A bordo del Volcán de Tinamar, este veterano auxiliar de pasaje y “capitán de popa” convierte las 37 horas de la ruta Canarias-Huelva en una agradable travesía musical
Román Quintana, el otro capitán del barco
A bordo del Volcán de Tinamar, este veterano auxiliar de pasaje y “capitán de popa” convierte las 37 horas de la ruta Canarias-Huelva en una agradable travesía musical
Ramón Quintana, al que todo el mundo llama Capitán, ha logrado, con su atención y amabilidad hacia los pasajeros que cruzan las cerca de 700 millas que separan Canarias de la Península, convertir las 37 horas de viaje en una travesía lo más parecido posible a un crucero al más puro estilo de Vacaciones en el mar. “Esto es un sueño para mí”, asegura cuando le preguntan por su trabajo.
Como responsable de la cafetería Ciudade do Funchal del Volcán de Tinamar es también el encargado de poner la banda musical en la ruta CanariasHuelva. Este melómano se decanta por la música melancólica española de los 70. Las voces de Julio Iglesias, Nino Bravo, Camilo Sesto o Raphael forman parte de la estancia a bordo y los propios pasajeros la corean al unísono en más de una ocasión. Tan buena es la relación con el pasaje que algunos clientes son ya amigos. Es el caso del lanzaroteño Francisco, un locutor de radio que le ha grabado algún que otro pen drive de su emisora para ampliar el repertorio musical.
Román Quintana es originario de La Aldea de San Nicolás, al igual que su madre y como su tocayo el político Román Rodríguez que curiosamente fue al colegio con su progenitora. Este profesional del mar dice que soñó siempre con navegar, por ello no duda en asegurar que “es el mejor trabajo que podía haber deseado”. Quizá sea esa satisfacción la que permite que los pasajeros que pasan por sus manos gocen de un viaje placentero. Cuando se encuentra al frente de la cafetería, el servicio está muy bien surtido. Tiene fruta fresca, queso de El Hierro... y una ambientación musical envidiable, comentan los viajeros.
Este auxiliar de pasaje sabe que no todo el mundo lleva bien lo de estar embarcado. Para aquellos menos afortunados que sienten algo más que mariposas en el estómago, como reza una compañía aérea, ofrece un trozo de limón con sal y los acomoda a tomar el aire libre en la cubierta junto a la piscina. Este remedio casero dice que “es mucho mejor que la biodramina”. También le gusta ayudar a las personas mayores a las que atiende en su propia mesa. “Mi abuela que en paz descanse me llamaba ‘el señor del buque’”.
De Vegueta al mar
Antes de embarcarse trabajaba con sus padres en el puesto de verduras y frutas que la familia poseía en el Mercado de Vegueta en Las Palmas de Gran Canaria. Desde niño ya le gustaba estar con sus padres en la plaza de abastos. Precisamente, en sus vacaciones rememoraba con su madre una anécdota de la infancia: a la edad de ocho años su padre quiso que hiciera sus pinitos como vendedor y le dejó al frente de una esquina del puesto para vender por su cuenta unas frutas y verduras. Recuerda con emoción que ese día ganó sus primeras 200 pesetas.
A pesar de su buena relación con el negocio familiar, su vista siempre estuvo puesta en los barcos, cuya navegación podía divisarse desde el Mercado de Vegueta. “Sería un sueño trabajar en un barco”, se decía a sí mismo entonces. El destino quiso que ocupara el cargo de auxiliar de pasaje de la naviera Armas, donde desempeña su labor desde hace 18 años, convirtiéndose en uno de los profesionales del Volcán de Tinamar más veterano.
Fue un cliente habitual del mercado quién le sugirió que realizara los cursos requeridos para acceder a la plaza. Había hecho la promesa de que si conseguía el puesto de trabajo iría a agradecérselo a la Virgen del Pino en Teror. “Estaba necesitado en ese momento y fue una bendición”, relata. Agradece a la naviera la oportunidad que le brindó y lo bien que le han tratado desde entonces, consciente de que ha sido algo recíproco: “Yo también he respondido. Esto tienes que llevarlo en la sangre. Para mí es trabajo y relax, porque el mar me relaja. Además, atender al público es lo que he mamado desde chiquito. A nosotros nos dan un mes de vacaciones y cuando ya llevo veinte días quiero volver a embarcarme. Lo echo de menos, pero porque me gusta”.
"Los capitanes del barco me pusieron el apelativo, decían que era el capitán de popa"
La travesía comienza a las 11.00 horas del miércoles desde el puerto de los Mármoles en Arrecife, a donde arribaron tras soltar amarras a medianoche procedentes de la capital de Gran Canaria, puerto al que regresan esa mañana para luego emprender viaje a Tenerife e iniciar, a las cinco y media de la madrugada, el itinerario de regreso de vuelta al puerto grancanario y Lanzarote, desde donde emprenderán rumbo a Huelva.
Comenta que le gusta mucho la ruta de Canarias-Huelva, una travesía de 37 horas en total desde el puerto más alejado y que realizan todos los jueves para regresar a las Islas desde el puerto onubense el sábado recalando en primer lugar en Lanzarote 26 horas después. Lamenta no haber podido visitar la ciudad choquera con más dedicación en estas escalas. “Tenemos que preparar el viaje de vuelta y a mí me gusta estar fresquito cuando partimos de regreso”.
La convivencia a bordo también es importante. Compartir camarote y pasar tantas horas con el resto de la tripulación hace que sea como su segunda familia. No es de extrañar que sus compañeros le tengan tanta consideración, hasta el punto de considerarlo “capitán”. Fueron los propios capitanes del Volcán de Tinamar los que, metafóricamente hablando, le ascendieron en el escalafón. “Siempre me decían que yo era el capitán de popa por la buena relación y los años que llevamos conociéndonos. A los dos los conozco desde que entraron y gozamos de bastante confianza”. En estos 18 años en la naviera Armas, Román ha visto pasar por el barco más de 200 tripulantes. Y asegura que “no todo el mundo sirve para esto”.
Es padre de familia numerosa. Melody, la hija mayor, es cirujana en Valencia. “Salió al padre en eso de cumplir su sueño, porque desde pequeñita quería ser doctora”. Luego están Ariana, que también trabaja atendiendo al público en el café Regina, Román y Brian, el “pequeño” de 23 años. “Todos trabajando”, dice orgulloso.
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