Una construcción de unos 300 años en Lanzarote quedará, tras una consolidación, con los mismos materiales y técnicas, como ejemplo de este tipo de viviendas tradicionales
“La idea es que no se note la intervención”
Una construcción de unos 300 años en Lanzarote quedará, tras una consolidación, con los mismos materiales y técnicas, como ejemplo de este tipo de viviendas tradicionales
La construcción original tiene unos 300 años. Está en Máguez (Haría). Se usó como vivienda, pero después pasó a ser un corral. Sus habitantes eran, al menos, una vaca, un camello y varios cochinos. Son tres estancias con comederos, rodeadas por veroles. Con las lluvias más recientes, una de las paredes se vino abajo. Se trata de una herencia. Carlos Reyes, el propietario, podía haber optado por dejarla caer o por una ampliación, pero ha optado por restaurarla y “consolidar la ruina”.
“Con esto le damos otros 200 años de vida”, dice Alberto Perdomo, que es el responsable de la rehabilitación. Perdomo también interviene en algunas casas antiguas en Arrecife y fue el encargado de restaurar la linterna del campanario de la iglesia de San Ginés.
Esta casa no está incluida en ningún catálogo de Patrimonio, pero es un testimonio representativo del tipo de construcción doméstica en el campo. El piso de una de las estancias es de laja de piedra y el de otra es de torta de cal. Los techos son de torta de barro, de una capa de 20 centímetros de espesor, y astillas de tea, que era la madera que sobraba de la fabricación de un mueble. Las astillas se colocan entre las vigas.
La pared que se vino abajo se ha reconstruido piedra a piedra, como se van a hacer las demás. No en el mismo orden, pero sí con las mismas piedras, los mismos sillares, el mismo dintel de la puerta “y respetando el orden por tongadas de piedra”. Ni rastro de que hace poco la pared no era pared. “La idea es que no se note la intervención”, dice Perdomo.
Aunque no se vaya a destinar a vivienda, la casa podría ser habitable. Tiene unos muros que garantizan un buen aislamiento. Son de doble hoja y se iban haciendo por tongadas, se calza la exterior con la interior. La argamasa es de barro y picón.
Alberto Perdomo, responsable de la restauración.
Esta casa es un testimonio del tipo de construcción tradicional en el norte de la Isla
“No hemos comprado ni una tacha”, dice el restaurador. Es lo que se llama ahora en bioconstrucción ‘kilómetro cero’, como en la gastronomía. Los mismos materiales, la misma forma de construcción. Lo que todavía no está claro es si va a llevar puertas o no.
Muchos arquitectos buscan, con materiales nuevos, lo que dan estos materiales viejos. “Los muros son anchos, las salas son frescas, mejor que con cualquier material moderno, la casa no va a tener ni un hierro, pero cumple con el código técnico de edificación”, resume Alberto Perdomo, que dice que da la impresión de que una parte de la casa ya se reconstruyó en otra ocasión.
Entre las ventajas de esta consolidación está que no es necesario presentar un proyecto de envergadura, que puede costar más dinero y una larga espera administrativa. Ya hay personas que han pasado por la zona, han visto la obra y han preguntado si se alquila.
Aurelio, que trabaja la piedra, las va colocando una a una. Dice Perdomo que “cuando intervienes en una construcción así hay que hacerlo con la herramienta en una mano y el corazón en la otra”. “Con valor y con cariño”, añade.
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