MEDIO AMBIENTE

Al rescate del burro majorero

La asociación Soo prosigue su actividad para mejorar la raza y proteger al animal, considerado como una mascota, de las amenazas que lo ponen en peligro

María José Lahora 2 COMENTARIOS 21/12/2022 - 07:35

El burro majorero está declarado en peligro de extinción. Por este motivo, toda actuación tendente a mejorar la especie y propiciar entornos óptimos para perpetuar esta singular raza es bienvenida. Así opinan desde la asociación Soo, cuya junta directiva y personal veterinario prosigue su labor para mejorar la raza y proteger a los ejemplares de las amenazas que se ciernen sobre los mismos.

José Luis García es el veterinario al frente de la asociación y del proyecto para crear el Libro Genealógico del burro majorero. Se encarga de vigilar la salud y entorno de los censados en la isla repartidos entre las 63 explotaciones que cuentan con alguno o varios ejemplares, también de controlar al nuevo miembro del Ecomuseo de La Alcogida, Timple, que acompaña a la camella canaria Lapa en un intento de mostrar los usos tradiciones de la ganadería de Fuerteventura en el centro etnográfico de la Isla.

Timple fue cedido por su propietario para que mayores y menores puedan conocer la especie y la función productiva que desempeñó durante años en una isla netamente agraria. En la actualidad están censadas 83 hembras y 62 machos.

La asociación Soo confía en poder desarrollar un programa para el mantenimiento, control y reproducción de los animales, según explica el veterinario de este colectivo que se encuentra inmerso en la legalización de las explotaciones agrarias en las que se encuentran burros majoreros para que puedan estar incorporadas a la entidad y contribuir al desarrollo del futuro Libro Genealógico de la raza de burro majorero.

El veterinario examina a los ejemplares de forma gratuita para el propietario. También se encarga de proporcionar los microchips y la vacunación correspondiente. De esta manera instruye a los propietarios en la necesidad de estar formalmente legalizado, ayudando en los trámites.

“Muchas veces la tenencia de burros se da entre dueños de fincas sin regularizar y nuestro trabajo es proceder a la regulación de las mismas, para ello les instruimos en la obtención del permiso de propiedad del animal, les ponemos el microchip, les vacunamos y realizamos el control sanitario con la intención de evitar seguir perdiendo animales”, explica.

En la actualidad están censadas 83 hembras y 62 machos

Y es que, por desgracia, “en la actualidad nacen pocas crías”, según señala el veterinario de la entidad. La acción de este profesional se centra en desarrollar el programa sanitario para prevenir las enfermedades de esta raza en peligro de extinción “en la que no nos podemos permitir el lujo de, por falta de vacunación, perder ejemplares”. Este programa contempla la vacuna gratuita contra el tétanos y la influenza o gripe equina, así como desparasitar a los animales. “Además, como veterinario intento dar también atención a los animales cuando nos lo requieren los propietarios”, añade.

“Hoy día el burro es una mascota más en la casa”, recuerda el especialista. Atrás quedaron los años en los que esta especie autóctona en peligro de extinción era considerada como animal de trabajo y carga. El objetivo ahora es su preservación. García se muestra satisfecho de que en estos años de trabajo hayan alcanzado logros como el de este año en el que nacieron dos nuevas crías, hembra y macho. Nacimientos albergados en los municipios de Antigua y Tuineje.

Dentro del programa de prevención y gracias a los acuerdos con las explotaciones, la asociación Soo dispone de diversas zonas de aislamiento en estas fincas para tratar a los animales afectados de alguna de las enfermedades a las que puede ser propensa la raza, como la influenza, un tipo de gripe equina bastante agresiva o el tétanos cuando existe una herida y que puede provocar la muerte del animal.

También tienen especial incidencia las heridas en las patas a consecuencia de las picaduras de mosca. En estos casos la intervención y el control consiste en evitar que los animales se autolesionen, en un momento en el que suelen perder peso o se estresan. Para ello cuentan con zonas de aislamiento en diferentes granjas donde los ejemplares son sometidos a una vigilancia más constante.

Libro Genealógico

El Libro Genealógico permitirá depurar la especie autóctona

Otra de las labores que desarrolla el veterinario es la de identificar a los animales instalándoles un microchip. “Les hacemos la cartilla”, explica para tenerlos censados al tiempo que se valora qué animales, por sus características morfológicas, pueden pertenecer realmente a la raza. “En los pasos de futuro se contempla la elaboración de un mapa genético mediante las analíticas de consanguineidad”. Estos análisis consisten en la toma de pelo de las crías para averiguar quién es el padre. Datos que contribuyen a crear el denominado Libro Genealógico con el que se intenta depurar la especie autóctona.

“Es el libro donde apuntamos todos los animales que cumplen el patrón racial. Invitamos a todos los propietarios a que entren en la asociación para ampliar este documento”, explica. El establecimiento del Libro Genealógico se realiza junto con la colaboración con la genetista de Gran Canaria, Eva Muñoz. “No basta con que el animal haya nacido en la Isla, como nos comentan algunos propietarios, para que sea considerado como burro majorero, sino que tiene que cumplir con unos parámetros que establecen la adscripción del ejemplar analizado a la raza de burro majorero”, explica José Luis García.

Características

La asociación Soo destaca que “la raza asnal majorera está emparentada directamente con las actuales poblaciones de burros del Norte de África. Su alzada oscila entre 100 y 120 centímetros a la cruz, con pesos comprendidos entre 125 y 175 kilos. La apariencia es proporcionada y equilibrada, resultando en su conjunto muy armónicos, y aunque puedan parecer frágiles son animales muy rústicos, longevos y sobrios”.

Su supervivencia ha sido posible gracias a que están perfectamente adaptados a los suelos semidesérticos e inhóspitos de las Islas. Se caracterizan por ser “vivaces, enérgicos y resistentes a las privaciones, han reportado, desde siempre, útiles servicios a la población isleña”.

El colectivo explica que en 1450, la raza se introdujo en Fuerteventura a través de los conquistadores y añade que en sus incursiones al continente africano fueron trayendo animales del noroeste de esta región.

La asociación Soo trabaja también en la posibilidad de censar y controlar los ejemplares en otras Islas del Archipiélago. Hay constancia de la presencia de ejemplares en Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife. Son los propietarios de estas islas los que se ponen en contacto con la entidad o bien cuentan en sus explotaciones con algún ejemplar adquirido en la isla de Fuerteventura.

Comentarios

Es una gran suerte, motivo de orgullo, gratitud y alegría, para Fuerteventura y los majoreros, contar con esa Asiciación y el SEÑOR ( con mayúsculas) José Luis García. Ojalá tengan éxito en la maravillosa tarea que realizan.
Enorme ingratitud hacia unos animales que durante siglos jugaron un papel fundamental en la existencia de los pobladores de esta isla, tan importante como el de los camellos. Ellos tiraron de los arados que permitieron sembrar los granos y las legumbres de que se alimentaron los majoreros; ellos acarrearon sobre sus lomos los productos de esas cosechas desde los campos a las eras, y en ellas los trillaron; sobre ellos se llevaron sus frutos hasta las casas de sus amos... O a los puertos, para ser exportados... Los burros fueron el " medio de transporte" esencial, imprescindible, junto con los camellos, para personas y mercancías: ¡ con qué angustia los pude contemplar, caminando grandes distancias llevando grandes cargas sobre sus esqueléticos lomos, la resignación con que soportaban los pesos y los palos que les daban! Fui testigo de cómo fueron abandonados rápidamente cuando llegaron tractores, " turismo" ... De cómo se " asilvestraron" grupos de ellos por Jandía... de las " cacerías" que se hicieron cuando su número aumentó y molestaron en sus correrías en busca de alimento... o gozando de una libertad al fin conseguida, después de siglos, milenios de terrible esclavitud de su especie... Y aún, en mi vejez y final, guardo el recuerdo de sabor dulce, suave, de la leche de burra, que, decían, era " medicinal", y que , por ello, nos la daban a tomar a chiquillos y enfermos... Y recuerdo sus cantos o rebusnos, organizando competiciones sonoras entre los machos del pueblo y la zona, a cualquier hora del día o de la noche... Sobre todo en el silencio tan grande de aquellas noches de la vieja fuerteventura del campo, sin coches, ni luz eléctrica... De niño, muchas veces me despertaron... y me acompañaron... me gustaba escucharlos...

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