Salieron 10.000 personas a la calle para protestar por el crecimiento y los destrozos ambientales, pero también por la pérdida de la calidad de vida
27-S, veinte años después: la movilización que marcó una época en Lanzarote
Salieron 10.000 personas a la calle para protestar por el crecimiento y los destrozos ambientales, pero también por la pérdida de la calidad de vida
No fue la primera, ni ha sido la más multitudinaria, pero marcó la agenda política durante unos años. Para unos fue un punto y final, para otros un principio. El 27 de septiembre de 2002, hace ya veinte años, salieron 10.000 personas a las calles de Arrecife a protestar por la situación de la Isla. El lema principal fue “En defensa de Lanzarote y su futuro, no a la destrucción de la Isla”, pero las reivindicaciones fueron muchas.
Lanzarote asistía a un auténtico boom de la construcción. O de la destrucción. Los hoteles se levantaban ya en Playa Blanca y Costa Teguise, pero había más amenazas al medio ambiente. En agosto de 2000 habían empezado las obras del puerto de Berrugo, en octubre de 2001 el Gobierno central había aprobado el primer decreto para las prospecciones petrolíferas, también se quería instalar un radar de aproximación aérea en Montaña Blanca, mientras que en Maciot se proyectaban seis campos de golf, en Playa Quemada dos hoteles y varios miles de camas en La Santa.
Se planteaba la ampliación de los puertos de Playa Blanca y Órzola, nuevas carreteras o ampliaciones en Guatiza, Tahíche y La Geria. La Justicia había dado la razón a los promotores de Montaña Roja y se hablaba de la posibilidad de hacer otras 13.000 camas más. Se había adjudicado la planta desaladora de Janubio, que abría la puerta a la privatización del agua, las cabras habían tomado el Cabildo por la protesta del sector ganadero y El Guincho pedía cotos mineros para la extracción de áridos.
Pero eso no era todo. El contexto social era el de un crecimiento poblacional disparado, una isla a la que llegaba mucha mano de obra de fuera, donde aparecieron manifestaciones contra la inmigración, donde los servicios básicos estaban empezando a mostrarse saturados porque las infraestructuras no estaban acordes a las necesidades de la población: escasez de plazas educativas, saturación sanitaria y preocupación por el exceso de tráfico.
En la Encuesta de temas insulares de 2002, la opinión de la población sobre la evolución económica aprobaba por poco: un 5,5 sobre 10, menos que el año anterior y rompiendo una tendencia al alza desde 1994. Lo más valorado era la educación, con solo un 5,4, y las mayores preocupaciones eran la droga, el tráfico y la inmigración. El 40 por ciento de los encuestados creía que la conservación del medio ambiente había ido a peor.
La población se situaba en 110.000 habitantes, lo que significaba 32.500 habitantes más que solo cinco años antes. El consumo de cemento de ese año y los siguientes pasó de las 230.000 toneladas, cuando en esta última década se ha movido entre las 40.000 y las 70.000. Era la tormenta perfecta. “En marzo de 2002, Inés Caraballo y yo propusimos que había que hacer una manifestación”, dice Domingo Concepción, profesor de la Escuela de Turismo y entonces presidente de la asociación ecologista El Guincho.
Esa decisión era la culminación de un proceso. Unos años antes se había formado el Foro Lanzarote, que fue quien convocó la manifestación y que era una amalgama de asociaciones, colectivos, sindicatos, algún partido político y personas a título particular. Estaba desde la asociación de empresarios Aetur hasta la asociación de vecinos La Plazuela o Izquierda Unida. La manifestación fue un éxito indudable porque se llevó a cabo una ardua labor. “Hubo mucho trabajo en casa de Santiago Medina -recuerda Concepción- haciendo pancartas, banderas o folletos; colaboró mucha gente”.
Carteles con la pregunta “¿Y tú que vas a hacer?” empapelaron las calles mientras que una docena de coches cedidos por una empresa de rent a car anunciaron la manifestación durante varias semanas por sus altavoces por todas las calles de la Isla. “También se habló con todo el mundo”, recuerda. Tuvo tal éxito que nadie estuvo en contra. Al menos públicamente. Alfredo Díaz, portavoz de la Fundación César Manrique y que participó activamente, recuerda que “hasta el PP se subió al carro”. “Muchos políticos querían aprovecharla y se decidió que no podían ir detrás de las pancartas”, que acabaron sosteniendo ciudadanos de a pie.
El 83,3% de los encuestados conocía que se había celebrado la marcha
Casi todos fueron a la manifestación, desde el entonces presidente del Cabildo, Enrique Pérez Parrilla, hasta la oposición, representada entonces por CC y PP. El presidente de los populares, Alejandro Díaz, decía en la prensa que iba a participar porque asumía “la esencia de sus principios”. “El espíritu de César Manrique debe ser la luz que guíe a la Isla para encontrar una salida racional y saludable para el territorio y para la sociedad insular”, añadía, a la vez que daba su apoyo sin fisuras al Plan Insular e invitaba a la Fundación a redoblar sus esfuerzos por “mantener vivas las enseñanzas de César”.
Dos días antes de la manifestación, en el décimo aniversario de la muerte del artista lanzaroteño, el propio Cabildo lanzaba un comunicado donde reconocía el alejamiento “del futuro que ideó Manrique para su Isla”. Pedía el “freno a más actividad especulativa” y anunciaba que se debía hacer autocrítica.
Actuaciones
Todo el trabajo de seis meses culminó en el Día Internacional del Turismo, un viernes 27 de septiembre. A las 20:30 horas, la cabeza de la protesta salía de la Ciudad Deportiva, bajaba hasta las Cuatro Esquinas, seguía por la Calle Real y terminaba en el recinto ferial. Actuó Salvador Leal con Losotroh interpretando una obra en la que el protagonista era un alcalde que se encargaba de vender la Isla a pedazos. También actuaron Arístides Moreno y Kardomillo, que adaptó unos de sus éxitos para cantar No me hables del PIOL y se subió al escenario el mismísimo Miguel Ríos, que cantó Todo a Pulmón.
En ese ambiente festivo, seis personas leyeron un manifiesto, que decía cosas así: “Durante más de veinte años el negocio turístico ha tenido el protagonismo en la Isla. Todo se ha hecho en nombre del turismo. Hoy reclamamos nuestro protagonismo, el de los ciudadanos, el de la gente común”. O bien: “Reclamamos una política a la altura de nuestros problemas y de las oportunidades que aún tenemos, una gestión política que administre el interés público con lealtad y con cualificación y que abandone la cultura de la impunidad y la connivencia empresarial”.
El Centro de Datos del Cabildo dedicó una encuesta de temas insulares a la manifestación: el 83,3 por ciento de los encuestados conocía que se había celebrado la marcha. El 77,2 estaba de acuerdo y solo el 5,9 estaba en desacuerdo. Preguntados por su acuerdo con las distintas reivindicaciones, la de atender más al sector primario fue la primera, con el 8,98 de acuerdo sobre 10, seguida de “cerrar plazas turísticas ilegales” y “regular vertidos al mar”, también por encima de 8, y después “impedir prospecciones”, “parar la construcción de plazas turísticas”, “impedir la construcción en Playa Quemada”, “regular la extracción de áridos”, “impedir la privatización de Inalsa”, parar las obras de Berrugo y el radar de Montaña Blanca; todas por encima de 7, y finalmente, impedir más carreteras, campos de golf y aparcamientos en el Parque Islas Canarias, entre un 5 y un 6.
‘La Provincia’ se hizo eco también de las movilizaciones.
Reacciones
En La Voz de Lanzarote, el director de la Fundación César Manrique, Fernando Gómez Aguilera decía lo siguiente: “En la Isla no pueden seguir tomando las decisiones el mercado y sus agentes políticos”. “La manifestación del día 27 será un grito unánime y desgarrado de que ya está bien y que debemos comenzar a trabajar en una dirección distinta. Sin mentiras”. “Me parece que si la manifestación se convierte en una fiesta multitudinaria, como creo y espero que vaya a suceder, se debería producir un giro político, aquí y en el Gobierno autonómico, en cuanto al futuro de Lanzarote, pasando la página de esta modesta moratoria y asumiendo horizontes de mayor calado que le den la vuelta a las tendencias actuales”.
La manifestación condicionó la política de aquellos meses, pero los efectos fueron más modestos y el giro político fue contrario al esperado. En las elecciones de mayo del año siguiente ganó el PIL, y Dimas Martín, que se presentó con una condena en firme a la espera de un indulto por el Consejo de Ministros, obtuvo 13.000 votos y juró el cargo como presidente.
Alfredo Díaz: “Fue un momento muy plural y de mucha implicación de la ciudadanía”
Pero antes de todo eso, unos días después de la manifestación, los organizadores llevaron una moción al pleno del Cabildo con las reivindicaciones principales. El presidente, Pérez Parrilla, aseguró que estaba de acuerdo con la mayoría de las peticiones, aunque las calificó como una declaración de intereses porque algunas eran imposibles de cumplir o porque el Cabildo no tenía competencias.
Mientras tanto, el diputado nacional del PP, Cándido Reguera, decía que le parecía muy importante la manifestación y que “el tema del crecimiento en la Isla es algo que nos preocupa a todos los lanzaroteños”. Celso Betancort, del PIL, se limitaba a decir que habían dado libertad a sus simpatizantes para que hicieran lo que estimaran oportuno y Mario Pérez, de CC, comentaba que “los tiempos que vienen van a ser mejores, van a estar condicionados no solo por esta impactante presencia en la calle, sino por un conjunto de medidas que se han ido tomando desde el inicio del Plan Insular en el 91, así como sus revisiones, o incluso la Moratoria del Gobierno de Canarias o la Ley de Directrices, que creo que van en consonancia con lo que se estaba pidiendo en la calle”.
Revisión
En enero de 2003 el Cabildo presentó la revisión del Plan Insular con la propuesta de eliminar otras 25.000 camas y cinco millones de metros de suelo turístico (todo el que quedaba sin urbanizar) que afectaba a terrenos en Playa Quemada, Playa Blanca o Charco del Palo. El redactor, Fernando Prats, aludía a la movilización. Decía que era posible hacerlo gracias al apoyo de una gran parte de la sociedad lanzaroteña.
Siguiendo con el carrusel de declaraciones a favor, el consejero de Turismo del Gobierno de Canarias, el lanzaroteño Juan Carlos Becerra (CC) dijo que era una iniciativa “magnífica”. Convendría recordar en este punto que dos de las dianas de los manifestantes eran los ayuntamientos de Yaiza y Teguise y su alegría para otorgar licencias que incumplían la Moratoria, y que estaban gobernados por CC y PIL, respectivamente. También se reivindicaban cambios al Cabildo y al Gobierno de Canarias y se apuntaba a la patronal hotelera y a los especuladores como receptores del grito de protesta.
Protagonistas
Orlando Suárez era secretario insular de UGT en aquel momento. Como el resto de los sindicatos, participó en el Foro Lanzarote. También destaca la figura de Pérez Parrilla, que como presidente, hacía “un llamamiento a participar, no solo en la manifestación sino también en el Consejo de la Reserva de la Biosfera, a que la gente se implicara a pesar de que era un riesgo”.
Suárez cree que parte del éxito estuvo en la variedad, en la concienciación y en la organización. “Los sindicatos teníamos claro que el desarrollo no podía ser sin otros actores como la agricultura, que tenía que haber límites y un desarrollo racional, pensar en los que iban a venir detrás de nosotros”. Destaca que la protesta también sirvió para que se llevaran a cabo políticas autonómicas del mismo corte. Señala que “lo rápido y fácil también tenía repercusiones en los trabajadores”. De hecho, a pesar del crecimiento había más de 3.000 personas en el paro.
Manuel Plasencia formaba parte del comité de empresa de Inalsa y participó en el Foro. Destaca la privatización de la planta de Janubio. El 10 de octubre de 2001 hubo una manifestación contra esa adjudicación. “Ya se veía la convulsión social y salieron muchas reivindicaciones después”. También participó en Alternativa Ciudadana. Dice que ya había una propuesta anterior a la manifestación de 2001, para crear una plataforma, o algo similar que se presentara a las elecciones, para “mover el avispero social”. “No se quería hacer un partido cerrado y desde el principio hubo discrepancias sobre si participar electoralmente o no”, recuerda. Plasencia dice que aquella fue “la época dorada de los movimientos sociales” y que, en Tenerife, Sí Se Puede se creó dos años después y se miró en el espejo de Alternativa.
Domingo Concepción presidió El Guincho entre 1998 y 2002. Señala que era necesario tener una visión más amplia que desde El Guincho y por eso se forma el Foro, sobre el año 1999. Recuerda una convocatoria previa en La Democracia de Aetur y Ciudadanos por Arrecife. Dice que entonces no se había acompasado el crecimiento con las infraestructuras y también coloca otro punto de partida: el 22 de agosto de 2000, cuando se inician las obras en el puerto de Berrugo.
Concepción dice que la manifestación debió ser un punto y seguido, pero para él fue un punto y final a una etapa. Después de la manifestación dejó la presidencia de El Guincho. “En junio ya dije que la manifestación saldría bien, pero yo me iría”. No estaba de acuerdo en dar el salto a la política, o al menos creía que había que dejar gente en la lucha social, buscar un equilibrio. “Me parecía mal que se hiciera un partido a espaldas de la gente y yo advertí del riesgo de alejarse de la conexión con la gente”. Como éxito, destaca que se logró parar la construcción de dos hoteles en Playa Quemada y el proyecto de Maciot Sport.
Para Alfredo Díaz, el Foro Lanzarote fue el resultado de una unión, donde había infinidad de colectivos. Él participó en Ciudadanos por Arrecife, donde el lema era “Ni un metro menos de mar”, similar al de “Ni una cama más”. La parte medioambiental fue la unión, pero lo principal era la pérdida de calidad de vida, saturación, educación, sanidad, desvertebración social... “Fue un momento muy plural y de mucha implicación de la ciudadanía”.
Díaz cree recordar que la primera reunión fue en el Hotel Lancelot y destaca a Pepe Díaz y José Antonio González, ambos fallecidos. También resalta el papel de José Saramago “para que el mensaje saliera fuera de las islas, porque aquí estaba todo vendido”. Saramago fue a la manifestación y unos meses antes, en julio, dijo en la Biblioteca Insular que nunca volvería a pisar Playa Blanca, por el destrozo que se estaba haciendo. El alcalde, José Francisco Reyes, le contesto públicamente que no hacía falta que volviera.
Alfredo Díaz también recuerda las manifestaciones racistas y las antirracistas, con baja participación. El trabajo principal en la manifestación fue “tratar de articular sensibilidades”. “La manifestación ayudó a esa conciencia, aunque la sociedad sea contradictoria”, señala. Se abrió una reflexión, un debate, “y lo del salto a la política fue complicado, acertado o no, pero Alternativa entró en instituciones que hasta entonces eran muy herméticas”.
Ezequiel Navío estaba en WWF Adena, que participaba en el Foro: “Fue uno de los momentos más brillantes en cuanto a la reivindicación social y ambiental, y también desde el punto de vista intelectual”. Destaca que se pudo frenar el proyecto de Maciot Sport tras reuniones con los promotores y que si la manifestación fue un éxito no fue solo por un factor, sino porque generó una sensibilidad importante en una parte de la población: “La presión era muy fuerte, confluyó el hastío con el modelo con el descenso de la calidad de vida y muchos proyectos urbanísticos”. “Fue un episodio lúcido en el que se logró una unidad, dentro de las diferencias, y luego esa unidad se fue dispersando”, considera.
Pedro Hernández fue una de las cabezas más visibles de aquella manifestación y el primer consejero que tuvo Alternativa Ciudadana en el Cabildo. Enmarca esa protesta en un ciclo de treinta años que empieza en los años noventa y termina en la crisis de 2008. Dice que la ofensiva urbanizadora y sus consecuentes protestas obligaron al Cabildo a reaccionar. Destaca también a Cuadernos del Guincho, que ya denunciaba la propaganda respecto al desarrollo sostenible.
Respecto al Foro Lanzarote, dice que supuso dar cuerpo social a un espacio común que ya existía, y que, entonces, el debate ecologista se convirtió en algo popular. Cree que los medios, sobre todo la revista La Isla, les escuchaban mucho. También destaca sobre el contexto la aprobación del decreto de las prospecciones y que “la intifada turística”, con proyectos como el de Berrugo, fue el catalizador que sacó a la gente a la calle.
Entre lo relevante, señala el hecho de tener un argumentario potente, que fue el pegamento de la protesta. Respecto al salto a la política, comenta que todavía hoy tiene dudas de si fue equivocado o acertado, pero que se pusieron palos en las ruedas, obstáculos, aunque se consiguió tener una representación política rupturista en las instituciones, en las formas y el fondo.
¿Qué queda de aquello veinte años después? En febrero de 2020, antes de la pandemia, las preocupaciones de la población, según la Encuesta de Temas Insulares, estaban en la precariedad laboral, la vivienda y la sanidad, y apenas se reflejaba preocupación por la inmigración, la educación o por el tráfico, como entonces. Para Pedro Hernández, los problemas han crecido, así que ahora deberían darse las condiciones para otra protesta aunque dice que “hay que construir un argumentario, hacerlo popular e intersectorial y facilitar el encuentro humano”.
Navío también cree que el mensaje de entonces es intemporal y que ahora es más necesario, hay más motivos que entonces, aunque no se dé aquella confluencia. “Faltan elementos que permitan confluir de forma masiva porque la emergencia es absoluta por la crisis, el clima, la energía, la justicia social o la configuración del futuro”. Del mismo modo, Díaz señala que ahora en Canarias, con 14 millones de turistas y 250.000 personas en el umbral de la pobreza, “no se puede insistir en este modelo”. “Estamos en un ‘impasse’ pero el capitalismo tiene que seguir creciendo, esto es una coyuntura y no hay que renunciar no solo a parar, sino a recuperar, porque esto nos lleva al caos, las islas no pueden seguir creciendo”, reflexiona.
Concepción opina algo similar. “Los motivos siguen, el desarrollismo sigue, el tope del PIO, al fin y al cabo, era muy alto”. “Lo más importante -destaca- es qué hacer y cómo organizarse, que no se carguen los movimientos”. En la misma línea, Plasencia dice que fueron 15 años de movimientos potentes, pero que sigue habiendo motivos “porque el capitalismo y las oligarquías no descansan, si les dejan hacer mil hoteles, hacen mil hoteles”. “La conciencia sigue, pero hay que organizarla”, apunta.
Finalmente, para Suárez, sí hay conciencia social ahora, pero no hay un planteamiento de una actuación para cambiar algo. “Estamos mejor que entonces, aunque todo es relativo”. Cree que ahora, si se intentara hacer cualquier disparate, se lo pensarían en las instituciones, no sería tan fácil.
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