Benditos y venerables piedras, que antaño cobijaron, protegieron y dieron sombra, al que en tiempos fue el centro de enseñanza insular por excelencia, el mejor dotado material y humanamente, a pesar de la pobreza material de la que siempre adoleció. ¡Ay, si se pudiera retroceder al pasado, y ver y escuchar lo que en sus salas, claustros, presbiterio, celdas, aulas... se decía, representaba, enseñaba, cantaba...! Existe constancia, de que existía un protocolo del propio convento, de 280 folios ... 73 tomos... en los que abundaban sobre todo temas Asistir a sus lecciones de latín, teología, retórica, derecho, ciencias... impartidas a niveles básicos, pero... Maravilla sería, poder disfrutar de la biblioteca conventual... ojear-hojear, por ejemplo, los libros de filosofía del gran Ramón LLul, que tenía el docto lugar, "escritas de su mano" ( Según dejó constancia el famoso italiano Leonardo Torriani, el gran ingeniero militar - entre otras cosas- del rey Felipe II ). Hay testimonios tardíos, de decadencia, que declaran que en la biblioteca conventual, figuraban, por ejemplo, un protocolo del mismo, constando de 280 folios... unos 73 libros, cuyo contenido era esencialmente sobre moral, medicina... Parece que en épocas anteriores y mejores, la dotación libresca había sido mayor, mejor... Todo, todos... desaparecido... como las trece celdas que conformaban el convento, y la cocina, el refectorio (comedor), el granero, la huerta, un albercón-estanque... Así era-estaba el conjunto en vísperas de su colapso, allá por los años veinte del siglo XIX...