo de la admiración por el autor y su obra y con la intención de penetrar en su lógica y mostrar su metabolismo.
Saramago escribió en Lanzarote una veintena de libros, la mitad de su obra. “En Lanzarote se resetea como escritor”, inicia una nueva vida literaria que él mismo reconoce calificándola como una “ruptura radical” en su literatura. Cierra el gran angular de la historia, bucea en las relaciones entre la ficción y la historia y en cómo la ficción puede contribuir a cambiar la mirada sobre el sujeto histórico y a rellenar espacios y borrar la oscuridad. En Lanzarote empieza a explorar las relaciones entre el individuo y la sociedad y “cómo la deshumanización nos destruye”.
Entendió, según Aguilera, que el espacio de la realidad lo ocupaban ya los medios y entonces, para hablar de esa realidad, opta por la construcción de alegorías.
El director de la FCM desveló que aún queda mucho material inédito de Saramago, que guardaba en cuatro cajas de cartón: hay cuatro apuntes sobre novelas o novelas iniciadas, cuatro obras de teatro, cuentos y poemas. Ya en 1953, en una de ellas, ‘Os emparedados’, “una invitación a perseverar” dice que le falta todo para ser escritor pero se preguntaba qué haría si no lo fuera. “Su obra está iluminada por el principio de insatisfacción; no es un nihilista, es inconformista”.
Mesa redonda
“Saramago era un pesimista confeso”, comenzó la periodista Isabel Lusarreta, que ejerció de moderadora y quiso saber si era un entrevistado incómodo. La directora de ‘El País’, Pepa Bueno, dijo que hablaba “claro, cortito y por derecho”, “una bendición”. Dijo que era un visionario, pero no un chamán. Leyó intervenciones y fragmentos de artículos que escribió en ‘El País’ sobre cuestiones que se han confirmado después. Ya en el año 2001 decía que “estamos en La Caverna de Platón, mirando pantallas creyendo que es la realidad”.
Sami Naïr resaltó que Saramago vivió en dos épocas: una en la que se pensaba que era posible la transformación de la sociedad y otra en la que los grandes relatos estallaron. “Vivimos una colectividad humana que no tiene idea del futuro, todo el sistema está basado solo en el presente”.
El escritor pasó de una época a la otra sin abandonar su paradigma, aunque sí lo adaptó. Saramago dice que hay que intervenir en los problemas del mundo y hacerlo en nombre de la justicia y la igualdad, en defensa de todos los seres humanos frente a los poderes, que lo dominan todo. Creía que esa realidad, según Naïr, se puede superar con una idea de compromiso con los seres humanos.
Pilar del Río contó que quiso añadir la palabra “cabreado” a su epitafio y que no era un santo ni un profeta sino un tipo que pensaba y escribía. Destacó su capacidad de observar y que fue un hombre que se formó a sí mismo. Recordó algunas colaboraciones en periódicos nacidas de la indignación y señaló que lo último que escribió fue esta entrada en su blog: “Obrigado, Mankell”, porque el escritor sueco participaba en la flotilla de la libertad hacia Palestina que fue atacada.
Para Juan Cruz, siempre fue un periodista. Diferenció el escritor que escribe y el escritor que mira y dijo que cada uno de ellos está en un libro: uno en el de Pilar del Río, 'La intuición de la Isla', que trasmite una enorme capacidad de sosiego, y otro en el libro de Gómez Aguilera. Recordó que, tras su traumática salida de Portugal, le preguntó ante el monumento a Unamuno, en Fuerteventura, cómo se encontraba, y dijo que bien, “mirando a Unamuno y mirando al futuro: esa gente no me va a quitar el aire de Lanzarote”.
“Tipo decente”
Pepa Bueno, sin embargo, señaló que la mirada de Saramago no era de periodista, sino de intelectual, porque actuaba con el imperativo cívico de intervenir y porque siempre miró la vida desde el mismo sitio. Gómez Aguilera señaló que, en cualquier caso, al Nobel portugués no se le puede explicar sin los periódicos. Dijo que lo que nos fascina de José “es que era un tipo decente”. “Hoy es algo insólito en el espacio público, es extraordinario y genera fascinación”. Saramago “no mutó ni traicionó sus principios de origen, y era decente porque no media las consecuencias de lo que decía”.
Naïr abundó en que no consiguió sus éxitos haciendo concesiones. “Era uno de los nuestros y su regla de vida era disentir, era indomable”. Lusarreta pidió alguna palabra más que definiera a Saramago. Del Río dijo que era un tipo “simpático” y Bueno cerró señalando que encarna la “dignidad del ser humano”.
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