“Si no le damos la vuelta a la salud mental, esto explota, ya lo está haciendo”. Es la advertencia que lanza la psicóloga sanitaria Nuria Vega, que recuerda, por ejemplo, que la tasa de suicidios en la población infanto-juvenil se ha triplicado en los últimos años y “va a más”.

Vega es una de las especialistas invitadas a los cursos de salud mental que organiza la Fundación Mapfre Canarias, abordando “la salud mental y la conducta suicida, que es uno de los mayores desafíos y retos en materia de salud pública” en España y a nivel mundial.

Este curso sobre ‘La salud mental y el duelo en la infancia y juventud’ intenta dotar a los participantes de herramientas y estrategias que les permitan realizar un acompañamiento óptimo e integral de la conducta autolesiva y suicida.

“España es el país de la Unión Europea con más enfermedad mental en niños y jóvenes” y no hay especialistas formados suficientes para hacer frente a un problema que sigue en aumento, remarca Vega, en una entrevista con EFE.

Uno de los problemas que refieren los niños y jóvenes a todos los niveles es que “no se sienten escuchados”, lo que genera frustración ante un colectivo “con tolerancia cero” ante ese sentimiento.

Desde el punto de vista de esta experta, la pandemia de covid-19 fue “la guinda de un pastel que ya estaba cocinado”, ya que lejos de ser la causa, ha sido una circunstancia que ha hecho aflorar problemas que ya existían en la sociedad.

Padres e hijos que “se han conocido” en la pandemia

Se ha visto que “padres no conocieron a sus hijos de verdad hasta la pandemia y al revés, cuando pasaron tiempo con ellos”, relata, mientras que, “si hubiéramos tenido estructuras para hacer frente al problema no habríamos llegado a este punto”, porque la salud mental “siempre estuvo cogida con pinzas”.

Que no existan estos recursos, que no se hayan creado o que no se hayan ampliado, ha provocado “un cuello de botella” donde “volvemos otra vez a esa puerta giratoria en un círculo viciado” en el que, ante la falta de especialistas y capacidad asistencial para este aumento sin precedentes, la formación se torna fundamental, señala.

Nuria Vega compartirá en septiembre su experiencia en “dotar a la población de las herramientas para acompañar y reconducir” una conducta autolesiva, con “estrategias de actuación esenciales para su prevención, detección precoz, intervención y tratamiento posterior y evitar respuestas de rechazo y desautorización y la alta estigmatización y culpa en las personas que lo sufren”.

Entre los casos que atiende es recurrente el comentario “no me siento escuchado o no me siento comprendido” y, en este sentido, “el simple hecho de no juzgar a un adolescente que confiesa que se está haciendo cortes puede marcar la diferencia”, ya que es habitual que lo oculten “para que no les traten mal, como apestados, o dando por hecho que hay una enfermedad mental y poniendo unas etiquetas”.

Una conducta autolesiva es una petición de ayuda

Una conducta autolesiva “lejos de llamar la atención es una petición de ayuda” ante una “ansiedad que no saben gestionar y frente a la que recurren al dolor, que es adictivo”, explica la psicóloga.

Tras años de experiencia en la materia asegura que es fundamental trabajar con todo el engranaje, familia, escuela y entorno cercano.

Esta tríada funciona como un todo, tal y como coincide la psicóloga, experta en inteligencia emocional y escritora Begoña Ibarrola López de Davalillo, que imparte el curso ‘Recursos y estrategias para potenciar el bienestar emocional y la salud mental en la infancia y la adolescencia’.

“La salud mental debe ser una prioridad, o tendremos un país enfermo”, señala a EFE, antes de advertir de que se ha registrado un aumento de hasta el 47 % en los trastornos mentales en menores y se espera que aumenten significativamente tanto en adultos como en niños en los próximos 20 años, por lo que se resulta de vital importancia “tomar medidas cuanto antes”.

Que España sea “el país europeo con mayor prevalencia de problemas de salud mental entre niños y adolescentes” es fruto de muchos factores, también el entorno social, señala. “Hemos sido formados en una sociedad que ya no existe”, asegura, y de la que se carecen de herramientas, por lo que es crucial dotar a las personas de esa capacitación en un curso para todo tipo de perfiles.

La salud mental en la población infantojuvenil “es una olla a presión sin válvula”, explica, con factores que están difusos como es la misma felicidad. “Es curioso ver la diferencia entre lo que ellos consideran que necesitan para ser felices y lo que realmente necesitan”, ya que mientras ellos piden tiempo con el móvil, se olvidan de la importancia de tener amigos.

Crecen las adicciones sin sustancias: redes, juego, porno

En este sector poblacional crecen los problemas de adicción “principalmente los no asociados a sustancias, como las redes sociales, ludopatía, pornografía, que aumentan a mayor ritmo que las adicciones con sustancias”, explica Ibarrola.

Darle a un niño de un año un móvil o no escuchar a un adolescente “no es gratis, tiene consecuencias”, y se ha dejado de lado el desarrollo de la gestión emocional.

A su juicio, “hay muchos problemas que cogidos a tiempo pueden tener solución”.

En el curso de la Fundación Mapfre Canarias, detalla, se analizan “qué elementos tienen que tener en cuenta para detectar y las habilidades a desarrollar para prevenir, para mejorar emocionalmente y prevenir problemas de salud mental”.

“La salud mental es como un extintor, hay que tenerlo en perfectas condiciones porque con un solo incendio que apagues valdrá la pena”, defiende Begoña Ibarrola, “el factor prevención ahorra recursos de una manera impresionante a la sanidad pública”, también en el consumo de antidepresivos y ansiolíticos, en los que España vuelve a ser el país que lidera el ránking.