El artista majorero sueña nuevas fórmulas para reunir fotografía y artes plásticas
José Assima, planeando el Land Art
El artista majorero sueña nuevas fórmulas para reunir fotografía y artes plásticas
José Assima no expone en una galería de cabecera. No pertenece a Gagosian, ni a Perrotin. Su galería es un perfil de Instagram y por ella pasean 22.400 seguidores.
El boom llegó después de la pandemia, con vídeos y fotografías en aéreo que devolvían al público las largas vistas de una isla que veían, desde hacía meses, solo desde la ventana de casa. Pero Assima no solo les dio fotografías, les dio Land Art.
Sobre esta modalidad artística todo y nada está escrito. Hubo dibujos y circunferencias marcadas sobre el hielo (los Anillos Anuales, de Oppenheim), un campo de relámpagos en Nuevo México (Walter de Maria), incluso un bosque de sombrillas marcando el paisaje interior de California (Christo) o una enorme espiral asomando de un lago en Utah (Spiral Jetty, de Smithson).
El Land Art solo coincide, entre todos los artistas, en una única norma: la tierra es el lienzo. La alteración de forma física del territorio, con el objetivo de poner en el foco el respeto por el medio ambiente, es la característica que engloba a todas las obras. En el caso de Assima, su objetivo último era, además, no dejar huella.
La vista aérea de la arena dejó a los ojos del licenciado en bellas artes un enorme lienzo y, así, encontró un medio para unir fotografía, vídeo y artes plásticas: “He tenido varias facetas de creación, siempre relacionadas con Canarias. En una de ellas usaba arena, tierra, piedras para crear cuadros, pero me di cuenta de que esto era también una forma de atentar en el medio ambiente; durante la cuarentena paré, reflexioné y encontré el modo de darle la vuelta”.
Comenzó marcando dibujos sencillos con el pie: una cara sonriente, una palmera, unos globos. Pero pronto pensó en ir algo más allá: añadirle sombras, plantear un boceto previo y llevarlo a gran escala. Comenzó a llenar las redes con creaciones hechas en la playa vacía: una tortuga, una ballena, un barco velero sobre la ola de la orilla, el poeta Tomás Morales, su propio autorretrato con el corazón en la mano. Al subir la marea, se renovaba el lienzo. “Me atrae hacer un trabajo efímero, un arte que no deja huella, porque la propia naturaleza lo hace desaparecer. Quiero tratar de mantener eso, innovarlo, pero con esa esencia, y que el tema central del trabajo sea el cuidado del medio ambiente”, explica.
El primer aumento importante de seguidores se produjo con un vídeo que acabó siendo viral (De Cotillo a Cofete), al que siguió un nuevo vídeo de nuevo viral (De faro a faro), con los que reunió aproximadamente 7.000 seguidores. Sin embargo, fueron sus dibujos en la arena los que llevaron a más de 22.000 personas a seguir su cuenta.
“Me atrae hacer un arte que no deja huella, que la propia naturaleza hace desaparecer”
Y aunque piensa que su fórmula de Land Art ha sido la evolución natural de su trabajo artístico, su lugar, señala, aún no está definido en una vertiente: “Todo se va encadenando. Si se hace un seguimiento de todo lo que he hecho, se entiende lo que ahora hago. Todo tiene un hilo conductor y es la sostenibilidad, y yo sé que ese hilo va a seguir. Creo que no hay un tema más importante hoy en día”, asevera.
Por lo pronto, sus trabajos tallados con madera de jallo, sus cuadros a partir de elementos naturales, sus dibujos y sus intentos de hacer arte a partir de material reciclado, quedan temporalmente entre paréntesis mientras se interna en la videografía.
Foto: Carlos de Saá.
Fotógrafo con ojo de ave
La primera cámara de Assima fue una Polaroid, regalo de su madre, a la edad de 12 años: “Antigua, grande y la usaba sin ninguna lógica ni conciencia de lo que estaba haciendo. Mi madre siempre creyó que yo tenía sensibilidad con el arte y me fue lanzando cámaras, pinceles, libros para dibujar”, relata.
Así inició un recorrido que tocaría varias puertas, en modalidades artísticas, en países y hasta saltando continentes. De estudiar bellas artes en Sevilla, a acabar los estudios en Barcelona, especializándose en fotografía, dar el salto a Nueva York y regresar luego a Europa, cansado de una gran ciudad sin alma, para establecerse en Berlín. Pasó 10 años fuera, observándolo todo: “Me traje visión de crear, visión de innovar; el arte es ver cosas, antiguamente era ir a galerías, hoy puedes ver mucho en Instagram. Pero acercarse a la cultura, escuchar por qué los artistas hacen lo que hacen me permitió traer mucha visión del arte más conceptual”, cuenta.
“Fuerteventura inspira por su luz, su horizonte, su falta de obstáculos a la vista”
Pero su sitio, asegura, era Fuerteventura, y a su regreso ya no se plantea vivir en el extranjero. Comparte con otros artistas que la Isla es fuente de inspiración, por “su luz, su visión que descansa en el horizonte, pero sobre todo por que no haya nada, ningún obstáculo a la vista: eso da todo”. A esa amplitud y a su calma señala Assima como motor clave en su trabajo creativo, que combina, en lo pictórico, con “lo geométrico, lo minimalista, también presente en la fotografía y el vídeo”.
“Fuerteventura me permite hacer fotografía y vídeo con dron y mantener ese trabajo geométrico, colocar a la persona en el centro de la imagen y que, aun así, aparezca un enorme paisaje. En Fuerteventura la persona siente: ‘Aquí estoy yo, en la isla, en el paisaje’, y esa sensación puedo transmitirla en lo fotográfico. Es algo que nunca podría hacer en una gran ciudad como Nueva York, esa sensación no ocurre en medio de un mar de gente”, explica.
El mejor recuerdo de su joven trayectoria artística es, hasta la fecha, el recorrido, a pie, de El Cotillo a Cofete, que se tradujo en su primer vídeo viral. Atesora la experiencia, “personal y de superación”, las imágenes de una costa tan desconocida y la travesía de seis días, que culminó con el aplauso del público a un trabajo audiovisual del que no esperaba tal impacto.
Se confiesa enamorado de la forma de narrar y de las herramientas que ofrece el universo audiovisual, aunque huye de encasillarse en ninguna modalidad artística: “El vídeo te da formas de expresión infinitas. En el vídeo he descubierto muchas más herramientas, muchas más posibilidades de transmitir de las que tenía en la fotografía; es difícil llorar delante de una fotografía, pero no lo es delante de un vídeo. Puedes transmitir mucha felicidad, mucho placer, mucho dolor y compartirlo de forma inmediata”, sostiene, y confiesa que aunque siempre lo consideró “un mundo muy grande, un campo muy amplio”, cada vez lo encuentra más cercano.
Por el momento, Assima anuncia que prepara un trabajo especial, en colaboración con otro artista, para celebrar el 30 de mayo con sus seguidores, videoart que han desarrollado a cuatro manos en los últimos meses y que solo verá la luz el Día de Canarias.
Y aunque el retorno, paulatino, a la normalidad post-pandemia le ha privado de su lienzo (“me quitaron la pizarra, ahora es más complicado”), asegura que, aunque temporalmente se aleje de Fuerteventura para desarrollar nuevos proyectos, la Isla es su destino. “Aquí puse mi bandera”, sonríe. Fuerteventura, cuenta, puso lo demás.
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