La intervención se realizó tras la entrega por particulares de restos humanos en la cavidad, uno de ellos datado entre los siglos VIII y IX
La excavación en una cueva sepulcral de El Carrizal de Tejeda arroja nueva luz sobre las prácticas funerarias aborígenes
La intervención se realizó tras la entrega por particulares de restos humanos en la cavidad, uno de ellos datado entre los siglos VIII y IX
La excavación arqueológica en la cueva sepulcral aborigen de El Carrizal de Tejeda ha verificado la presencia de restos de al menos tres individuos, dos infantiles y un adulto joven, y la más que probable sepultura de una cuarta persona de mayor edad, en este sitio de enterramiento en el corazón de la cumbre de Gran Canaria.
Los datos recogidos en esta investigación contribuyen a arrojar nueva luz sobre las antiguas poblaciones y su desarrollo en el ámbito del Patrimonio Mundial del Paisaje Cultural de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria, especialmente en lo relativo a sus rituales funerarios. Además, este depósito adquiere especial relevancia por los individuos infantiles, muy poco representados y en consecuencia escasamente estudiados en contextos funerarios de la isla.
La cavidad es una estrecha y angosta oquedad de apenas medio metro de alto, dos de ancho y tres de fondo. Frente a ella se encuentra una importante acumulación de piedras que, presumiblemente, formaron parte del cerramiento original y que ofrece otra visión de las prácticas funerarias de la antigua población canaria para proteger a los restos mortales de los seres perdidos.
Restos encontrados.
La práctica totalidad de las 249 piezas óseas localizadas en las inmediaciones y en el interior de la cueva, incluidas las halladas en estratos inferiores a la capa superficial, presentan un grave deterioro debido a múltiples factores que abarcan la exposición al sol y otras causas meteorológicas, la intrusión de cabras, perros, aves y roedores, la acción de las raíces o la filtración de aguas, además de las intrusiones humanas a lo largo de las décadas de los ochenta y los noventa, con el consiguiente expolio.
La investigación impulsada por el Instituto del Patrimonio Mundial y la Reserva de la Biosfera del Cabildo se realizó a raíz de la entrega por parte de particulares de restos humanos procedentes de la cueva, que fueron puestos a disposición de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
A partir de ese momento, los retos pasaban por rastrear la posible presencia de más individuos, determinar el estado de conservación del enclave patrimonial, obtener dataciones radiocarbónicas y plantear medidas de conservación y protección para prevenir nuevos expolios. Además, el enclave ha sido topografiado y georreferenciado con técnicas de fotogrametrías en 3D.
Los resultados de esta intervención arqueológica, guiada por las nuevas técnicas y sistemas de documentación, certifican el enterramiento en el lugar de dos cuerpos infantiles, uno de ellos con una edad comprendida estimada entre los 4 y los 5 años, y otro entre los 9 y los 10, además de dos adultos. El de aparente mayor edad es consignado por el hallazgo de piezas dentales desgastadas, aunque su avanzado deterioro podría guardar relación con otras causas.
Envolturas vegetales
La campaña también ha recuperado envolturas vegetales, como trozos de esteras, así como hoja de pino sin carbonizar. Otras intervenciones de contextos funerarios de la isla han comprobado la existencia de este tipo de arropamientos en individuos infantiles, así como la introducción en los fardos funerarios de acículas de pino para rellenar y dar consistencia al conjunto, sin descartar sus propiedades aromáticas, desecantes y antisépticas.
Asimismo, el análisis de la localización de los restos humanos y orgánicos ha permitido establecer la posición original en la que fueron depositados los cuerpos, con el tronco y la cabeza orientados de norte a sur, es decir, hacia el fondo de la cavidad, y las extremidades inferiores hacia el acceso. Se ha valorado la posibilidad de que el bloque encontrado en mitad de la covacha operara como elemento de división del espacio para la colocación de los cuerpos.
Igualmente, se han extraído muestras para su datación en laboratorio para establecer la cronología de las sepulturas, así como para saber si se produjeron próximos en el tiempo o se trató de una recurrencia, o incluso si existe un grado parental cercano. La cumbre de Gran Canaria cuenta con un número escaso de dataciones que abarcan desde el siglo III al XV, en el momento de la conquista castellana.
El equipo tomó muestras para la clasificación y análisis de los elementos orgánicos, así como de los huesos seleccionados para las muestras de datación, para someterlos a analíticas de ADN e isotopos estables. La datación de uno de ellos aporta una fecha que corresponde a un periodo estimado entre los siglos VIII y IX, lo que establece una continuidad en el ritual funerario en cueva en esta parte de la isla. Todo el material recuperado ha sido entregado en las dependencias del Departamento de Ciencias Históricas de la ULPGC.
El estudio concluye también que las alteraciones naturales sobre los huesos por la exposición al sol y al agua, sobre todo de los desplazados hacia el exterior de la línea de visera de la cavidad, así como la degradación y meteorización de la cueva, junto a los procesos de derrumbe parcial de la techumbre, han podido afectar de manera directa al estado y posición originales de los vestigios, sobre todo de aquellos restos que se encontraban más próximos a la abertura de la cavidad, y en el lateral derecho, donde habrían sido hallados y retirados sin metodología arqueológica los restos humanos en los años ochenta.
La excavación coordinada e impulsada por el Instituto del Patrimonio Mundial y la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria fue encargada a la sociedad cooperativa Prored y contó con la colaboración del proyecto IsoCAN sobre la colonización de espacios insulares, iniciativa financiada por el Consejo Europeo de Investigación y dirigido por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) con apoyo de la Universidad de La Laguna, que realiza el estudio bioantropológico de los restos.
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