En sus rutas, Diego Flores relata la vida de las hechiceras en las Islas y revive los viajes del corsario Amaro Pargo
Un juglar majorero invita a conocer brujas, cementerios y piratas
En sus rutas, Diego Flores relata la vida de las hechiceras en las Islas y revive los viajes del corsario Amaro Pargo
El majorero Diego Flores Sáez, que creció en las calles de Corralejo (La Oliva), ha convertido su pasión por la antropología y la historia de Canarias en una forma de vida. Aunque la gestión cultural es una actividad compleja y poco rentable, ha decido emprender un proyecto propio llamado Axis Mundi. “Pensé en formar una empresa que ofreciera servicios relacionados con la cultura, el patrimonio y el ocio educativo en las Islas. Aunque la cultura no me haga rico, aporta mucho a la sociedad”, detalla Diego.
Conocido por su militancia en los inicios de Podemos en Fuerteventura, ha destacado en toda Canarias por su activismo social, muy reivindicativo en la defensa de los derechos de las mujeres, del colectivo LGTBI, y en apoyo de las personas desfavorecidas. En 2013 se licenció en Traducción e Interpretación en la Universidad de Granada y en los últimos meses ha investigado tradiciones y pasajes curiosos de la historia del Archipiélago para organizar rutas didácticas sobre los ritos y la brujería en las Islas y otras experiencias culturales, como una visita para conocer el cementerio de Vegueta o las historias de los piratas en Canarias.
“Los primeros paseos que organicé en Corralejo sirvieron para homenajear el conocido nombre de la localidad, los llamé ‘Somos costeros’ y en ellos contaba anécdotas, visitábamos rincones y recordé a personajes populares”, repasa Flores. Ahora acaba de revolucionar las calles de Corralejo y Puerto del Rosario hablando de brujas, mujeres que fueron marginadas por la sociedad por desarrollar rituales, hechizos y aquelarres.
“La Inquisición en Canarias no fue demasiado dura, ni se quemó a nadie en la hoguera, pero calificar a una mujer de bruja podía suponer que cayera en la pobreza, fuera repudiada socialmente por su familia o tuviera que emigrar, y en la bibliografía de las Islas se documentan muchos episodios de brujería”, asegura Flores.
Resalta, asimismo, que muchas fueron denunciadas, pero, al final, aunque se las condenó a cárcel, las sentencias nunca terminaron de ejecutarse porque “desde el tribunal de la audiencia le pidieron al Santo Oficio que proveyera remedio para las mujeres tachadas de ‘embusteras’ y que no fueran a la cárcel”. La brujería desapareció del Código Penal en 1822.
Francisca Ruiz fue una mujer majorera del siglo XVII que hacía remedios con muelas de asno molidas y también dio un remedio contra un marido que maltrataba, “como cuando se mudó a Lanzarote y le dio uno a una mujer con polvos de diferente estilo y le aconsejó decir una oración”, cuenta Flores.
Según las leyendas, en La Laguna, en 1676 vivía Luysa Pérez, que era una mulata curandera, santiguadora de Fuerteventura. El caso lo cuenta una mujer llamada Sebastiana Reyes, que vivía con ella. Un día, Luysa cogió un ratón grande de una ratonera, lo mató y lo puso a secar encima del horno, luego le quitó los dientes y los molió hasta convertirlos en polvo. Cuando le preguntó para qué eran, le dijo que don Fernando de Saavedra había tenido una amante, le pidió que buscara con quien casarla y que a cambio le daría un manto y una saya de pago. Flores detalla que, “a los pocos días, apareció un hombre en casa de ellas, Carlos, viudo y sedero”, al que le invitó a comer. A este hombre le echó los polvos de diente de ratón entre otras cosas que Sebastiana desconocía. “Días después, Carlos volvió y le pidió a Luysa que le ayudara a buscar una mujer con la que casarse, hablándole de la otra mujer con la que finalmente se casó, por lo que Fernando le dio el manto y la saya”, relata.
“No se quemó a nadie, pero calificar a una mujer de bruja era una condena”
En el siglo XVIII acontece el caso de María Domínguez, que había sido desterrada de Lanzarote en 1729 por haber realizado curaciones en la zona de Femés, siendo su destino Fuerteventura, en La Orilla, por La Oliva. “En la isla majorera siguió realizando sortilegios con su nuera-hija Justa de León, que también realizaba curaciones con oraciones, con casos por ejemplo en Los Lajares”, señala este narrador. La nieta, María de León, continuó esa tradición y aseguraba que leía el futuro derritiendo estaño con una vela y viendo las figuras que adoptaba el estaño al caer en un cuenco con agua. “Esta forma de adivinación, junto con la de las cagarrutas de camellos, fue una de las más típicas de las hechiceras y brujas majoreras”, revela el investigador.
En el año 1765 se registra una de las últimas referencias a las suertes del estaño. “Las brujas eran burlonas, cuelo mensajes muy feministas en mis rutas, y menciono algunos hechizos tenebrosos o historias negras, como la de los ‘niños chupados’ en la que se decía que eran estas mujeres vampiras que chupaban la sangre de los recién nacidos; o la de que hacían sortilegios con plantas recogidas en la mañana de San Juan”, relata este gran narrador.
También habla de poderes sobrenaturales con conjuros para el amor, con los que las brujas hipnotizaban a los maridos para que no las abandonaran o se marcharan a trabajar fuera, lo que suponía pobreza o marginación. Los hechizos contra el maltrato y para curar enfermedades aparecen en historias que datan del siglo XVI y desaparecen en el XVII.
Diego menciona también que, curiosamente, la brujería estaba localizada en las zonas del interior, se habla muy poco del mar, ya que las supuestas brujas vivieron en Casillas del Ángel, Tetir, Tindaya o Betancuria.
Encuentro en julio
Tras el éxito conseguido el mes pasado en Corralejo, las rutas volverán el último fin de semana de julio a Fuerteventura, desde el paseo de Bristol hasta la Plaza Patricio Calero, pasando por la ermita, o, en Puerto del Rosario, desde la iglesia hasta la Plaza de las Escuevas y Hornos de Cal. “También he celebrado rutas de brujas por Telde y me animé a crear una ‘Gastro ruta cultural Ingenio hechizada’, donde hablo de cuentos de brujas, milagros y de cómo los campesinos canarios interpretaban las estrellas”, detalla.
“Otro plan en la noche de San Juan fue una visita al cementerio de Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria, declarado monumento, con sus esculturas de mármol y panteones neogóticos; y las creencias canarias sobre la muerte, almas en pena y tradiciones de San Juan de la ciudad”, plantea.
“Otras excursiones interesantes fueron las dedicadas a la presencia de piratas en Canarias, con una referencia al ilustre corsario Amaro Pargo y los milagros de la Virgen de Candelaria, que también hemos llevado por Las Palmas”, apunta.
En su ruta destaca la figura de Amaro Pargo (nacido en La Laguna en 1768), que amasó una inmensa fortuna, dada su participación en la Carrera de Indias y en otros negocios que le reportaron una cantidad ingente de beneficios. Comercializó con cacao, café, tabaco, la malvasía y otros vinos de la isla de Tenerife, aguardiente o añil, entre otros productos, además de facilitar el intercambio de estos por plata, piedras preciosas, alhajas, porcelana o sedas de China.
Otros pasajes históricos sobre piratería que revive el majorero son las cabalgadas a Berbería, el saqueo de cosechas y el tráfico de esclavos, con la riqueza que generó en ciudades como Las Palmas de Gran Canaria hasta que fueron prohibidas en 1505 por Fernández de Lugo. “Los habitantes de Canarias fueron negros, más que blancos, y menciono la desgracia y esclavitud en la que caía un hombre si era homosexual. Canarias no fue blanca y hetero”, sentencia.
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