Desde 2008 se han quemado 3.000 contenedores, valorados en tres millones, y aunque hay detenciones, los fuegos siguen: nueve de cada 10 son provocados
La dificultad de apagar el vandalismo de los incendios en Lanzarote
Desde 2008 se han quemado 3.000 contenedores, valorados en tres millones, y aunque hay detenciones, los fuegos siguen: nueve de cada 10 son provocados
La proliferación de incendios provocados en Lanzarote preocupa y mucho. El asunto ha pasado a inquietar hasta el punto de que este pasado mes de julio se celebró una Junta Insular de Seguridad para tratar en exclusiva el problema de la quema de contenedores y de vehículos. Era la segunda reunión de este tipo en menos de un mes. Lo que se acordó fue reforzar la vigilancia y las medidas para dar con los responsables, aunque no se han hecho públicas “para garantizar su efectividad”.
Hasta ahora, es un fenómeno imparable. No es un problema nuevo, pero el año pasado ardieron 40 contenedores en los seis primeros meses del año y en 2022 ya van 140 en el mismo periodo, según los datos del Consorcio de Emergencias.
Este año empezó fuerte, con seis contenedores quemados en enero en Tahíche y con varios incendios el mismo día en distintos pueblos. La mitad de los siniestros, aproximadamente, suelen ocurrir en Arrecife, pero también los hay en Playa Honda, Puerto del Carmen, Costa Teguise o Playa Blanca, y en otras localidades más pequeñas. Nueve de cada diez incendios son provocados.
Pero hay ejemplos similares en los años anteriores. En febrero de 2020, ardieron cinco coches de golpe, igual que en abril de 2017. El año anterior, 2016, el Consorcio de Emergencias ya decía que se producía una media de un incendio por semana y dos años después iniciaba una campaña, similar a la de ahora, para insistir en la importancia del civismo y solicitar la colaboración ciudadana a la hora de aportar datos y denunciar, y que consistía en impartir charlas en centros escolares.
El Consorcio decía entonces que el coste de cada contenedor era de 989 euros pero que ese gasto “se tendría que triplicar si se tuviesen que añadir las salidas y actuaciones de bomberos, Policía Local, Guardia Civil o servicios de limpieza, sin sumar los daños que muchas veces generan en las viviendas de alrededor, vehículos o mobiliario urbano”.
La campaña de concienciación se completaba con unas pegatinas, colocadas en cada uno de los contenedores, en las que se advertía del coste y se pedía la colaboración ciudadana para que llamara al 112 si alguien veía una actuación de este tipo.
El Consorcio lleva una estadística de estos incendios desde el año 2008 y los datos no dejan mucho margen para la esperanza si no se toman soluciones diferentes a las arbitradas hasta ahora. Ese año ardieron 248 contenedores y 60 vehículos. Y durante los años siguientes las cifras son similares. El año que más coches se quemaron fue 2009, con 84, y el que menos, 2021, con 34. En cuanto a los contenedores, la franja está entre los 150 que ardieron en 2014 y los 255 de 2017. Entre 2008 y 2021 fueron 720 vehículos y 2.909 contenedores quemados. Sumando los de este año, la cifra sobrepasa ya los 3.000 recipientes calcinados.
Aproximadamente la mitad de las actuaciones que lleva a cabo el Consorcio son incendios y, de esos, la mitad son de contenedores. Durante años, una de cada cuatro intervenciones de los bomberos se dan por este motivo. Por la cantidad, por su permanencia en el tiempo y por otros factores, está claro que no se trata de un hecho aislado.
La Policía Nacional asegura que este año ha detenido ya a cinco personas como autoras de alguno de estos incidentes en Arrecife. Dos de ellas han ingresado en prisión provisional. Y, sin embargo, los incendios se siguen produciendo.
El pasado 1 de julio la Policía detuvo a dos varones, de 29 y 36 años de edad, con antecedentes, por quemar varios vehículos en la calle Tomás Lubary y en otras vías de la capital. La sospecha con la que se trabaja, en este caso, es que se trata de un ajuste de cuentas. Habían utilizado una toalla con líquido inflamable, un acelerador. Es un método común.
En otras ocasiones se usan pastillas para la barbacoa o se hace un reguero de gasolina desde donde se prende para que las llamas corran hasta el vehículo o el contenedor. Y, en otras ocasiones, se provoca el incendio desde una moto. El 27 de mayo se detuvo a otros dos individuos más, de 25 y 32 años, también con antecedentes y el mismo día de su detención, un poco después, ardía un contenedor en la calle Elguinaguaria, por lo que no pudieron ser ellos los responsables.
En mayo de 2020 se arrestó a cuatro jóvenes más, entre 17 y 26 años de edad, uno de ellos con antecedentes. Dos de ellos confesaron que habían participado en otros incendios en enero, febrero y abril, pero si no confiesan es muy difícil asignar varios incendios a una misma persona.
Por otra parte, llegar hasta un juicio y a una posible condena de cárcel es un procedimiento largo, como pasa con otros delitos considerados menores. Si no hay daños personales, que hasta ahora no ha habido, se traduce como “daños con la agravante de incendio provocado”.
Pero la cosa puede ser mucho más grave. El artículo 351 del Código Penal prevé penas de entre diez y veinte años a los que “provocaren un incendio que comporte un peligro para la vida o integridad física de las personas”.
Espinosa, de Emergencias, considera que faltan cámaras de vigilancia
Fuentes policiales señalan que hay diferentes orígenes para el incendio. Uno sería el ajuste de cuentas, si el fuego va dirigido de forma directa a un vehículo, pero también podría ser el acto final de un robo dentro de ese mismo vehículo para borrar cualquier tipo de huella. En otras ocasiones, arden los coches que están aparcados junto a los contenedores y el origen es directamente el vandalismo. Y no se trata ni de una sola persona ni de un solo grupo.
Ese vandalismo no es exclusivo de la Isla. Lo confirma la Policía Nacional, pero no hace falta más que navegar por la prensa local y regional de otras comunidades: un pirómano detenido en Zafra (Extremadura) por quemar 41 contenedores, 60 contenedores quemados en Getxo (País Vasco), cuatro en pleno centro de Zaragoza, incendios en Pamplona, en Santa Cruz de Tenerife... Es un fenómeno extendido.
El gerente del Consorcio de Emergencias, Enrique Espinosa, cree que faltan cámaras de vigilancia en las calles y que hay que invertir más en seguridad, ya que los ayuntamientos no han aumentado su inversión en este sentido en los últimos años. En Playa Honda sí se han instalado cámaras recientemente, pero en Arrecife no. Los incendios se producen a altas horas de la noche, cuando hay menos vigilancia policial.
En casi todas las localidades hay muy poca vigilancia a esas horas: como mucho, una patrulla. Los fuegos, por otra parte, se originan principalmente entre semana, no en fin de semana, cuando hay más vigilancia o más gente en la calle. Desde el Consorcio señalan que no se trata de ninguna broma pero reconocen que no es fácil identificar a los responsables de cada incendio.
Perfil psicológico
En el año 2012, la Policía detuvo en Arrecife a un joven de 22 años por quemar muchos contenedores en una sola noche, haciendo barricadas en medio de varias calles como Aniagua, Triana, Ortega y Gasset, Góngora, México o Portugal. Cuando lo detuvieron estaba tan alterado como desorientado. Dijo que lo hacía “por la democracia y por la crisis”. Su delirio le llevó a no tomar ninguna precaución y lo arrestaron esa misma noche, pero este no es el perfil más habitual.
Quienes los provocan suelen arrastrar problemas sociales o familiares
También hay otros perfiles más cinematográficos. En Deprisa, deprisa, la película de Carlos Saura de 1981 que ganó un Oso de Oro de Berlín e inauguró el llamado cine quinqui, uno de sus protagonistas, El Meca, interpretado por Jesús Arias, quema varios coches, que primero roba. Uno de los miembros le pregunta a otro que por qué los quema, que si lo hace solo para borrar huellas. Le responde que sí, pero añade: “Además, que le gusta al Meca y ya está”. “Joder, es que es precioso”, dice este personaje cuando se aleja del incendio. Su fascinación por las llamas le lleva a quedarse demasiado tiempo mirando su obra y eso hace que la Policía lo acabe pillando. Este personaje podría considerarse un pirómano.
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales incluye la piromanía dentro de los trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta. “Su característica principal es la presencia de varios episodios de provocación deliberada e intencionada de incendios, en los que existe una excitación antes de provocar el incendio, así como una fascinación por el fuego y un placer o alivio al provocarlos o crear falsas alarmas, presenciar o ser partícipes de las consecuencias asociadas al fuego”, señala María de la Paz Vargas, profesora tutora de Psicología Social en la UNED de Lanzarote.
El control deficiente de los impulsos en estas personas se relaciona con una conducta específica, como provocar un incendio, que alivia la tensión interna. Sin embargo, aunque se suele hablar de piromanía para referirse a estas conductas, ese diagnóstico es poco frecuente. Poco más del tres por ciento de las personas que llegan al sistema penal por provocar incendios repetidamente son pirómanos, señala Vargas.
Además, los trabajos científicos sobre posibles perfiles de incendiarios se limitan exclusivamente a los de tipo forestal, “sin que se haya podido determinar un perfil psicocriminológico del incendiario en entornos urbanos”.
A diferencia del pirómano, el incendiario (estas conductas se presentan más frecuentemente en hombres) provoca incendios con premeditación como parte de un trastorno mental o como una forma de expresar rabia, venganza o llamar la atención, hacer un acto de sabotaje o de protesta, ocultar un crimen u obtener beneficios.
El origen más frecuente para estos comportamientos suele estar en problemas sociales, disfunciones familiares, historias de abuso o el uso problemático de sustancias. Por otra parte, los estudios también respaldan la existencia de un efecto de imitación, “por lo que el tratamiento social y mediático de estos fenómenos, al igual que en otras conductas delictivas, puede repercutir en su reproducción”.
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