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Iván y Sharon: vivir una guerra separados por 5.000 kilómetros

El marido está en una ciudad de Ucrania, golpeada por los ataques de Putin, y la esposa vive pegada al teléfono en Fuerteventura mientras la guerra se recrudece

Eloy Vera 0 COMENTARIOS 09/03/2022 - 06:27

El ruido de los misiles sorprendió a Iván de madrugada. Eran las cinco de la mañana del jueves 24 de febrero en Odesa, ciudad del suroeste de Ucrania a orillas del mar Negro. Poco después, sonó el teléfono en casa de Sharon en Fuerteventura. Era su esposo Iván para comunicarle que el ataque ruso había comenzado. Desde entonces, Sharon vive pegada al WhatsApp del móvil, intentando confirmar en cada momento que su pareja y su madre siguen bien.

Desde que Moscú ordenó iniciar la ofensiva contra Ucrania, Sharon apenas puede conciliar el sueño. Sabe que, de un momento a otro, a su marido lo llamarán para ir a la guerra.

Iván y Sharon vivían en Odesa y siempre que podían se escapaban a su casa de Costa Calma. Así hasta que en 2017 decidieron quedarse a vivir en Fuerteventura. “Habíamos estado varias veces de visita antes de decidirnos a movernos a aquí”, cuenta esta mujer ucraniana.

El motivo no era otro que huir de los estragos del conflicto de Donbass, una guerra olvidada en Europa que dura ya ocho años y ha dejado unas 14.000 muertes de civiles. Los inicios del conflicto tienen como escenario la región de Crimea.

El 16 de marzo de 2014 un referéndum respaldó, con más del 97 por ciento de los votos de la población, su anexión a Rusia. La incorporación de la península ucraniana a Rusia no tardó en despertar el malestar de Estados Unidos y Europa, que impusieron sanciones. Por su parte, la OTAN respondió congelando sus relaciones con Moscú.

Ese mismo año, Sharon e Iván vieron cómo los acontecimientos de Crimea se reproducían en la región de Donbass. En mayo, grupos separatistas de Donetsk y Lugansk intentaron imitar a Crimea y se autoproclamaron como repúblicas independientes reclamando integrarse en Rusia. El conflicto pronto convirtió el este de Ucrania en el escenario de la última guerra de Europa entre separatistas prorrusos, con el apoyo militar de Moscú, y el ejército ucraniano.

Iván y Sharon quisieron dejar atrás todo aquello y darles un futuro a sus hijos lejos de un ambiente hostil con olor a guerra. En Fuerteventura llevaron una vida tranquila y apacible viendo crecer a sus dos hijos, una niña de siete años y un niño de cuatro.

En septiembre de 2020, Iván tuvo que regresar por motivos personales a su ciudad, Odesa. Sharon y sus hijos se quedaron en Fuerteventura. Desde entonces, su marido ha viajado, en ocasiones, a la Isla. El pasado diciembre fue la última vez.

El sábado 26 de febrero Iván se pone al teléfono. Hace dos días que los misiles han empezado a caer sobre su ciudad. Cuenta cómo oyó “un violento estruendo” y la explosión de un misil de defensa aérea ucraniano. “Este misil y los cuatro siguientes estaban derribando misiles disparados por el ejército ruso contra Ucrania y, en particular, contra mi ciudad y su infraestructura militar”, explica. “Es difícil decir cómo me sentí. Fue un cóctel de emociones”, reconoce.

Hasta el inicio de la guerra, Iván llevaba una vida tranquila en Odesa. Las horas del día las dedicaba a trabajar, a encuentros con amigos y familiares y a viajes de negocios por el país. “Estamos acostumbrados a vivir en un polvorín desde 2014”, asegura. “Había un conflicto latente en Donbass y, por otro lado, estaba la situación en Crimea. Rusia la propició y participó en ella, pero intentó decir al mundo entero que Ucrania tenía un conflicto civil interno en Donbass y que Ucrania era propiedad rusa”, explica. A pesar de todos estos problemas, Iván insiste en que su país “llevaba una vida perfectamente normal”.

El 24 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó iniciar la invasión en Ucrania. Comenzó por Odesa, punto estratégico para el acceso de Ucrania al mar Negro y una de las primeras ciudades en ofrecer una resistencia fuerte y duradera al régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Iván hace una crónica de la guerra en la que explica cómo la gente se está refugiando en sótanos y refugios antibombas: “Muchas mujeres se han ido a las regiones occidentales del país o al extranjero. Los hombres llevan allí a las mujeres y vuelven solos”.

A unos 5.000 kilómetros de Ucrania, en Fuerteventura, Sharon cuenta que “se quedó en shock” cuando su marido la llamó y le dijo que había comenzado la guerra. El sentimiento de temor no tardó en aparecer. “Sentí miedo por todas las personas que están viviendo en Ucrania”, reconoce. “Cuando veo los misiles en televisión, no puedo creerme la situación que está viviendo mi país, no pensaba que esto fuera a pasar. Me faltan palabras para describirlo”, asegura.

También se repiten en su televisión las imágenes de miles de personas intentando cruzar la frontera huyendo del conflicto. La respuesta de Moscú contra Ucrania deja ya más de dos millones de desplazados, la mayoría mujeres y niños, que buscan refugio al otro lado de la frontera, en los países vecinos de Polonia, Rumanía, Hungría, Moldavia y Eslovaquia. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, estima en cuatro millones las personas que podrían escapar de Ucrania en las próximas semanas y meses. El conflicto tiene visos de convertirse en el mayor éxodo en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

“Siento mucho que todas estas personas tengan que abandonar su país y correr para salvarse. Lo siento por los niños que están asustados y nunca entenderán por qué tienen que correr y salir de Ucrania”, sostiene Sharon, quien no oculta el miedo que siente por su familia. “Quiero que mi marido venga, pero sé que no va a dejar a su familia y a su país en esta situación”, señala.

Iván tiene claro que se quedará en su país mientras haya guerra. “La verdad es la nuestra. No solo defendemos a nuestro país, sino a toda Europa. Putin se detendrá cuando se le detenga y, si hoy no se le detiene en Ucrania, mañana estará en los países bálticos, Polonia, Hungría, Rumanía y Moldavia”, dice seguro.

¿Cómo parar? Expertos de todo el mundo debaten estos días sobre cómo detener las intenciones de Putin y los posibles escenarios para evitar que la guerra siga produciendo bajas. Iván tiene claro que los planes del Kremlin se podrían detener a través de un “aislamiento máximo” de la economía rusa del mundo civilizado.

Una semana después de iniciarse el conflicto, Iván vuelve a coger el teléfono. Esta vez para asegurar que la gente de su país “no solo no tiene miedo, sino que se apunta a las Fuerzas Armadas de Ucrania”. Explica cómo “el número de voluntarios superó los 110.000 solo en los dos primeros días de hostilidades activas. A día de hoy, cada persona, cada ciudadano, es un soldado de su país”.

Para Iván, “Putin es el Hitler del siglo XXI. Es todo mentira, propaganda”

Iván no descarta que se produzca el peor de los escenarios posibles: el uso de armamento nuclear por parte de Putin: “Ha demostrado al mundo que no se detendrá ante nada. Sentimos la ayuda de nuestros socios europeos, pero no es suficiente”, sostiene.

“Al fin y al cabo, el Memorándum de Budapest nos garantizaba una protección total, pero, en realidad, no es así. Sobre nuestras ciudades caen misiles de crucero y balísticos, bombas de racimo y de vacío, armas prohibidas por la Convención de Ginebra, y las mujeres, niños y ancianos están siendo asesinados”, asegura.

Antes de despedirse, lanza un mensaje a Europa: “Putin es el Hitler del siglo XXI. Es todo mentira, propaganda. Le dice al mundo que está protegiendo los derechos de los rusoparlantes en Ucrania, pero yo hablo ruso y no he pedido a nadie que me proteja”, insiste.

Y recuerda que “se trata de un ataque a un estado soberano de la forma más despreciable, por la noche, y con ataques con cohetes en todo el país, incluida mi ciudad. No hay ningún problema en encontrar vídeos de Kiev y Járkov y ver cómo los misiles y los ataques de artillería han borrado zonas residenciales, además de otras ciudades de la faz de la tierra”.

Mientras Putin continúa su escalada de violencia, Sharon sigue en Costa Calma pegada a la televisión a la espera de cualquier información que llegue de Ucrania. Aún no ha tenido que explicarles a sus hijos que su país está en guerra y que puede que su padre tenga que coger las armas. Son muy pequeños para entender que hay lugares y personas que solucionan los problemas con misiles.

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