La reducción del palmeral es consecuencia, en gran medida, del cambio del uso del territorio en favor de la agricultura, el aprovechamiento de los recursos y la disminución de los periodos de lluvia
La falta de agua y las cabras llevan a un estado preocupante al palmeral de Las Peñitas
La reducción del palmeral es consecuencia, en gran medida, del cambio del uso del territorio en favor de la agricultura, el aprovechamiento de los recursos y la disminución de los periodos de lluvia
El Barranco de Buen Paso atesora, probablemente, el último reducto de palmeral canario puro de Fuerteventura. Acoge alrededor de medio centenar de ejemplares de palmera canaria (Phoenix canariensis) descendientes de las palmeras que llamaron la atención de los conquistadores a comienzos del siglo XV, tal y como recoge la crónica de Le Canarien.
Seis siglos después, el estrés hídrico, los efectos del cambio climático, la amenaza ganadera y la falta de un proyecto sólido de reestructuración y naturalización de este hábitat natural hacen que la situación del palmeral sea preocupante.
Carlos Samarín es ingeniero agrícola y técnico especialista en reforestaciones y restauración ecológica de hábitats degradados de la Consejería de Política Territorial, Sostenibilidad y Seguridad del Gobierno de Canarias, institución que en 2012, en colaboración con el Cabildo de Fuerteventura, llevó a cabo un proyecto de reforestación del palmeral de Las Peñitas, mediante la cofinanciación con fondos europeos. Samarín defiende la importancia del palmeral de Las Peñitas manifestando que este es “el origen de la palmera canaria en todo el resto del archipiélago”.
Explica cómo “la palmera canaria surgió de un tipo de palmera existente en el continente africano y cuyo material genético llegó, por algún motivo, a la isla más cercana al continente, Fuerteventura. A partir de ahí, se fue a otras partes del Archipiélago y dio paso, más tarde, a su uso como especie ornamental, constituyendo en la actualidad una de las palmeras de porte arbóreo más cultivadas a nivel mundial”.
Su tesis la corrobora el técnico ambiental, Marco Díaz Bertrana, quien señala que la importancia de ese palmeral está en “el acervo genético. Probablemente, algunas de estas palmeras, que siguen vivas, tienen más de cien años, lo que significa que nadie las plantó sino que son hijas de las antiguas”.
El palmeral, situado en el Barranco del Buen Paso, en pleno Parque Rural de Betancuria y a medio camino del sendero de Las Peñitas, que conecta los municipios de Pájara y Betancuria, es solo una pequeña parte del que debieron ver los conquistadores, cuya extensión debió haber llegado en el pasado hasta la costa de Ajuy.
Carlos Samarín explica que la reducción del palmeral es consecuencia, en gran medida, del cambio del uso del territorio en favor de la agricultura, el aprovechamiento de los recursos y la disminución de los periodos de lluvia, que han dado pie a que “su distribución natural vaya a menos o se hayan ido cambiando los ámbitos o lugares de ocupación que existían hace 500 años”.
La situación extrema del palmeral obligó al Gobierno de Canarias allá por el año 2007 a iniciar medidas de emergencia que se basaron, principalmente, en la realización de una serie de riegos de apoyo con los que poner freno a la degradación y pérdida de ejemplares. Cinco años después, la Viceconsejería de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias, en colaboración con el Cabildo de Fuerteventura, impulsó el repoblamiento del palmeral a través del ‘Proyecto Monteverde. Cooperación euroafricana para la mejora forestal de la región atlántica desde el conocimiento y la lucha contra la desertificación', una iniciativa cofinanciada a través del Fondo Europeo de Desarrollo Regional.
La iniciativa se presentó como una oportunidad para regenerar el palmeral y crear un hábitat similar al que existió en el pasado. Mucho se habló y escribió sobre aquel proyecto piloto, contemplado para dos años de duración, 2012 y 2013, y con un presupuesto cercano a los 200.000 euros.
El proyecto contemplaba la reintroducción de palmeras a partir de semillas del propio palmeral puro de Las Peñitas, con la intención de garantizar la especie y la plantación de otras especies comunes en la Isla como tabaibas, jorjados, tarajales, acebuches y almácigos junto a otras propias de climas más húmedos pero que aún sobreviven en Fuerteventura como la lavándula, el cornical, el romero marino, el tajinaste, la coronilla, la pulicaria y el esparragüelo. Se trataba de emplear algunas especies con un sistema radicular potente, capaces de elevar el agua de las capas subterráneas hacia la parte superficial, que es donde tienen acceso otras especies como la palmera canaria.
Además, se llevó a cabo un vallado perimetral, y en ocasiones individual, para aislar a las palmeras de la amenaza de herbívoros como la cabra y el conejo; se eliminaron especies vegetales invasoras; se realizaronmejoras en la estructura del suelo y tratamientos específicos de riegos de apoyo y abonos foliares (con hormonas) de rápida asimilación y tratamientos de inducción radicular, cuyo objetivo era garantizar el máximo porcentaje de arraigo entre los ejemplares.
La iniciativa sufrió varios altibajos. Las roturas de vallados, el asalto de las cabras y la lentitud de los resultados fueron mermando la ilusión. También su corto periodo de ejecución. Samarín explica que el “objetivo inicial era que se pudiera seguir trabajando en el palmeral, pero las dificultades y el hecho de que la Administración no haya sido capaz de articular un proyecto específico”, que diera continuidad a la idea inicial, hicieron que el estado de preocupación regresara al palmeral.
Nuevas palmeras
En total se plantaron más de 1.000 ejemplares de distintas especies de las que 150 eran palmeras canarias. De estas sobrevivieron, aproximadamente, un 20 por ciento. Tampoco terminaron de prosperar algunas especies de la cohorte de vegetales. Al final, acabaron manteniéndose, sobre todo, las de ciclo corto, aquellas especies que nacen, se reproducen y mueren en pocos años como la coronilla y la pulicaria.
El citado especialista en reforestaciones cree necesario articular, en zonas como Fuerteventura, mecanismos de riego de apoyo durante las primeras etapas del establecimiento y mejoras en el suelo. Se trataría de “jugar con la cohorte de especies acompañantes para saber cuál es la vegetación que debe acompañar a las palmeras”. Para ello, plantea especies como “las leguminosas, muy importantes en Canarias, pero también las más apetecibles por herbívoros como cabras y conejos”.
Precisamente, la cabra se ha convertido en una de las peores enemigas del palmeral. Samarín insiste en que “la actividad ganadera de suelta sin pastor de la Isla dificulta proyectos como este” y hace que “te replantees apostar por este tipo de iniciativas si no está clara la capacidad para gestionar y controlar la actividad ganadera”. “La introducción de unas pocas cabras dentro del palmeral repoblado durante unas pocas horas puede echar por tierra el trabajo de dos años”, lamenta.
“La situación del palmeral es preocupante porque la palmera canaria tiene que estar siempre conectada a un flujo de agua, por lo general aguas subterráneas"
Marco va más allá y asegura que “las cabras no dejan regenerar el palmeral porque se comen todas las plantas que van saliendo y eso hace que si no hay brotes no haya luego palmeras. El palmeral se está manteniendo con las palmeras viejas, lo que hace que no haya continuidad generacional”.
El otro gran enemigo del palmeral de Las Peñitas es la falta de agua que arrastra al estrés hídrico a las palmeras. Samarín explica cómo una de las causas de ese estrés hídrico está en el cambio de periodicidad de las lluvias. “Ya no llueve la misma cantidad y con la misma periodicidad de antes. Este palmeral tiene la capacidad de supervivencia muy limitada y ajustada y no tiene recursos propios o reservas que le permitan un mínimo margen de maniobra para soportar un incremento de las situaciones de estrés, por lo que cualquier alteración en el régimen y la periodicidad de disponibilidad hídrica lo va a resentir”, comenta.
Marco Díaz Bertrana explica cómo las palmeras del lugar se han estado aprovechando del riego agrario hasta que la agricultura desapareció de la zona. “Las actividades agrícolas han cesado y las palmeras lo han sentido porque muchas de ellas han llegado allí porque el hombre hizo una modificación que las favoreció, pero cuando el hombre se va y cesa la actividad agrícola la palmera también se va porque se estaba beneficiando de una actividad que, de manera lateral, hacía que tuviera su supervivencia garantizada”.
Para este especialista, “la situación del palmeral es preocupante porque la palmera canaria tiene que estar siempre conectada a un flujo de agua, por lo general aguas subterráneas, de ahí que estén siempre en barranquillos donde los puntos del nivel freático no están muy lejos”.
Según este especialista en palmeras, una de las características que manifiesta la falta de agua es que la copa de la palmera en vez de tener 360 hojas verdes empieza a disminuirlas en función del grado de sequía que hay.
Samarín lamenta que no continuase el proyecto e insiste en que una iniciativa de reestructuración de zonas áridas requiere de un macroproyecto, formado por un equipo multidisciplinar y con tiempo suficiente para llevarlo a cabo. “Dos años es solo el escaparate de partida”, manifiesta.
Plantea como posibilidad para recuperar el palmeral la oportunidad de redactar un proyecto, no solo desde la Administración, sino también desde la custodia del territorio, donde los propietarios del palmeral puedan poner en valor el espacio y sacarle un rendimiento.
Destaca la potencialidad del lugar para crear iniciativas como las visitas turísticas, si el espacio lo permite. “Tiene muchas cosas interesantes, no solo la riqueza del palmeral sino también potenciar la zona de visitas, la posibilidad de plantar una elevada variedad de taxones diferentes de flora, dar a conocer los grabados podomorfos que hay en la parte alta, la cercanía a la ermita de la virgen de la Peñita, es zona de alto valor ornitológico... Es un lugar donde confluyen muchas cosas que hacen agradable la visita”, manifiesta.
“Invertir en naturaleza es generar actividad económica”, insiste este técnico agrícola, que apuesta por poner en valor “el compromiso que trasladaron los propietarios que, en su día, apostaron por el lugar, autorizando a la Administración a trabajar en la zona y luego que haya un compromiso de las administraciones a medio y largo plazo con un proyecto y capacidad de gestión a diez o veinte años”.
Se trataría, explica Samarín, de un proyecto compartido entre el asociacionismo (custodia del territorio) y las instituciones públicas, donde estas últimas se encargarían de financiar o cofinanciar, además de supervisar y fiscalizar la correcta ejecución del proyecto aprobado. Se apostaría por vincular a la sociedad, a través de ONGs, colectivos vecinales, grupos de senderistas o centros de enseñanza, y donde la familia propietaria del lugar pudiera aprovechar esta iniciativa.
Comentarios
1 Bambam Mar, 16/07/2019 - 13:21
2 Anónimo Mar, 16/07/2019 - 13:31
3 Leonardo Mar, 16/07/2019 - 15:38
4 Paco Mar, 16/07/2019 - 20:10
5 Marta Mar, 16/07/2019 - 21:33
6 Lola Mié, 17/07/2019 - 09:44
7 Anónimo Mié, 17/07/2019 - 10:22
8 Carlos. Mié, 17/07/2019 - 10:36
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