Teresa Correa e Izabella Jagiełło instalan en la plaza de El Almacén en Arrecife una exposición en la que retratan a personas que perdieron su casa por el volcán
Nuevo paisaje de emociones de una isla tras el volcán
Teresa Correa e Izabella Jagiełło instalan en la plaza de El Almacén en Arrecife una exposición en la que retratan a personas que perdieron su casa por el volcán
“Cuando sucedió, las nubes no se tocaban. La tierra arrebató hogares y marcó a familias. Fue de repente, sin avisar, como siempre son las catástrofes. Cuando llegó el momento, apenas si tuvieron diez minutos. Decidir, buscar y llevarse una sola cosa. Diez minutos, un objeto y una despedida para siempre”. La presentación escrita por la comisaria Inés R. Artola para la exposición Donde las nubes no se tocan, de Teresa Correa e Izabella Jagiełło, avanza una parte del método de trabajo que emplearon las artistas para fotografiar a vecinos y vecinas de La Palma que perdieron su casa por el volcán.
La exposición se inaugura este viernes, en la plaza de El Almacén, como anticipo al encuentro fotográfico 29/13, que se dedica este año en noviembre al hogar y la familia. “En La Palma hay dos volcanes, el que surgió de dentro hacia fuera y otro que aún sigue, el de la desesperanza porque no llegan las ayudas”, dice Teresa Correa, aunque asegura que habla en nombre de las dos artistas, porque en este proyecto han querido diluir la autoría de ambas, una fotógrafa y una artista plástica, en una única voz.
Correa tiene vinculación con La Palma desde hace veinte años, y cuando surgió el volcán pensó que debía hacer algo. La comisaria de la exposición, con la intuición de que de ahí podía salir algo, pensó que podía ser buena idea ponerla en contacto con Izabella, una artista polaca que ya había trabajado en las islas, aunque no se conocían hasta ahora.
“Sin haberse visto antes, asumieron el riesgo de emprender una expedición juntas. Realizar un viaje que, más que al centro de la tierra, las adentraba en el centro de vivencias y de almas. Entonces acordaron realizar un homenaje, sutil como los trazos finos de un dibujo, honesto como solo pueden ser los retratos. Directo y simbólico como lo son, si nos paramos a pensar, todos los objetos que nos rodean día a día”, dice Inés Artola.
El proyecto es parte de una iniciativa más amplia que se llama Archivo de invisibilidad. El canto oculto. “Todo el proyecto es un compromiso: salir al encuentro a ver qué nos encontramos, sin nada preconcebido”, dice Correa. “Eso nos ha ido marcando y se trata de dar voz a estas personas afectadas por el volcán y que aún esperan por una solución”.
Todas las personas retratadas en esta exposición perdieron su casa por el volcán. Las artistas se pusieron en contacto con la asociación Revivir el valle, un “proyecto de intervención comunitaria para la resiliencia social”.
Acudieron a una reunión que se llevó a cabo en el Museo Benahorita entre vecinos y cargos públicos y dieron a conocer su proyecto. Muchos vecinos quisieron participar y dejarse retratar con uno de los objetos que decidieron salvar en los diez minutos que tuvieron para sacar sus pertenencias. Les retrataron, durante esta primavera, en el lugar que cada una de esas personas escogió.
Entre las personas retratadas hay de todo. No existe un perfil determinado ni un patrón en cuanto a los objetos ni los lugares, pero sí hay algo que se repite: “la tristeza de aparecer en un sitio en el que no quieren estar, porque quieren estar en su casa y porque la herida sigue abierta y cada vez es mayor”.
“Se me quedó grabada una frase de una mujer -señala Teresa Correa- que dijo, mirando al volcán, que para ella todo eso es un borrón negro y no sabía en qué parte de ese borrón negro estaba su casa”. “En realidad, se trata de un duelo”, añade.
El proyecto artístico seguirá, se irá completando, y no solo con retratos de estas personas sino con la huella del paisaje, que no es solo un nuevo paisaje geográfico, sino también un nuevo paisaje de emociones en el que “los objetos que ellos rescatan también son un archivo”.
Mientras esperan por las ayudas que no llegan y ven cómo trabajan las excavadoras, muchas personas mayores aún viven con la esperanza vana de que las máquinas van a poder desenterrar su casa intacta y devolvérsela. A pesar de eso, las artistas intentan “trabajar en positivo para ser honestas con el sentir de estas personas”.
Por último, Teresa llama la atención sobre el hecho de que muchos lugareños empiezan a conocer el volcán como “la chocha” porque parece una vulva. “La isla, ahí, sí es matria”, asegura.
El proyecto artístico seguirá, se irá completando, y no solo con retratos
“Familias y hogares que contemplamos en silencio y divisamos en rostros, paisajes, objetos. Las vemos en un reloj heredado, que susurra al oído la historia oculta de generaciones: el desperezar del tiempo, el latido interno que ahonda sus raíces en las profundidades de la memoria. También en animales, plantas, semillas que son familia, que son hogar. Que son calor, cuidados, compañía: amistad incondicional, fiel y sin enjuiciamientos. Distinguimos familias que se esparcen por el globo y fundan hogares. Microcosmos que caben en una sola maleta. Mantas que arrullan, colmadas de recuerdos en cada gesto de su bordado. Sentimos hogares cuyos cimientos se tambalearon, haciendo que la memoria mecánica del día a día se torne frágil y voluble de repente. Hogares que pierden su suelo. Marcos que ya no pueden posar sus recuerdos. Diez minutos en los que despedir toda una vida y llevarse solo una cosa. ¿Qué te llevarías tú?”.
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