MEDIO AMBIENTE

Presencia de microplásticos en las aguas de riego de Fuerteventura

Investigadores de la Universidad de La Laguna confirman la existencia de estos elementos en suelos agrarios de la Isla y la necesidad de mejorar el sistema de filtrado en depuradoras ante la presencia de microfibras en cultivos

María Valerón 0 COMENTARIOS 18/02/2022 - 08:12

Los microplásticos ya han llegado a las aguas de riego de Fuerteventura, y, por tanto, también a los cultivos. Esta es la conclusión principal a la que ha llegado el equipo científico del Grupo de Investigación de Química Analítica Aplicada de la Universidad de La Laguna (ACHEM, por sus siglas en inglés) en el que es el primer estudio en materia de presencia de microplásticos en suelos de Canarias.

El trabajo ha sido publicado en la revista científica Science of the Total Enviroment y supone la continuación de una investigación iniciada por Raquel Pérez Reverón en su trabajo final de grado de Ciencias Ambientales; la antigua alumna es hoy la primera autora del artículo, que firma junto a los profesores e investigadores Javier Hernández Borges y Francisco Javier Díaz Peña y distintos científicos y científicas del grupo ACHEM.

La investigación, realizada en la Granja Experimental de Pozo Negro, concluye que los suelos agrarios que reciben aguas residuales depuradas cuentan con una concentración de microplásticos hasta veinte veces mayor que en el caso de los cultivos procedentes de aguas desalinizadas. El posterior análisis directo sobre las muestras de agua de las depuradoras de Puerto del Rosario, Antigua, Gran Tarajal y Tuineje confirmó que el origen de los microplásticos en los suelos analizados no era otro que las propias aguas residuales, que, aunque pasan por distintos procesos de depuración y filtrado, mantienen la presencia de microplásticos.

“Decidimos realizar el muestreo en la Granja Experimental porque contaba con parcelas que se dividían en dos tipos de suelos diferentes (uno más arcilloso que otro), pero que tenían las mismas condiciones de riego: una parte de las parcelas era regada con aguas depuradas y otra parte con agua desalinizada. Además, a modo de control, cogimos muestras en la zona donde no había cultivos para conocer la forma original del suelo sin recibir agua”, explica Pérez Reverón, que señala que, además, se sumó un muestreo de aguas, para confirmar el origen de los microplásticos, realizado sobre el afluente final (es decir, el agua que se usa para riego) de las depuradoras señaladas.

“Queríamos asegurarnos de que la fuente de microplásticos, en este caso concreto, era el agua de riego, porque nuestros suelos no tenían otra fuente de exposición. En otros estudios, porque este es un problema global no solo de Fuerteventura, otros suelos tienen el riesgo de contar con microplásticos por el uso de los lodos de depuradora (que se utiliza como compost en agricultura) o el uso de plásticos en el trabajo agrícola... Pero en este caso no, así que queríamos asegurarnos de que era la fuente”, explica la investigadora. En total, fueron recogidas cuarenta y ocho muestras de suelo y sesenta muestras de agua, para su análisis en laboratorio.

La investigación es la primera en materia de microplásticos en suelo agrario en Canarias

Los microplásticos encontrados en los muestreos fueron, fundamentalmente, las llamadas microfibras sintéticas, es decir, las partículas plásticas que componen gran parte de los tejidos que se utilizan en la actualidad. “En cada lavado liberamos cantidades importantes de esas microfibras porque nuestra ropa está compuesta bien por tejidos naturales (algodón o lino), semi-sintéticos (celulosa, pero tratada) o bien cien por cien sintético (poliéster, nylon). En cada lavado, las lavadoras liberan cantidades importantes de fibra, que van a las estaciones depuradoras de agua”, explica Javier Hernández Borges, doctor en Química y profesor de Química Analítica en la ULL participante de la investigación.

“Los estudios que tenemos en la actualidad señalan que las estaciones depuradoras de agua son capaces de retener entre un 70 y un 99 por ciento de la fibra, dependiendo de la tecnología, de la antigüedad de la maquinaria... Como la depuradora no es capaz de retener todos los microplásticos, hay un porcentaje que sigue en esas aguas y, por tanto, si las aguas residuales depuradas van al mar, esos microplásticos también; ocurre lo mismo con los suelos”, señala Hernández, que señala otros hallazgos en este sentido por parte del grupo de investigación en Química Analítica Aplicada (ACHEM): “Encontramos microplásticos en nuestros estudios de sedimentos marinos, en los estómagos de los peces. Se repite el mismo patrón: microfibras transparentes y azules, de unas longitudes determinadas”.

El estudio en materia de suelos es, señala Hernández Borges, una línea de investigación reciente: “Ya se comienza a ver que en los suelos hay hasta cuatro y veintitrés veces más presencia de microplásticos que en el mar. Tendemos a pensar que son exclusivos del medio marino y no es real, están presentes en todos los espacios ambientales: en el suelo, en el aire, en las aguas, en la biota, no solo en los océanos. Debemos tomar consciencia porque en los suelos hay y de manera muy importante”.

Concienciación, antes de consecuencias

Si bien los investigadores señalan que la línea de estudio aún es muy joven y aún se está evaluando el verdadero alcance y repercusión que podrían tener los microplásticos sobre los medios naturales, coinciden en que los efectos ambientales en el medio y largo plazo son una realidad de la que se debe tomar consciencia. “Es particularmente importante este hallazgo en suelos porque las microfibras pueden cambiar sus propiedades físicas, químicas y biológicas. Por un lado, pueden cambiar la porosidad al suelo, lo que plantea una serie de problemas; por otro lado, pueden liberar contaminantes químicos; y por otro, también afecta a nivel biológico porque pueden ser ingeridos por cualquier organismo de los suelos, sobre todo las lombrices ”, explica Hernández Borges.


Raquel Pérez Reverón.

El estudio detectó la presencia de microfibras en las aguas destinadas a riego, de depuradoras

Además, una de las consecuencias más graves, y aún por confirmar, podría darse en la fragmentación de estas micropartículas: “Hay estudios que hablan, incluso, de que si los microplásticos (partículas plásticas de entre 1 micra y 5 milímetros) se acaban fragmentando y pasan a la categoría de nanoplásticos (por debajo de 1 micra de tamaño) no sólo sería mucho más complicado de detectar, sino que ya se baraja la hipótesis de que pueda producirse una traslocación, esto es: que desde el suelo puedan entrar a las raíces y llegar, incluso a las hojas”.

El también coordinador de ACHEM destaca la importancia de atender a los datos y tomar consciencia sin, por otro lado, rechazar el modelo de uso de agua depurada: “Fuerteventura, como Lanzarote, son zonas que están en riesgo de desertificación, donde se añade con el problema del cambio climático la falta de lluvias: el uso de agua desalada o depurada es la única manera de aportar agua; solo se necesita que se tome en cuenta los microplásticos en el proceso de depuración, que no deja de ser un contaminante reciente y requiere cada vez más atención”.

También en esta línea incide la investigadora Raquel Pérez Reverón que señala que el uso de aguas residuales supone “reconvertir un residuo en un producto, en un recurso hídrico dentro de una isla con pocos recursos hídricos, con beneficios no solo económicos sino también ambientales”. “La solución no es no utilizar esas aguas, sino exigir que al igual que se analiza con un tratamiento biológico se añadan procesos para retener estos microplásticos que hay que controlar: adaptar las tecnologías y crear conciencia desde casa, para que tratemos de usar más algodón (microfibras naturales) y menos poliéster, por ejemplo”, señala.

"No se trata de rechazar el modelo de agua depurada, sino de monitorizar y mejorar la filtración"

Hernández explica que las soluciones tecnológicas pasarían por “tener en cuenta, en primer lugar, los microplásticos como un contaminante emergente; es un nuevo contaminante que tener en consideración y se hace necesario monitorizarlos en las depuradoras y tratar de aplicar nuevas herramientas tecnológicas para filtrar mejor el agua y evitar que acaben dispersos en el ambiente”.

En este sentido, el investigador señala nuevas tecnologías de depuración como el sistema de tratamiento final MBR (filtración por membranas), con el que se filtra hasta 0,22 micras: “Aunque no son, tampoco, una garantía de filtración cien por cien, porque en algunos casos se liberan por rotura de alguna membrana, este sistema sí mejoraría sustancialmente la calidad del filtrado”.

Tomar consciencia y tomar acción se convierten ahora, en la palabra de los científicos, en un objetivo prioritario.

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