José Díaz Bethencourt, autor del libro ‘Paisaje en celuloide’
“No se ha hecho un cine que refleje los problemas reales de Canarias”
José Díaz Bethencourt, autor del libro ‘Paisaje en celuloide’
Acaba de presentar el último título de la colección Torcusa, de la Fundación César Manrique, Paisaje en celuloide. Canarias como decorado cinematográfico, donde recopila los rodajes realizados en las Islas durante todo el Siglo XX. La segunda parte del libro se centra en cuatro películas rodadas en Lanzarote y un proyecto que no vio la luz: Hace un millón de años, Road to salina, Fata Morgana, Todos los enanos empezaron pequeños y la posibilidad de rodar Parte de una historia.
-Comienza el libro con una cita de Víctor Doreste, de 1928, que dice que “hacer una película en Canarias es una empresa que cae en la periferia de lo quimérico”. ¿La situación sigue igual?
-Siempre se ha querido hacer cine desde aquí, pero es como el que está en Sevilla o en Galicia. El cine se hace en Madrid, en Los Ángeles o en Londres. Hacer cine desde aquí es muy complicado. Lo que hizo González Rivero, el primero que hizo una película en Canarias (El ladrón de los guantes blancos, 1926) es una cosa de locos. Él mismo filmaba las películas, las montaba, las coloreaba a mano... Fue el mismo que asistió a La hija del mestre en Gran Canaria porque los de allí no tenían mucha idea. También escribía en la prensa explicando lo que se hacía en el cine, lo que era una elipsis, un plano... En Canarias es más complicado aún por la lejanía. Pero curiosamente, al revés sí, vienen aquí a buscar paisaje porque en pocos kilómetros cuadrados hay muchos paisajes diversos y se pueden rodar mil cosas.
-¿Y cómo es posible esto?
-Son compañías fuertes. En los años 30, por ejemplo, viene la UFA, que era una compañía alemana y se lo podía permitir, en lugar de ir al Caribe.
-No ha cambiado el atractivo para rodar cine en Canarias desde hace un siglo: diversidad de paisajes, buen clima, y ahora bajos impuestos.
-Porque lo enfocan todo al turismo, pero no ahora, es de siempre. Esto es un recurso. Entonces plantean que la fotografía puede ser un atractivo para que la gente conozca las Islas y venga de fuera. El cine como promoción de las islas.
-El mismo argumento que ahora.
-Es que no ha cambiado nada. Lo que pasa es que ahora te lo facilitan. Si quieres playas, playa, acantilados, pues acantilados, y además están los beneficios fiscales. Pero después no hay un sitio en el que se forme a profesionales, la gente se tiene que ir fuera. Hace muchos años había una muestra del Cabildo de Lanzarote, donde estuvo Bigas Luna y unos cuantos más, que venían y hablaban sobre sus películas, pero es muy complicado... El cine es un arte. Amenábar, por lo visto, no terminó la carrera, y ya ves. Hay gente que no acaba Bellas Artes pero es un gran pintor.
-Y eso de la promoción, al final parece un argumento falaz, porque en la mayoría de las películas se usa el paisaje para hacerlo pasar por otro lugar. No resulta muy eficaz la promoción.
-Enemigo mío, que es una película del director Wolfgang Petersen, se rodó aquí, y se llevó un montón de material para los estudios en Alemania. Luego se manipula con la digitalización y es imposible que reconozcas nada. Eran dos personas en un planeta. Es de los años 80 y no se identifica nada. Pero siempre están con el rollo de la promoción de Canarias, desde los años 20.
-En otros sitios funciona, pero porque la historia tiene que ver con el lugar donde se rueda: el Nueva York de Woody Allen, París...
-Esto sirve parta cualquier cosa, de ciencia ficción a películas ‘S’. Aquí se rodaron muchas de esas películas, en urbanizaciones, pero porque venían a pasárselo bien y poco más. Hay algunos que cambian el paisaje, como Werner Herzog, que viene, no saca el paisaje típico, lo afea, hace una película en blanco y negro... Es interesante. Rodó Todos los enanos empezaron pequeños y una parte de Fata Morgana, que es una película inconexa.
“Hay un intento de cine canario, en los años cuarenta, pero espantoso”
-Y a pesar de que es un gran director, excepto un reconocimiento reciente de la Muestra de cine, aquí no se le ha hecho mucho caso...
-La de Todos los enanos empezaron pequeños es de lo mejorcito que se ha rodado en Canarias. Partiendo del paisaje puedes decir lo que te dé la gana, además es una película muy protestona, con trasfondo, aunque es difícil de ver. Pero es que después lo que tira mucho es el nombre: si Brad Pitt viene a rodar a Las Palmas…
-O si se rueda ‘Star Wars’ en Fuerteventura...
-Y no ves nada porque no te dejan ir allí a ver qué están haciendo. Luego ves la película y no ves ningún reclamo turístico que pueda servirte para explotarlo después.
-Es cine rodado en Canarias pero no habla de Canarias.
-Hubo un intento, que fue el colectivo Yaiza Borges. Hacía cursos, proyectaba películas clásicas en versión original, y no solo mostraban, sino que enseñaban cómo se hacían las películas e hicieron intentos de producción. La idea de rodar Mararía fue de Yaiza Borges. Yo estuve aquí incluso con Jaime Chávarri viendo los escenarios y había una idea con la decoradora, que era Ana Alvargonzález, que era dejar los decorados en Femés como atractivo turístico, pero al final no hicieron ellos el proyecto.
-Y algunos intentos que ha habido de hacer cine sobre Canarias han sido fracasos sonoros como la película sobre Óscar Domínguez.
-Sí. También vi hace poco La estrategia del pequinés, basada en la novela de Alexis Ravelo, y es muy floja. Yo sé que cuesta hacerlas y que es muy complicado hacer una película desde aquí... Todos los que hacen cine se van. Esto es para venir a coger el paisaje y poco más. Y hay mediometrajes interesantes, como uno sobre el meridiano de El Hierro que está muy bien. Y otros cineastas como Fresnadillo, que parece que luego se ha atascado, o Mateo Gil. Es que el mundo del cine es muy difícil. Se van todos.
-¿No se puede hablar de que haya un cine canario?
-Yo creo que no. Hay un intento de cine canario, en los años cuarenta, pero que es un cine de un folclorismo espantoso. Son películas interesantes desde el punto de vista antropológico, como Tierra canaria, de Rafael Gil, que es del NoDo. La película es buenísima pero el contenido... La autarquía es fantástica, y esas cosas. Y se han hecho cortos sobre el tipismo de Canarias, pero no se ha hecho un cine que refleje los problemas reales de Canarias.
-No estaría mal que esas grandes producciones fueran acompañadas de la posibilidad de formar profesionales del cine en las Islas.
-Esa es la idea. Si vas a montar un Dreamland, pues que se cree una escuela y se forme a la gente. Lo que hacen es que vienen, ruedan y se van. Ya que vienen, que sirva para algo, que se pueda formar a la gente de cara al futuro. Yaiza Borges hizo una gran labor en ese sentido de formar. También consiguieron que se incluyera como asignatura Historia del cine en la Universidad de La Laguna, por ejemplo.
“Es muy complicado hacer una película desde aquí... Los que hacen cine se van”
-Precisamente Dreamland, aunque habla de cine, no parece que sea un proyecto de hacer un gran estudio de cine, sino más bien una iniciativa turística.
-Es una fantasmada. Te venden la moto, pero esa reivindicación se hace desde siempre, desde los años 50, de que hay que poner unos estudios. Cuando llega Gregory Peck o John Huston o la Hammer de Gran Bretaña... Se piensa que hay que crear una industria. Es de siempre. Es una insistencia desde el principio. En una entrevista en La Provincia sobre el cine de González Rivero en la que hablan políticos y gente de la cultura de la época ya se dice que se puede hacer algo desde Canarias. Hay una preocupación por hacer cine desde Canarias, pero es que en el cine participa mucha gente. Por ejemplo, la película Mister Arcadine, de Orson Welles, de la que Truffaut habla maravillas y Welles dice que se la destrozaron en el montaje. Un talento como él y no le dejan hacer la película que él quiere.
-Por cierto, en la presentación del libro proyectó una escena de esa película en la que aparece un cuadro de César Manrique. ¿Qué hace un cuadro de César en esa película?
-No lo sé. Esta ahí en la secuencia del camarote. Seguramente, aunque no lo sé, había entonces algunos pintores y decoradores de la misma quinta de César, que estaban trabajando en Madrid en los años 50, y la forma de rodar esa película pega muy bien con el tipo de pintura que hacía César en ese momento, porque están las cosas al revés, como si miras en un espejo, planos inclinados, contraplanos...
-Hubiera estado bien que saliera la película de Bardem basada en la novela ‘Parte de una historia’ de Ignacio Aldecoa.
-Imagínate ese hombre en los sesenta aquí. Los que mejor analizan el paisaje son los de fuera. Es tanto el ombliguismo que lo ven mejor y Bardem es un fuera de serie. Ya había venido a rodar con Omar Shariff La isla misteriosa, basada en la novela de Julio Verne. Tenía muy buena relación con Aldecoa, del que decía que era uno de los mejores escritores españoles. Le mandé un correo, me mandó el guion y me contestó un cuestionario. No la hizo al final por cuestiones económicas. “¿Cómo vamos a ir a La Graciosa, en helicóptero?”, decía, porque quería rodarla en el lugar donde ocurre la historia y contar el contraste entre los gracioseros y los extranjeros.
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