ENTREVISTA

“El fascismo ha vuelto. No hagamos como el avestruz, hay que ver lo que hay detrás”

Leo Bassi sigue en forma. Estuvo en Lanzarote con su último espectáculo, ‘Yo, Mussolini’, en el que hace un repaso histórico a la figura del dictador con el objetivo de combatir el crecimiento del fascismo en España y en Europa

Saúl García 0 COMENTARIOS 13/02/2022 - 08:59

-Al encarnar a Mussolini, ¿no teme sufrir una especie de síndrome de Estocolmo? Corre el riesgo de acabar teniendo cariño por el personaje.

-Es una pregunta que va mucho más lejos de lo que puedes imaginar. Toda mi vida en Italia he oído que me parezco a Mussolini, por mi aspecto, mi histrionismo y todo eso, y siempre decía: “No puedes decir esto de mí”. La historia de Mussolini siempre estaba presente. Con el auge del fascismo ahora pensé, ¿qué puedo hacer?, ¿cómo puedo reírme de esto? Voy al fundador del fascismo y descubro que a Mussolini no lo conocía. No sé si es el síndrome de Estocolmo pero es un caso complicado...

-Al acercarse a un personaje, se humaniza y tiene que tener, no sé, algún rasgo de bondad...

-Por ejemplo, descubres que Mussolini era amigo de Walt Disney, como algo sorprendente. Y después te das cuenta de que era amigo de mucha gente, incluso de muchos banqueros judíos, y que después de la Guerra ya nadie lo conoce, es un verdugo... El Vaticano lo apoyó, y te das cuenta de quiénes son los verdaderos fascistas: él, que era el títere, el que estaba delante, o los otros, que están todavía ahí, en el mismo sitio.

-Frente al resurgir del fascismo, no es fácil saber cómo abordarlo: ignorarlos o hablar de ellos continuamente.

-Si hago el espectáculo es porque pienso que cuanto más se conozca la verdadera historia, estaremos más fuertes para luchar contra esto. Si uno se queda solo en la superficie, puede pasar otra vez y nadie se va a enterar. Es importante que se hable del tema. Al ver cómo los fascistas se enfadan conmigo, pienso que estoy en el buen camino. Se enfadan mucho. No es solo Vox. Yo trabajo a nivel europeo, y es así en todos los países. El fascismo está volviendo, es una dimensión más grande que un solo país y no se puede hacer como un avestruz, hay que ver lo que hay detrás.

-Cuando se ridiculizaba a Trump, había quien advertía del peligro de subestimarlo, de ridiculizarlo, mientras sus seguidores crecían y sus políticas se acabaron imponiendo.

-Trump es parecido a Mussolini, es populista, un hombre del espectáculo. Mussolini era buen cómico, sabía hacer chistes, y Trump llegó a ser lo que es porque tenía un programa de televisión y era famoso.

-Utiliza a su favor los medios de comunicación de masas. Usted también lo hizo cuando estuvo apareciendo en ‘Crónicas Marcianas’. ¿Lo hizo para llegar a un público al que no hubiera llegado de otra forma?

-Yo fui acusado por el mundo intelectual y el mundo del teatro de haberme vendido. Yo quería estar al lado de la gente de la calle. Hace 20 años no había Internet, ni Netflix. Ir a Crónicas Marcianas fue una decisión política.

“Con el auge del fascismo ahora pensé ¿cómo puedo reírme de esto?”

-¿Y cree que en ocasiones la izquierda se queda en su zona más cómoda o que desprecia esos espacios de masas?

-Yo nací en Estados Unidos, y una de las razones por las que Hillary Clinton perdió las elecciones es que dijo que los que votan a Trump son los “deplorables”, la chusma. Utilizó esa palabra, en inglés. ¿Representas a los trabajadores y hablas de chusma? Pues votan por el otro. Mussolini es igual que Trump. Con los medios de masas, uno sí tiene la sensación de que son una trituradora, que todo cabe...Por eso me fui, después de dos años había tocado techo y dije: ya basta. Pero estoy muy contento de haber conocido cómo funcionaba ese sistema. No me gustan los intelectuales, la burguesía mimada. No me gustan porque vengo de una familia de circo, es gente de acción y el público es gente de la calle. A veces voy al teatro y tengo la sensación de que es burgués, aunque hay cosas muy interesantes e inteligentes, no lo pongo en duda, pero yo me siento más cerca de la calle y el personaje de Mussolini es todo esto.

-Si la función del arte es remover o incomodar, ¿desde dónde se hace esto ahora? ¿Desde el teatro, el cine, el humor…?

-Tengo un hijo de nueve años y me interesa su energía y su inocencia. No ve la tele, solo algunas cosas. Sigue a gamers o influencers, como toda su generación. Le he ido siguiendo y puedo decir que algunos gamers son buenos actores, son cómicos, y son unos referentes.

-¿Quiere decir que están más lejos de lo que se considera lo convencional, que son alternativos?

-Están más cerca del verdadero público. El Rubius tiene 128 millones de seguidores, Pew DiePie tiene 240 millones, y el Papa de Roma, 780.000, y seguramente mayores de 80 años... Tienen 140 y 280 veces más. Son números. Antes de que las cosas cambien pasan generaciones…

“Vengo de una familia de circo, de acción y el público es gente de la calle”

-¿Pero cree que ahí hay contenidos que lleven a los jóvenes a plantearse una sociedad alternativa?

-Sí y no. Hay humor, pero no es revolucionario, es conservador. Fíjate que El Rubius se fue a Andorra. No quiere aportar a la comunidad pagando impuestos. No ponen en duda el sistema. Incluso ponen publicidad. Toda una generación ha aceptado las reglas del capitalismo y no lo pone en duda. Es como normal. Acabo de leer un artículo muy interesante sobre el telescopio espacial James Webb que dice que esto no sigue las reglas del capitalismo porque no se va a ganar dinero, no es una empresa privada, es la NASA, es para ver los orígenes, el Big Bang. Nadie dice que sea socialismo, es una decisión del Gobierno, pagada con impuestos, sin criterio de rentabilidad. Es un éxito. ¿Por qué no lo apoyan los partidos de izquierdas? Los otros, Bezos y compañía, han mandado un cohete para ver el espacio y bajar, para no hacer nada. Esto es lo que hace el capitalismo.

-La ultraderecha ahora habla de libertad y de totalitarismo por las restricciones sobre el Covid.

-Si la sociedad acepta las reglas, no es totalitarismo. Si el Gobierno hace lo que la gente quiere, no es totalitarismo. Si están despegados de la mayoría, sí lo es, pero la mayoría de la gente está aceptando estas reglas. En Italia, el 30 por ciento está contra las vacunas y hablan de dictadura. Hay cosas con las que no puedo hablar con mis amigos porque, si no, pierdo la amistad. ¿Poner la mascarilla es dictadura? Yo no quiero dar mis virus a otras personas, que me los den a mí. No veo fascismo ahí. Con ese mismo argumento, también es fascismo que te obliguen a ponerte el cinturón en el coche. Hay razones lógicas para hacer eso.

-¿Y no estarán los términos cambiados?

-Los fascistas no creen que son fascistas. Ellos hacen lo que quieren. En Italia, es increíble hasta qué punto llega el hecho de no vacunarse. A mí me han puesto muchas vacunas y nunca se ha visto eso como una consideración política de fascismo.

“Una cosa es ir a juicio, vale, yo lo acepto, pero otra distinta es la violencia. Eso no”

-¿Qué piensa de la situación del humor en España usted, que le llegaron a poner una bomba? Hace poco, David Suárez ha tenido que ir a juicio por un chiste...

-Los abogados cristianos me han llevado a la justicia también. Si quitamos las amenazas, que haya una censura y una lucha, quizá tampoco sea malo. Si todo gusta a todos y no hay límite de nada y no molesta a nadie… Una cosa es ir a juicio, vale, yo lo acepto y otra es la violencia, eso no. La gente también tiene derecho a defender sus valores, a ofenderse...

-¿Se podría hacer en España ‘Yo, Franco’?

-Yo he hecho Mussolini porque es mi cultura.

-Usted o cualquier otro...

-Mussolini tenía un sentido mucho más cómico. Franco era un personaje triste. Mussolini era buen cómico, la gente se descojonaba en sus mítines.

-No solo lo digo por el personaje, sino, precisamente, por el auge de la ultraderecha.

-En España yo lo he hecho con el Papa y con la Iglesia católica. A Franco casi no lo conozco. El resultado es que me pusieron una bomba y me han querido pegar una paliza.

-¿Sigue con su propia Iglesia, el Paticano?

-Hacemos misa cada domingo. Hace cinco años nos abrieron las puertas, tiraron gasolina dentro y nos lo han quemado. Por un lado, te hace sentir que haces las cosas bien, si molesta tanto. Por otro, lo han quemado con impunidad, no se sabe quién fue, ni tampoco lo de la bomba que me pusieron, no hay responsables. Somos animales, no somos racionales, si tocas cosas importantes, reaccionamos de forma violenta.

-Hace 17 años fue invitado por la Fundación César Manrique con el Bassibus para denunciar la corrupción. ¿Cómo lo recuerda?

-Tocamos a los caciques, sí. También lo hice en Murcia y en Madrid. ¿Por qué no se ha hecho más? Estoy un poco enfadado con los monologuistas. Están ahí con el micrófono, la gente paga sus impuestos, otros se lo roban, ¿y tú no haces nada? No hablan de nada de eso... Yo salía en aquel momento en Crónicas Marcianas y, para la gente con poder, yo era uno de ellos. Y que uno de ellos dé la vuelta, uno de la tele, que la gente lo conoce y que hable de ti, si tienes poder, eso es poderoso... Esa era mi manera de ver las cosas. Fui a la televisión por una decisión política, para ser impactante y conocer cómo se hacían las cosas, pero no me compraron.

-¿Se fue por problemas con las marcas comerciales?

-¿Por qué me fui? Un día vi pasar un Citroën Picasso, con la firma en el lateral de Picasso. Me afectó porque mis padres conocían a Picasso, porque le gustaba mucho el circo e iba al circo en Francia. Yo tenía los recuerdos de mi padre hablando de Picasso. Llamé a Producción y pedí un coche de desguace para destrozarlo y una pegatina de Citroën Picasso. Fui al estudio el día de la grabación y una hora antes hay una llamada y me preguntan qué voy hacer, que por qué pido la pegatina del Citroën. Les digo que es porque voy a hacer un coche cubista, voy a poner las ruedas en fila y decir que si Picasso hubiera pensando en fabricar un coche, sería así. “Usted no puede hacer eso, nada de la pegatina”. “Pero eso es lo fundamental”, dije yo. “Usted sabe que es una marca y no podemos hacerlo”. Ya había tenido otras discusiones. Me habían dicho que no podía burlarme de los patrocinadores del programa, pero Citroën no era patrocinador. “No, pero un día podría serlo y no queremos enfadarlos”, me dijeron. Eso significa que no puedes mencionar ninguna marca en ningún momento. Puedes reírte del presidente del Gobierno, pero de una marca no, y yo dije, pues no lo voy a hacer. Y así se quedó. Yo estaba ya harto por las limitaciones. Me estaba transformando en un títere ridículo, pero quedé muy contento por la experiencia.

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