Constatan que las plantas con un porte leñoso, como las jaras, escobones, brezos y tedera, han podido sobrevivir en las inmediaciones del cráter
La velocidad de recuperación de la biodiversidad en La Palma sorprende a los científicos
Constatan que las plantas con un porte leñoso, como las jaras, escobones, brezos y tedera, han podido sobrevivir en las inmediaciones del cráter
La velocidad a la que se está recuperando la biodiversidad en el ámbito de influencia del volcán de La Palma está sorprendiendo a los científicos.
Más a los que analizan el proceso en la superficie terrestre que a los que monitorizan la parte subacuática de las fajanas o deltas generados por la llegada de la lava al mar, pues cuentan con una referencia reciente: la erupción del Tagoro, el volcán submarino de El Hierro (2011).
Manuel Nogales, del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA) del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), reconoce a Efe que pensaba que la flora y la fauna "tardarían más" en salir adelante tras una situación tan extrema como una erupción volcánica.
Pero el equipo que lidera el CSIC, y con el que colabora un técnico del Cabildo de La Palma y una bióloga contratada por la empresa pública Gesplan, está constatando la "increíble" capacidad de adaptación de algunas especies, tanto vegetales como animales.
Por ejemplo, hay pinos en los primeros 500 metros más cercanos al volcán que empezaron a brotar un mes después de finalizar la erupción, incluso a las tres semanas. Había brotes hasta en ejemplares situados en el mismo borde de la cara interna del volcán.
Ahora bien, Nogales calcula que en torno al 70 por ciento de esos pinos probablemente "no salgan adelante", pues se han ido secando a lo largo del verano.
Explica que los pinos brotan por las células parenquimáticas, con capacidad para resistir altas temperaturas, pero la clave está en si la raíz resistió o se carbonizó. Y lo más probable, apunta, es lo segundo, estando esos ejemplares tan cerca del cráter.
Más allá de esos 500 metros el follaje afectado del pinar es de un 20 %, cuando llegó a haber afecciones del 100 %, apunta Manuel Nogales.
El aspecto del pinar ha pasado de ser "completamente marrón" a caqui en primavera y "perfectamente verde" a finales de verano.
El equipo de científicos que monitoriza la biodiversidad en La Palma lleva nueve meses, desde que finalizó la erupción, analizando su evolución con un trabajo de campo que ha repartido en dos zonas, a su vez divididas en cuadrículas de 30x30 metros, en las que hacen un censo periódico del estado de la vegetación y de la fauna.
Una de esas zonas es de pinar, el más afectado por la emisión de gases durante la erupción, en un eje que parte del cono del volcán y se extiende hasta los siete kilómetros; la otra discurre por el borde de las coladas, a partir de los 200 metros, desde el cono hasta el mar.
Sobre las coladas de momento no están trabajando porque "ahí casi no hay vida, hay demasiado calor", señala Nogales.
Lo que han podido constatar de la observación de la flora es que las plantas con un porte leñoso, como las jaras, escobones, brezos y tedera, son las únicas que han podido sobrevivir en las inmediaciones del cráter.
Un poco más lejos hay profusión de verodes, retamas y tabaibas, pero las herbáceas desaparecieron, bien por el calor o porque acabaron sepultadas por las toneladas de cenizas que escupió el volcán.
Los lagartos, los peor parados
Esto ha acabado repercutiendo en la fauna, en especial en los reptiles, lagartos y perenquenes o salamanquesas, como se les conoce en La Palma.
Por un lado, la ceniza tapó muchos de sus refugios, con lo que algunos ejemplares no pudieron salir y murieron, y otros no pudieron entrar y resguardarse de sus depredadores, las aves de presa.
Otros directamente fallecieron por inanición porque la vegetación o los insectos de los que se nutren desparecieron en "una especie de colapso ecológico".
Los invertebrados siguen siendo "muy escasos" en el entorno más próximo al volcán y así solo se aprecian ejemplares de gran talla o que vuelen bien, como libélulas, saltamontes y algunos escarabajos con alas.
En las zonas de pinares en ocasiones han visto "explosiones" de algunos insectos cuyas larvas se desarrollan en los troncos.
Las aves, apunta Manuel Nogales, "escaparon mejor" gracias a su movilidad.
Algunas especies tardaron unos cuatro meses en regresar a sus hábitats, como el pinzón vulgar.
En la franja de costa, donde la lava creó las fajanas, las gaviotas adaptaron "casi a diario" su dieta, en función de "lo que mataba el volcán": cangrejos, lapas o peces.
Esa misma "plasticidad trófica" demostraron los cernícalos, que ante la ausencia de lagartos comenzaron a cazar otras aves.
Un laboratorio evolutivo
Manuel Nogales hace hincapié en la posibilidad que la erupción en La Palma le ha brindado a la comunidad científica para "comprobar cosas que hasta ahora no se había podido", como por ejemplo esa capacidad de adaptación.
"A todas estas características evolutivas les hemos ido dando todo tipo de explicaciones: que si periodos de sequía, que si adaptaciones a cuellos de botella genéticos... pero están relacionadas con las erupciones", pues son periodos en los que "colapsan los ecosistemas y quien sobrevive marca el carácter evolutivo", asevera Nogales.
El equipo liderado por el CSIC colabora con la Universidad de Gottingen (Alemania) en el estudio molecular del comportamiento de los pinos para responder a situaciones de alto estrés y también con un grupo de investigación de Suiza sobre la colonización bacteriana de la ceniza volcánica.
Además, tiene pendientes otras líneas de trabajo en La Palma, como el estudio de los kipukas, o islas de vegetación en medio de las coladas, y de otras zonas para predecir cuánto tardarán en colonizarse las zonas invadidas por la lava.
tremenda colonización bajo el mar
Bajo el mar, el ritmo de recuperación ha sido igual de rápido. Eugenio Fraile, investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO), explica a Efe que ya a los cuatro meses en la zona de las fajanas presenciaron "una colonización tremenda", sobre todo de "organismos oportunistas", con ciclos de vida corta, como bacterias, hydrozoa, cnidarios, poliquetos, pequeños moluscos (serpullidos y spirorbidos) y microalgas.
Estos organismos son "la base" sobre la que se sustentará la nueva colonización de las fajanas en las rocas submarinas, ya que en las subaéreas "prácticamente no hay vida, no hay nada".
Serán el sustrato del que se alimentarán las especies pelágicas, esto es, los peces.
Fraile explica que una cosa es que por las fajanas ya se puedan ver peces, pero estos "están de paso. No se quedan porque no hay nada que comer" allí.
Los científicos tienen ejemplos cercanos, tanto por proximidad geográfica como temporal, para vaticinar cómo será la biodiversidad en la zona invadida por la lava en el plazo de un año, año y medio.
Por un lado está la fajana creada por la erupción del volcán San Juan (1949), muy próxima a las de la más reciente en La Palma.
Allí las rocas están "perfectamente colonizadas, con una biodiversidad tremenda".
Y luego está el Tagoro, el volcán submarino de El Hierro (2011), donde "al cabo de año y medio, dos años, había una vida tremenda" y hoy por hoy "está mejor" que antes de la erupción. "Es un oasis de vida", apunta Eugenio Fraile.
El investigador del IEO incide en que "hay que darle un tiempo" a los procesos volcánicos submarinos, pero un decenio es "más que suficiente" para que haya una colonización "realmente significativa", aunque en el caso de los corales, que tienen un ciclo de crecimiento muy bajo, haría falta un poco más de margen.
En cuanto a los daños causados por la última erupción en La Palma, admite que la lava alcanzó grandes profundidades en una zona especial de conservación (ZEC), pero que será cuestión de tiempo que vuelva a estar como antes, incluso mejor.
"No vamos a perder nada. Por eso no hay que preocuparse", remacha Fraile.
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