Vera Santos, psicóloga experta en duelos y apegos
“Si no conectas con el dolor tampoco vas a conectar con otras emociones”
Vera Santos, psicóloga experta en duelos y apegos
Participó, junto a otros expertos, en las jornadas organizadas por el décimo aniversario de la asociación Acompañar, de atención en la enfermedad grave y procesos de duelo, que se celebraron en el Centro Cívico de Arrecife.
-¿Por qué es necesaria una formación en duelo?
-La formación en duelo es necesaria porque, al final, todo el mundo tiene pérdidas, de una manera u otra, y no tiene por qué ser a través de la muerte, puede ser una ruptura de pareja, una crisis vital, una carencia afectiva desde la infancia... Al final todos vivimos duelos, y en este sentido es algo tan universal que forma parte de nuestra naturaleza humana. Ese dolor requiere de acompañamiento.
-Históricamente siempre se ha producido ese acompañamiento en esta sociedad, que estaba más unida. ¿Ahora es más necesario porque vivimos más solos?
-Ahora estamos en un momento histórico en el que la cultura occidental está basada en unos valores sustentados en el individualismo, en la supuesta dictadura de la felicidad, en estar sano, ser joven, pertenecer a un modelo de belleza concreto... El modelo social que tenemos es muy reduccionista, con unos valores por los que se enriquecen una serie de industrias. El dolor, la enfermedad, la vejez, la muerte, las rupturas, están como excluidas...
-¿Cuáles son las consecuencias de no afrontar el duelo? ¿Se acaba pasando siempre, tarde o temprano?
-Si no se elabora un buen duelo, y muchas veces no se elabora bien, puede llevar a trastornos en el estado de ánimo, depresión, ansiedad, baja autoestima, pero sobre todo depresión y ansiedad que entra dentro de lo que se llama duelo complicado, que puede afectar drásticamente a la calidad de vida de la persona.
“Si no se elabora un buen duelo puede llevar a trastornos posteriores”
-¿Hay personas que lo pueden evitar?
-Lo puedes posponer, voluntariamente o involuntariamente, pero no lo puedes evitar. Es una respuesta transitoria para protegernos, una respuesta adaptativa, no se queda instalado como respuesta definitiva. Si no conectas con el dolor tampoco vas a conectar con otras emociones.
-¿Y hay alguna forma de estar preparado para afrontar un duelo que no se sabe cuándo va a llegar?
-Lo más importante, la preparación real, tendría que ser cambiar los valores sociales, para que los niños vivan en un entorno donde se entrene la musculatura emocional. Que el músculo de la tristeza, o del miedo, no solo de la alegría, sino del resto de emociones, se desarrolle bien. Una buena educación emocional no va de tener una educación de doce a una los jueves, eso es teoría, sino de una educación consciente y desarrollada. Eso sería un cambio social y educativo, sería lo ideal, pero esto no se está dando aunque se dan algunos pasos. Los que somos adultos necesitamos entrenar esa musculatura emocional para vivir la vida desde la libertad y vivir nuestro dolor de forma sana.
-¿De quién depende, de la educación, de la familia, del sistema de valores?
-Los valores serían como el paraguas social, que todas las instituciones bebieran de estos valores. Lo natural, como especie, es un duelo. Estamos especialmente dotados para amar y ser amados, lo natural es que cuando exista una pérdida se viva con dolor. ¿Qué ocurre? Que los valores que sustentan este sistema, de los que beben todas las instituciones, si nosotros los cambiáramos, cambiaríamos muchas cosas. ¿Cómo se hace? Poco a poco. A nivel individual, cuanto más despertar de conciencia haya, mejor. Ojalá a las formaciones en duelo fueran también políticos, por ejemplo.
“No tenemos que tener miedo a la tristeza de los niños, pero sí a su silencio”
-Con los niños, ¿cómo se sabe cuál es la edad o el momento de darles información? ¿Dónde está el límite entre quedarse corto o pasarse de información?
-Al final un niño va a mirar a los ojos de un adulto y si le notan regular... Los niños tienen más capacidad de lo que creemos. A veces los adultos proyectamos nuestros miedos y esto no es nada bueno. Nos falta entrenamiento, no tenemos que tener miedo a su tristeza, pero sí a su silencio porque eso a la larga puede generar más sufrimiento. Si les evitamos el dolor o la tristeza, no sabrán lo que es. A lo mejor llega incrementado y seguramente recurran a otras cosas como alcohol y drogas o haya fracaso escolar. porque no tendrán el músculo de la tristeza desarrollado y buscarán otras estrategias porque no tendrán esta musculatura emocional.
-En esta época de exhibición total de los sentimientos, ¿es tan malo el exceso como el defecto?
-Si, una cosa es por defecto, que es la tentación del sistema, infantilizar a la gente y, peor, a un adulto que está llorando y desrregulado o con miedo a que haya un lamento, o decirle a un niño que tiene que ser como un padre de familia, por ejemplo, esto es grave.
-Ahora que tenemos mucha información corremos el riesgo de hacer mucho caso a los nombres de las cosas y estandarizar los sentimientos. Puede que creas que debes sentir algo y entonces creerte culpable por sentirte de otra manera.
-Funcionamos mucho por protocolos y cuestiones estándar. Hay gente que dice: es que he leído un libro y no me siento identificado con lo que dice, y me siento mal. Y al final eso daña la autoestima. Es aprender a ver el dolor de cada uno. Lo importante al acompañar es saber ver esto.
-¿Es mejor la ayuda mutua que la autoayuda?
-Si una persona en duelo tiene la musculatura emocional desarrollada, quizá puede hacerlo, pero es verdad que el acompañamiento, en un momento de tanta soledad, es importante. A veces hay personas que en teoría viven en un modelo muy sano, pero si no es por el acompañamiento, podrían caer en esa soledad, porque la sociedad da la espalda al dolor.
“El duelo es el precio que se paga por amar y el amor es incuestionable”
-Respecto al duelo, ¿hemos olvidado algo que ya sabíamos? Lo de estar unidos frente al dolor. Parece que es algo que se hacía y hemos dejado de practicar.
-Antes se tenía más sentido de comunidad. Se naturalizaba más el tema de la muerte o de la pérdida, y ahora, esta hiperconexión y ciertos valores nos hacen estar más alejados o desconectados que nunca, por unos modelos muy restrictivos que nos alejan, y esa soledad nos hace sufrir. El sufrimiento y el dolor no es lo mismo, no tienen nada que ver.
-A la hora de acompañar, ¿es importante no juzgar, no opinar?
-Es súper importante porque cada persona es única e irrepetible y el dolor también lo es. No puedes hacer un juicio de valor hacia otro porque esa historia no la has vivido. Si juzgo a una persona con su historia, estoy metiendo la pata. Cada persona tiene una pérdida y ese dolor es sagrado, nos gusta jerarquizar el dolor. El duelo es el precio que se paga por amar y el amor es incuestionable, es nuestra naturaleza como especie. Si juzgamos el dolor, estamos juzgando el amor, que es el sentido de la vida de cada uno. Esto no tiene cabida.
-¿La muerte sigue siendo tabú en esta sociedad?
-Es tabú, sin ninguna duda. Incluso en las formaciones en psicología, enfermería o medicina, a personas que nos dedicamos al acompañamiento, no nos enseñan. Si no nos enseñan en estas profesiones, imagina a la sociedad en general. Estamos muy alejados de este tema y esto nos separa los unos a los otros.
-¿En el duelo, hay diferencias entre una persona religiosa y otra que no lo es?
-No hay mucha diferencia en cuanto al acompañamiento. Aquí está la empatía. Al final es conectar con la persona, con su mundo, y cada uno elabora su duelo. El amor trasciende a cualquier religión o cualquier diferencia.
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