Aránzazu Clavijo es una de las seis agentes con las que cuenta la Policía Local de Arrecife de una plantilla total de 85 efectivos
“Las mujeres son necesarias en los cuerpos de seguridad”
Aránzazu Clavijo es una de las seis agentes con las que cuenta la Policía Local de Arrecife de una plantilla total de 85 efectivos
Aránzazu Clavijo es policía local en Arrecife desde 2004. Asegura que su incorporación al cuerpo fue algo “vocacional”. Desde niña tenía claro que deseaba ser policía, a pesar de carecer de referentes familiares. Entró a formar parte del Cuerpo en un momento en el que la presencia de mujeres en las fuerzas de seguridad estaba a la orden del día, aunque reconoce que sus predecesoras se tuvieron que enfrentar a una cultura patriarcal que no veía con buenos ojos la incorporación de la mujer en la profesión.
La agente Clavijo se muestra orgullosa de desempeñar su labor en una profesión donde “el trabajo se realiza en equipo”. Asegura que mantiene una “excelente relación” con sus compañeros. “No he sentido discriminación en mi trabajo, el machismo se refleja más en la calle, en la respuesta del ciudadano ante el hecho de que le requiera una mujer”, comenta.
Defiende que las mujeres son necesarias en los cuerpos de seguridad. “En este trabajo, la fuerza no lo es todo y más hoy en día, que debemos tener conocimientos en diversos ámbitos que nos permiten la especialización, tales como tráfico, drogodependencia o violencia machista”.
Uno de sus cometidos es asistir casos de violencia de género. Considera que la víctima agradece la presencia de una mujer en estas situaciones. Sin embargo, en la Policía Local de Arrecife la proporción de féminas es mínima, tan solo seis agentes son mujeres frente a 79 hombres que componen el resto de la plantilla e, incluso, hay municipios que aún no cuentan entre sus filas con alguna mujer policía como San Bartolomé y Haría.
Como miembro de dos tribunales de calificación de agentes, tanto en Tías como Teguise, no acaba de entender por qué no hay una mayor representación femenina en el Cuerpo, teniendo en cuenta que “ahora las mujeres están muy bien preparadas”, a tenor de los resultados de los exámenes que le toca calificar.
Tampoco cree que un total de 85 agentes en la Policía Local de Arrecife sea un cupo suficiente para atender a una población de en torno a 64.500 habitantes y que va en aumento. “En proporción estamos bastante por debajo de la ratio deseada”, señala Aránzazu, quien cree que serían necesarios al menos una veintena de efectivos más en la ciudad.
Al respecto, explica que cuando se fija una oposición para cubrir plazas en el Cuerpo siempre se ofertan menos de las necesarias, ignora si por motivos presupuestarios. Los traslados de personal y las jubilaciones que se han producido en los últimos años han venido a engrosar ese déficit en la plantilla. “De contar con más plazas de policías también podríamos establecer grupos especializados para hacer un seguimiento de los casos”, sostiene.
En concreto, echa en falta un grupo especializado en violencia de género, como sí tienen otros cuerpos de seguridad, a fin de llevar a cabo el seguimiento exhaustivo de los casos, aunque, gracias a los cursos y las formaciones, cuenta con conocimientos suficientes para atender y asesorar a las víctimas.
Una de sus labores consiste en convencer a la persona agredida de que denuncie a su agresor cuando se muestra reticente. “Nuestro trabajo es transmitirle a la víctima que cuenta con nuestro respaldo para que se atreva a dar el paso definitivo”, explica Aránzazu.
Comenta que desde el estallido de la pandemia han aumentado los casos de violencia de género en Arrecife. Las estadísticas así lo reflejan. Explica que este incremento podría estar motivado por el hecho de que las parejas se han visto obligadas a permanecer más tiempo juntas en el domicilio y es cuando surgen las desavenencias que acaban en altercados y agresiones. Sospecha que, en estas ocasiones, “el roce no hace el cariño”.
También cree que se ha incrementado la inseguridad ciudadana a raíz de la crisis económica por una cuestión de subsistencia. Durante estos 17 años dedicada al servicio público y a proteger a la ciudadanía ha tenido que enfrentarse a todo tipo de intervenciones, muchas de ellas de peligro.
Recuerda las frecuentes reyertas en las noches de la antigua calle José Antonio o las persecuciones a toda velocidad que ha tenido que vivir, “donde siempre hay que ser muy diligente”. Uno de los momentos más trágicos en la profesión es ver morir a alguien. “Hay muchas situaciones que conmueven, como ver a una persona ahorcada o cómo un agresor lanza por la ventana a su pareja”.
Entre las intervenciones más difíciles que ha tenido que afrontar con entereza se encuentra el fallecimiento de personas en accidentes de tráfico. Desde que es madre se sobrecoge en las actuaciones que implican siniestros con niños. Otros momentos desafortunados de su trabajo son informar a los familiares del fallecimiento de un ser querido. “Con el tiempo coges tablas, pero no deja de ser un momento muy sentido”, comenta. También relata lo desagradable que resulta descubrir el cuerpo sin vida de una persona que lleva días en descomposición. “El olor se te queda impregnado”, dice.
Pero vestir el uniforme también le ha reportado satisfacciones: “En mi caso este trabajo es algo vocacional y es gratificante poder ayudar a la gente. Cada jornada es una caja de sorpresa porque prestamos un amplio abanico de servicios. Nos llaman para todo, desde rescatar animales a encontrar a menores perdidos”.
"De contar con más efectivos podríamos establecer grupos especializados"
La relación con el resto de cuerpos de seguridad es bastante fluida, no en vano suelen acudir de forma conjunta con la Policía Nacional a atender diversas intervenciones. Aránzazu explica que en ese destacamento sí se puede ver mayor representación femenina, aunque no siempre es posible establecer lazos porque muchas agentes solo están de paso y es frecuente ver caras nuevas.
La agente no teme el paso del tiempo, a pesar de suponer un hándicap, tanto para hombres como mujeres, en una profesión que requiere estar en buena forma física. “En este trabajo, la edad, a veces, es un plus, por lo que la veteranía y experiencia puede apartar a la hora de hacer frente a situaciones complejas”, comenta.
Llegado el momento, sabe que cuenta con la opción de la segunda actividad para continuar prestando el mejor servicio en su profesión. Mientras tanto, su sitio está en la calle, velando por la seguridad de la ciudadanía de la capital lanzaroteña.
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