MEDIO AMBIENTE

Un plan para frenar el grave declive de la lechuza canaria oriental

“La lechuza es una de las especies más sensibles a las perturbaciones humanas”

M.J. Tabar 0 COMENTARIOS 25/10/2021 - 07:13

La población de esta rapaz nocturna, una subespecie endémica de las islas orientales, ha disminuido un 18 por ciento. En Lanzarote la merma es aún mayor: en cinco años han desaparecido una cuarta parte de las aves censadas. ¿Las causas? La falta de educación ambiental cuando practicamos actividades en la naturaleza, el uso indebido de raticidas y los atropellos.

La lechuza canaria oriental (Tyto alba glacilirostris) es una subespecie de lechuza común que habita Lanzarote, Fuerteventura, Isla de Lobos, La Graciosa, Alegranza y Montaña Clara. Tiene una “elegante capa gris dorada” y su talla es un poco más pequeña que la de sus parientes canarias, africanas y europeas.

Al contrario que la mayoría de las aves, los ojos negros de la lechuza miran de frente, permitiéndole ver en tres dimensiones y calcular la profundidad de las cosas. Tiene un prodigioso sentido del oído, ya que su disco facial, con forma de corazón, actúa como una antena parabólica, dirigiendo el sonido hacia unas orejas que tiene dispuestas en alturas diferentes y con las que consigue triangular con precisión el lugar de dónde procede; algo fundamental para localizar sus presas en la oscuridad.

Conocida popularmente como “coruja”, esta rapaz se sincroniza con el crepúsculo y sólo hace vida nocturna. Su existencia proporciona a nuestra vida múltiples beneficios: al alimentarse de ratas, ratones e insectos, constituye un raticida natural en el ecosistema y controla posibles plagas. Además, ayuda a la conservación de la musaraña canaria, otra especie que solo habita las islas orientales y que está amenazada. ¿Cómo? Comiéndosela. La lechuza no mastica: traga enteras a sus presas y regurgita los restos que no puede digerir en forma de pequeñas croquetas de pelos y huesos llamadas egagrópilas.

Los científicos analizan los cráneos que aparecen en estas pequeñas bolas de desperdicios y así obtienen información sobre la distribución y el estado de la población de este micromamífero. Así, identificando los huesos, descubren también “la indeseada introducción de otras musarañas afines en las islas”.

“La lechuza es una de las especies más sensibles a las perturbaciones humanas”, explica el ornitólogo Felipe Siverio, coautor del Plan de Conservación de la Lechuza Canaria Oriental junto a Manuel Siverio y Beneharo Rodríguez, los tres miembros del Grupo de Ornitología e Historia Natural de las Islas Canarias (GOHNIC).

Al estar catalogada como “especie vulnerable”, la Ley de Patrimonio Natural obliga a la administración a tomar medidas para protegerla y favorecer su cría durante los próximos cinco años. La Consejería de Transición Ecológica del Gobierno de Canarias encargó el Plan para recuperar la población de esta especie y ha destinado cerca de 15.500 euros para realizar una campaña de sensibilización en la que participarán colectivos que practican actividades de ocio y tiempo libre. El proyecto ha sido cofinanciado por FEDER, un programa destinado al crecimiento inteligente y sostenible de la Unión Europea.


Foto: Domingo Trujillo.

Catorce áreas críticas

En 1907 el prestigioso ornitólogo Ernst Hartert describió esta coruja por primera vez para la ciencia, de acuerdo a sus diferencias morfológicas respecto a otras lechuzas del continente. Aunque nunca llegó a visitar Canarias, pudo analizar los especímenes que recogió su colega Johann Polatzek, que hizo un tour científico por las islas a principios del siglo XX. Hasta ochenta años después no se hizo el primer censo de lechuzas canarias orientales. En 1980 existían entre 175 y 125 parejas. Una década después, en 1990, se contabilizaron entre 125 y 90.

Los datos de los dos últimos censos realizados en Lanzarote dentro del Programa de Seguimiento de Especies Amenazadas (SEGA), fueron aún peores: 78 parejas en 2011, sólo 57 en 2016.

El Plan de Conservación de la Lechuza Canaria Oriental establece catorce áreas críticas: doce en Lanzarote y dos en Fuerteventura

Las cavidades y grietas que existen en las paredes de los barrancos, escarpes, cráteres, peñas y jameos son el hábitat original de la coruja, que ha sabido adaptarse al “desbarajuste paisajístico” que la especie humana ha organizado en las últimas décadas, con lo que ahora es habitual que anide en roferos y canteras.

En El libro rojo de las aves de España de la Sociedad Española de Ornitología, Felipe Siverio y César Javier Palacios señalaban ya en 2004 tres enclaves naturales de Lanzarote donde el desconocimiento de las personas que practican espeleología y la escalada podría haber sido la causa del abandono de varias parejas reproductoras y de la consiguiente muerte de sus pollos: el Monumento Natural de La Corona, el Barranco de Tenegüime y la costa de Los Ajaches.

El uso de magnesio, los anclajes usados en la apertura de vías, las hogueras, las acampadas, la música reproducida a un volumen alto… El daño se provoca por desconocimiento del medio natural donde disfrutamos de estas actividades. “La lechuza, que está incubando sus huevos en un agujero de la pared, a un metro de profundidad, sale espantada y abandona para siempre el lugar”, explica Siverio.

El Plan de Conservación de la Lechuza Canaria Oriental, que permaneció veinte días en fase de consulta pública previa, el pasado mes de abril, establece catorce áreas críticas: doce en Lanzarote y dos en Fuerteventura. Todas se encuentran en territorios protegidos, excepto una.

La protección legislativa es muy potente en teoría, pero muy deficiente en la práctica, debido al “irrisorio” número de agentes de Medio Ambiente con los que cuentan los cabildos de las islas orientales. “Es tal el disparate en los espacios naturales de Lanzarote y Fuerteventura, que es para echarse a llorar”, lamenta Felipe Siverio.


Trabajo de campo. Foto: José J. Hernández.

Al pie de algunas paredes del extenso Malpaís de La Corona se extiende un indicio claro de la presencia de lechuzas, habitantes de este espacio “desde tiempos inmemoriales”. El ornitólogo las llama “alfombras óseas”: son costras formadas por huesos de ratones y aves, mezclados con restos de insectos. Son en realidad una acumulación de egagrópilas, desintegradas por el paso del tiempo y que dejaron a la vista los huesos con los que no pudieron los jugos gástricos del animal.

Actualmente, el principal hábitat de la coruja en la isla de Lanzarote son los roferos. Aquí la amenaza es doble: por una parte, está la gente que visita estos lugares para grabar sus nombres en las piedras o hacerse fotos para las redes sociales, muy cerca de las cavidades que usa la lechuza como dormidero o criadero, y por otra parte está el relleno de las canteras, que consigue restaurar el paisaje pero no contempla la avifauna que ha colonizado el espacio.

“Las parejas de lechuzas son asiduas a sus cavidades durante toda su vida. Una vez que los pollos se emancipan, si los progenitores siguen vivos, se quedan allí y defienden su refugio frente a intrusos, como pueden ser otras lechuzas o búhos”, explica Siverio para subrayar que las restricciones en las áreas críticas deben mantenerse todo el año para que el plan sea efectivo.

“Si queremos recuperar la población de la lechuza canaria oriental, debemos suprimir todo tipo de actividad deportivo-recreativa en muchos sitios, pues son incompatibles con la cría de la lechuza”, opina el experto. De este modo, se permitiría el desarrollo de prácticas deportivas en los enclaves menos frágiles.


Foto: Gustavo Peña.

“Conserva y disfruta”

La primera vez que Gustavo Tejera vio una coruja fue precisamente mientras escalaba por una vía, en Lanzarote, hace veinticinco años. Este ornitólogo y divulgador se está encargando de realizar una campaña de sensibilización para deportistas y aficionados al senderismo, la espeleología y la escalada.

El objetivo es que conozcan las especies que habitan los espacios naturales donde realizan sus actividades, que comprendan sus hábitos, sus épocas de cría y asimilen la necesidad de proteger esta singular especie con la que compartimos ecosistema.

Más de 750 personas de toda Canarias han participado en una encuesta que pretendía conocer el grado de conocimiento que tienen senderistas, espeleólogos, runners de montaña y todo tipo de personas que practican deporte en los espacios naturales de Lanzarote. La información recopilada será la base para diseñar dos tipos de charlas que se impartirán antes de que acabe el año: unas estarán destinadas a técnicos de la Administración, encargados de trabajar en conservación o gestión de espacios naturales, otras serán para el público general.

“No podemos demonizar a la gente que practica deporte en la naturaleza, lo que queremos es que sean conscientes de los efectos que puede tener su actividad en el medio”, explica Tejera. Junto al ilustrador científico Fran Rodríguez, Tejera está preparando un cartel informativo donde se describirán brevemente todas las especies amenazadas que comparten estos hábitats. Un código QR permitirá ampliar información en el Banco de Datos de Biodiversidad de Canarias.

El objetivo es hacer algo similar a lo que ya hace por ejemplo el Servicio de Medio Ambiente de la Comunidad Foral de Navarra: un seguimiento sobre la nidificación de las especies rupícolas en los roquedos y actualizar una web divulgativa donde la ciudadanía puede informarse sobre ellas antes de salir a la naturaleza.

Así, aprenderíamos también cómo suena el canto de cortejo de la coruja, que incuba sus huevos durante un mes y los pone entre febrero y marzo y sabríamos también que los pollos pasan dos meses en el nido antes de abandonarlo.

En esta campaña de sensibilización están colaborando la Federación Canaria de Montañismo, Senderismo Lanzarote, Más Deporte, la Fundación Telesforo Bravo, la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria, el Grupo de Ornitología e Historia Natural de las Islas Canarias y la Federación Canaria de Actividades en el Medio Natural, entre otras.

ATROPELLOS EN LAS CARRETERAS

Existen más peligros para la vida de la coruja en las Islas orientales, por ejemplo el aumento de la red viaria. A menudo sus hábitats están cerca de carreteras que tienen abundante tráfico nocturno. El ojo de la lechuza tiene casi el doble de sensibilidad lumínica que el humano con lo que los destellos repentinos de los faros de un coche le ciegan y es incapaz de evitar el choque.

En 2018, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y varios investigadores del Grupo de Ornitología e Historia Natural de las Islas Canarias evaluaron por primera vez el impacto directo que tiene la circulación por carretera en la fauna silvestre de Lanzarote. Hallaron 666 cadáveres a lo largo de un año de estudio. Las aves suelen ser las más afectadas, especialmente la lechuza, la garcilla bueyera y el alcaudón real.

El parque de vehículos de Lanzarote es uno de los más altos de Europa. Si Luxemburgo tiene la densidad de vehículos más alta de toda la Unión Europa, con 694 vehículos por mil personas y la media española está en 533 coches por cada mil habitantes, la isla de los volcanes rompe todos los récords y lo hace desde al menos el año 2004, con 905 vehículos registrados por cada mil residentes en la Isla, según datos del Instituto Canario de Estadística.

El turismo y la población siguen aumentando, con el consecuente incremento de las infraestructuras, los residuos y el consumo de energía. La lechuza canaria oriental es una víctima más del insostenible crecimiento de la Isla. “Debemos ser conscientes de que los ecosistemas aquí son especialmente sensibles”, dice Tejera.

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