El primer libro de la poeta se presentará el 30 de septiembre, junto a la web de Alas de la Memoria
Ana Guerra: dibujar un pueblo en versos
El primer libro de la poeta se presentará el 30 de septiembre, junto a la web de Alas de la Memoria
Los cuadernos de Ana María Guerra tienen tapa dura, colores brillantes en la cubierta, marcadores de hilo de tela. Una etiqueta blanca, cuidadosamente colocada, anuncia en tinta azul el contenido de cada uno: mis experiencias vividas, relatos y fábulas, cantares, rimas. Se esconden, caprichosos, por todos los rincones de su casa en Villaverde y ella, que de vez en cuando extravía alguno, va revisando aquí y allá para que no se escapen.
En el norte de Fuerteventura vive una poeta popular que nunca supo que lo era y que hoy, risueña, tranquila, muestra en sus manos su primer libro: Versos, cantares y poemas que guardé en un cajón, una antología que reúne, de un lado, una importante selección de aires de lima, romances, recitados, fábulas y rimas de la cultura popular que su memoria conserva intactas; de otro, más de cien poemas de la propia autora.
Se trata del primer libro publicado dentro de la colección Alas de la Memoria, una iniciativa editorial que parte del proyecto de mismo título, que desarrolla la productora Dunes Films y que ha contado con el apoyo del Cabildo de Fuerteventura y los ayuntamientos de La Oliva y Puerto del Rosario y la colaboración de las asociaciones Raíz del Pueblo y Agrupación Folclórica de Tetir. La propuesta, surgida en 2020, tiene por objeto registrar la memoria oral de Fuerteventura, fomentar el diálogo intergeneracional y generar un repositorio público y online de testimonios.
“El objetivo es seguir buscando participantes, tanto mayores como jóvenes, que quieran entrevistar a sus vecinos, amigos, familiares, o que quieran sumar grabaciones ya realizadas y aportar su granito de arena a esta iniciativa sin ánimo de lucro que busca ser la memoria del pueblo”, señala la coordinadora del proyecto, María Sanz Esteve. El resultado, hasta la fecha: más de 172 horas de testimonios que serán puestos a disposición pública para investigadores y personas interesadas en la historia de la isla.
Para conseguirlo, el equipo de Alas de la Memoria impartió una formación en técnica de entrevista, tanto desde el punto de vista de contenidos como en captación de recursos audiovisuales con equipos no profesionales para facilitar la labor de los jóvenes.
Fue así como Ciro Fernández, de veintiséis años y natural de Villaverde, tocó en la puerta de Ana. El joven, que participó en la formación del proyecto, se decidió a entrevistarla para profundizar en los cantares tradicionales y en distintos aspectos de la historia del pueblo. De la entrevista, editada y publicada en la plataforma de Alas de la Memoria, se señala, con minutado específico, diferentes temáticas de interés histórico o etnográfico como Tierras de medias, Elaboración de la torta, Fanegas, medias, almud y cuartillos, Años de sequía, Escuela de Villaverde o Música y canciones.
De la conversación, además, surgieron los cuadernos: cantares, rimas, rezos y versos populares recopilados año tras año. También los textos que, escondidos en un cajón, esperaban que alguien los visitara.
Métrica de la memoria
“Oh, si yo fuera poeta/ por el mundo marcharía/ contando mis sentimientos/ todos hechos poesía./Oh, si yo fuera poeta/ cuánto por ello daría/ sin ser la vida que tengo/ lo demás, lo entregaría./Entregaría mi hacienda/ todo lo que en ella habría/ a cambio de ser poeta/ sin nada me quedaría./ Oh, si yo fuera poeta/cuántos poemas haría/ a la luna, a las estrellas/ al sol, a la mar bravía./ A los campos, a las flores/ al cielo azul, a la vida/ a mi pueblo y a su gente/ la ajena, también la mía./ Pero como no lo soy/ el remedio que quedaría/vivir con esa ilusión/ que jamás veré cumplida”.
Con este deseo escrito en romance abre Ana Guerra sus cerca de doscientas páginas de poemas, que, con métrica, rima y verso cuidado, ponen el ojo en su realidad próxima y cotidiana. Una despedida a la peseta ante la llegada del euro, una oda a la televisión, la receta del mojo, del puchero majorero y también la del caldo de millo, son algunas de las temáticas que pueblan sus textos más arraigados a la calle. Asegura que nadie le enseñó la métrica o la rima, solo el oído, la plaza, la iglesia, el antiguo casino, los cantares de su abuela, las serenatas de puerta en puerta.
El arraigo social y el relato de la vida cotidiana, claves en los poemas de la autora
“Si veinte cantares oía una noche, veinte cantares me oías a mí al otro día. Los aprendía de una”, relata. Su memoria, tesoro en el que aún conserva innumerables recitados tradicionales, fue su escuela: “Mi abuela sabía muchos cantares. No sabía leer, ni escribir: los recitaba de memoria. Yo aprendí todos de ella, también de memoria. Así aprendí la rima”, explica sobre su propia poesía. “Nadie me enseñó a escribir rima, ni verso. Solo me despertaba en mitad de la noche, de madrugada, con alguna idea y nacía así: ya poema”.
De su paso por la escuela, Ana María recuerda a sus maestras, la segregación de niños y niñas, aprender a leer y escribir, algunas cuentas. Recuerda los juegos, recuerda el camino y, también, que la abandonó pronto para ayudar en casa: “Así era entonces”. La escuela de Villaverde no le enseñó métrica, ni literatura. Y, sin embargo, la memoria de los cantares le ayudó a interiorizar diferentes fórmulas del género lírico que nunca abandonó: “Nacen así solo de pensarlas, por eso escribo de cualquier cosa”, señala y les resta valor.
Y, sin embargo, en esa cotidianidad, en el escribir diario, reside el tesoro de quien fue cronista en verso de la vida de un pueblo. Así, su poema a La subida del precio de los artículos, crónica de la inflación aún en años de la peseta, viaja tiempo a través para recordarnos que la economía es cíclica, y ejercen como cronistas de su tiempo los poemas a la labranza, a los cambios de estilo de vida e, incluso, el abandono del patrimonio a lo largo de las décadas.
Son caprichosos los sueños: Ana María Guerra tenía a oscuras, de madrugada, un sueño: ser poeta de su pueblo. Quizás fue tan grande su soñar que, de hurtadillas, cada noche, la poeta popular que quería ser llegó a sus cuadernos. Y ya nunca se fue.
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