El hombre tenía una orden de alejamiento de la víctima por agresión
El acusado de matar a su expareja admite que acabó con su vida y que llamó a familiares y amigos para deshacerse del cadáver
El hombre tenía una orden de alejamiento de la víctima por agresión
El hombre acusado de asesinar a su expareja sentimental en Santa Úrsula (Tenerife) ha admitido que le quitó la vida practicándole un 'mataleón', sabiendo que con esta maniobra la podía matar, y que luego llamó a varios familiares y amigos para deshacerse del cuerpo, que acabó ocultando en una fosa séptica.
Ha detallado que a estos les mostró el cadáver y que ninguno le ayudó, salvo uno al que, según el relato de los hechos de la acusación particular, ejercida por la hija de la víctima, que por entonces tenía 18 años, convenció ofreciéndole cocaína y dinero para que contribuyera a limpiar la escena del crimen.
En el arranque del juicio con tribunal del jurado que desde este lunes se celebra en la Audiencia de Santa Cruz de Tenerife, José Miguel Q.T. ha detallado que la víctima fue a verlo a su casa de noche, para evitar la vigilancia de la Guardia Civil pues tenía en vigor una orden de alejamiento tras ser condenado por agredirla.
Ambos estuvieron consumiendo "cocaína, trankimazines y mucha cerveza", y en un momento dado discutieron y él, que hace "más o menos" artes marciales, le hizo una maniobra de inmovilización por la espalda, presionándole el cuello, sabedor de que ella no podía defenderse y de que la podía asfixiar, como así sucedió.
Al caer al suelo María Carolina F.M., el hombre pensó que había perdido el conocimiento, pero al tomarle el pulso comprobó que había fallecido, ha relatado. También ha contado que estuvo bebiendo durante varios días conviviendo con el cadáver, al que primero bajó al garaje y luego ocultó en la fosa séptica, hasta que la Guardia Civil se presentó en su casa tras recibir la alerta de una tercera persona.
Ha alegado en su descargo que no fue a confesar por iniciativa propia al cuartelillo porque "me asusté, me entró pánico". Sin embargo, ha abundado, hizo "caso a todo lo que me dijeron" los agentes de la Guardia Civil, a los que reconoció la autoría del crimen y dio indicaciones de dónde estaba oculto el cadáver. Este es uno de los aspectos en los que difieren las acusaciones, entre ellas y con la defensa.
Bajo los efectos de las drogas
El fiscal, que al igual que la acusación popular, que ejerce el Instituto Canario de Igualdad, pide para el acusado 20 años y 9 meses de cárcel, aprecia la circunstancia atenuante de confesión, además de la agravante de parentesco. Mientras que la acusación particular, que eleva su petición a los 28 años de prisión y añade un delito más, el de violencia de género habitual, no ve tal atenuante de confesión, pues el acusado solo admitió los hechos cuando se presentó en su casa la Guardia Civil, aunque inicialmente los negó. Y eso fue días después de haber contactado con familiares y amigos para que lo ayudaran a ocultar o deshacerse del cadáver.
La defensa, por su parte, tratará de convencer al jurado de que a su cliente se le debe aplicar la eximente completa de drogadicción, o al menos como circunstancia atenuante muy cualificada. José Miguel Q.T. ha declarado que desde los 10 años padece problemas psiquiátricos, principalmente depresión y ansiedad, así como trastorno de la personalidad. Su abogada ha esgrimido que estos problemas, unidos al cóctel de alcohol y psicotrópicos que había consumido aquella noche, llevan a inferir que su cliente tenía alteradas sus facultades mentales, a lo que se suman otros factores como "el estrés" o "la ansiedad".
Por contra, el fiscal opina que el acusado no tenía alteradas sus facultades intelectivas y volitivas, es decir, que sabía lo que hacía y era consciente de la consecuencia de sus actos. En sus escritos de calificación, las partes han avanzado varios aspectos en los que profundizarán testigos y peritos a lo largo del juicio, como la data de la muerte, que la autopsia fija entre tres días y medio y cuatro hasta que fue hallado el cuerpo, que presentaba los primeros síntomas de putrefacción.
La abogada de la acusación particular ha detallado que el acusado llamó por teléfono con insistencia a su ex durante una semana hasta convencerla para que se vieran, y que una vez que la mató pidió ayuda a varios conocidos, también a un primo, a los que confesó el crimen y les mostró el cadáver. Una de estas personas, según la letrada, lo convenció para que fuera a la Guardia Civil pero se acabó inventando un relato que no tenía que ver con el crimen, y otra, el dueño de un bar, fue quien tras escuchar la confesión fue a denunciar a la Benemérita.
La persona que finalmente le ayudó, sostiene la acusación particular, le aconsejó comprar unas bolsas de basura y tirar el cuerpo al mar, pero para ayudarlo le pidió a cambio más dinero, a lo que el encausado no accedió.
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