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“Mamá, ¿y tú desde cuándo sabes que eres mujer?”

Las familias de Nayra y Rubén acompañan a sus hijos en el tránsito hacia su identidad de género real

María José Rubio 0 COMENTARIOS 17/08/2021 - 07:39

Lucía Reyes y Bernardo Hernández son los padres de Nayra, una joven adolescente, extrovertida y dicharachera de 13 años que descubrió muy pronto que era una persona transgénero. Lucía, de 50 años, relata cómo se inició la transición de su hija. “Nayra me ha regalado un pasaje al mundo”, explica sobre su desconocimiento cuando empezó a informarse. “Desde los dos años y medio ya quería ponerse vestidos y lo primero que pensé fue que sería homosexual o afeminado”, comenta Lucía sin tapujos. “En su cumpleaños, Nayra solo quería vestidos y tacones y, a los 15 meses, cuando Nayra tuvo un hermano, “empezó a jugar con él desempeñando roles femeninos como el de las mamás”.

Con el paso del tiempo, Lucía y Bernardo se armaron de valor ante ciertas dudas y contactaron con Eva Pascual, la presidenta de Chrysallis en Canarias, la asociación de familias con menores trans, cuya identidad de género no coincide con la asignada al nacer. “Desde el día que nos reunimos con Eva y con otras tres madres para conocernos y que nuestros hijos jugasen, volví con una niña, con mi Nayra”, cuenta Lucía. “A Chrysallis les agradezco el apoyo incondicional. Nayra antes me decía: ‘Mamá, soy un niño raro’”.

La historia de Rubén empieza muchos años más tarde que la de Nayra. “Recuerdo perfectamente el momento en el que recibí un folio”, relata minuciosamente Rocío. Rubén había escrito: ‘Me siento un chico, ¿qué debo hacer?’, cuenta. Rubén estaba en cuarto de la ESO y había celebrado su orla pocos días antes como chica, con su traje y con su larga melena recién peinada en la peluquería. “No lo entendí hasta que mi hijo me dijo que lo hizo para que tuviese una foto de ella (en aquel entonces) en su día de graduación”. Rubén tenía en aquel momento 16 años.

Rocío, al igual que Lucía, pensó por las vestimentas y por la forma de actuar que tenía una hija un tanto masculina. Antes, con 12 años, ya le había contado a su madre que le gustaban las chicas, algo que aceptó sin ningún problema. “No permitas que nadie, ni siquiera yo, que te he parido, te diga lo que te debe gustar”, le dijo con rotundidad ese día. Sin embargo, pasaron los años y Rubén seguía teniendo un comportamiento extraño. Tiempo más tarde, descubrieron que esa actitud venía porque ni siquiera Rubén sabía muy bien lo que le estaba pasando. El viaje de fin de curso fue revelador: “Habló con un profesor que pertenece al colectivo LGTBIQ+ y planteó si podía ser transgénero. Rubén ni siquiera sabía lo que era eso”. Fue a partir de ahí cuando Rubén supo que tenía una identidad diferente a la que se le asignó al nacer y escribió la nota.

Rocío ha recordado, con el paso de los años que, con tan solo 18 meses, fue con Rubén a comprar los disfraces para Carnavales. “A un lado estaban los que escenificaban los roles de chicos y, al otro lado, los de chicas”, recuerda. “Rubén quería un traje de niño y no el típico de princesas para niñas. Él estaba empeñado en un traje de chico”, rememora Rocío. “Creo que desde ese momento me lo estaba diciendo y no le escuché”.

Cuando Lucía le preguntó a su hija desde cuándo sintió que era una niña, Nayra le respondió de la manera más normal a su madre: “Mamá, ¿y tú desde cuando sabes que eres mujer?”. “Yo me quedé patinando ante su respuesta”, comenta con una amplia sonrisa Reyes. Hay quien llega a pensar que ser trans puede ser una moda o un gusto momentáneo, pero “lo cierto es que uno sabe lo que le gusta desde que es pequeño o pequeña”, comenta Rocío. Incluso sin haber dado un simple beso. “Lo que hacen es de valientes, ya que van en contra de la sociedad”, explica la madre de Nayra.

Lucía: “Con su transición, mi hija Nayra me ha regalado un pasaje al mundo”

Ambas madres se muestran muy preocupadas por las diferencias de trato a las personas del colectivo LGTBIQ+. Lucía cuenta que no le costó asimilar la nueva identidad de Nayra. Todo lo contrario. “Mi crisis personal fue por cómo la iba a tratar la sociedad y las posibles trabas que podría tener”, relata. A Rocío le ocurrió lo mismo. “¿Cómo no me di cuenta antes de esto?”, se repite. Para la madre de Rubén, resulta preocupante esa corriente política que censura lo que no sea la heterosexualidad, la masculinidad o la raza blanca. “Todo lo que sea diferente es como ir en contra”, apostilla la madre de Rubén, que insiste en que las personas trans “no lo son para llamar la atención”, sino que “estos jóvenes luchan” por su identidad, pese a las resistencias sociales y burocráticas.

Ante las últimas situaciones de violencia hacia el colectivo LGTBIQ+, Rocío se pregunta cómo se está educando a la juventud y pide que se eduque más y mejor sobre la diversidad, la orientación sexual o la identidad en colegios e instituciones, como antídoto contra la “desinformación”. Para Lucía, “avanzamos por un lado y retrocedemos por el otro”. Cita el caso de Samuel, el joven gay que fue linchado en A Coruña. “Aquellas personas que están a favor del pin parental para que sus hijos no reciban información sobre la diversidad dejan de lado a parte de la sociedad, para que sus hijos o hijas no vean lo que realmente sucede”, opina.


Nayra, junto a sus padres, Lucía y Bernardo.

Concepto “mal dibujado”

Tanto Lucía como Rocío señalan que “siempre hemos tenido referentes trans ligados a la prostitución” porque “el concepto trans antes estaba mal dibujado en la sociedad”. Lucía habla de los enormes prejuicios que han existido. “Todos teníamos en mente la figura de Cristina La Veneno o la de Bibiana Fernández y veíamos que muchas de ellas estaban destinadas a la prostitución o al desnudo”, comenta. “Hace años no había ni la mitad de información que tenemos hoy”, recalca.

“Hace años no había ni la mitad de información que tenemos hoy”, dice una madre

Nayra empezó la transición a los siete años. La transición es definida como el momento en el que la persona pasa a ser reconocida socialmente por su identidad de género. Significa no sólo un cambio de nombre o de su vestimenta, sino también del pronombre al que se le hace referencia o, en el colegio, un cambio en los aseos o los vestuarios. En el colegio de Nayra, el CEIP Benito Méndez, en segundo de Primaria activaron el protocolo trans. En el momento en que quisieron explicar lo que le ocurría a Nayra, leyeron un cuento “muy emotivo” en el que la protagonista era la propia niña. “Recuerdo que su mejor amiga, a la salida del colegio, vino a mí y me dijo: ‘¿Por qué no he escuchado antes a Nayra’”, explica Lucía con emoción. “En el colegio en el que Nayra ha crecido se volcaron desde el primer momento con ella”, agradece la madre. En la actualidad, Nayra tiene 13 años y está en el instituto.

En la fase de transición, en los centros educativos se activa el protocolo trans y se procede al cambio del nombre registral al nombre sentido, el cambio de la tarjeta sanitaria y el DNI. Los protocolos son diferentes en cada comunidad autónoma. “En Canarias hay muy buenas prácticas hacia las personas trans en cuanto a la sanidad y la educación, pero era necesaria una ley estatal unitaria e igual para todos, todas y todes”, recalca Reyes, ante la inclusión de la ‘e’ que representa el género no binario.

Rocío, de 46 años, cuenta cómo inició Rubén la transición. “Fue cuando comenzaba cuarto de la ESO en su instituto de Puerto del Carmen. Se activó el protocolo trans en el centro y Lucía vino a dar una charla de la asociación. Rubén se presentó con su nombre sentido -su nuevo nombre- en la clase, un día que pasaron lista. En ese momento, sus compañeros y compañeras le aplaudieron y le abrazaron. Hasta el compañero que llevaba toda la vida acosándole se le acercó en el recreo y le abrazó y le dijo que era muy valiente”, recuerda con alegría.

Rubén empezó a liberarse cuando inició el tránsito. Incluso la vestimenta colorida inundó su armario, acostumbrado solamente a los colores oscuros. La presentación ante la familia como Rubén fue muy bien acogida por su abuelo, el “paño de lágrimas” como le llama Rocío. El abuelo le dijo a la madre del joven: “Si la vida te ha dado la oportunidad durante 16 años de cuidar a una niña, ahora da la oportunidad de cuidar a un niño. ¿Ahora cómo se llama mi nieto?”.


Rubén abraza a su madre, Rocío.

Cara y cruz

Las familias de Nayra y Rubén están de acuerdo en el avance que supone el anteproyecto de ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBIQ+, recientemente aprobado por el Consejo de Ministros. “Cuando se apruebe la actual ley no hará falta, por ejemplo, hormonarse como una condición indispensable para cambiarse de sexo. Tampoco hará falta el dictamen de un juez para obtener un sí o un no para el cambio”, afirma Lucía.

Esta nueva ley contempla a grandes rasgos el acceso a las mujeres lesbianas, bisexuales y sin pareja a técnicas de reproducción asistida tras siete años sin ese derecho; se prohíben las terapias de conversión destinadas a modificar la orientación e identidad sexual, y se recoge la libre determinación de la identidad de género de las personas trans en el Registro Civil, sin medios de prueba ni testigos a los mayores de 12 años.

Sin embargo, el anteproyecto de ley flaquea en otros aspectos. “Lo malo es que deja en desamparo a los menores de 12 años y al género no binario”, puntualiza Rocío. La persona no binaria es aquella cuya identidad de género no se ajusta a lo que culturalmente es entendido como hombre o mujer. Puede identificarse como ambas, como ninguna o como otro género completamente diferente.

Lucía cuenta que con la anterior Ley, de 2007, la cirugía genital era requisito indispensable para cambiarse el DNI. “Ahora ni hormonarse será obligatorio con esta nueva que se aprobará”. Estas dos familias corroboran lo fundamental que es el acompañamiento entre niños, niñas y niñes trans y sus familias. Lucía Reyes es la representante de Chrysallis en Lanzarote y la vocal de la junta de Chrysallis en Canarias. “Estamos en contacto con unas 50 personas trans pero familias asociadas hay nueve y en Canarias, más de 120”. Recalca la importancia de recibir información: “Seguramente haya jóvenes que sufren esto en silencio ya que tienen miedo a cómo puedan tomarlo las familias”. Rocío Valero concluye con estas tranquilizadoras palabras: “Hoy puedo decir que Rubén es un adolescente más, de 19 años y feliz. Tiene las mismas inquietudes y miedos de cualquier joven de su edad”.

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