Un equipo de biólogos y naturalistas recorre los abruptos rincones del Monumento Natural de los Cuchillos de Vigán en busca de sus tesoros más amenazados
Viaje al espacio natural más desconocido
Un equipo de biólogos y naturalistas recorre los abruptos rincones del Monumento Natural de los Cuchillos de Vigán en busca de sus tesoros más amenazados
Cuchillos de Vigán ¿Alguien sabría situarlos en el mapa? Tan desconocido es este espacio protegido, que la única fotografía que aparece en la escueta información ofrecida por el Patronato de Turismo de Fuerteventura en su página web está equivocada. Habría que explicar que el Monumento Natural Cuchillos de Vigán está bastante más al sur de Tefía. Situado entre los municipios de Antigua y Tuineje, ocupa una superficie de 6.090 hectáreas y linda con el Paisaje Protegido del Malpaís Grande, otro bello desconocido. Es el lugar más árido de Canarias y de Europa. En él encuentran su último refugio especies únicas en el mundo y otras lo han colonizado desde el Sáhara y hasta América. Para mayor originalidad, cuenta con dos pueblos fantasmas.
Buscas cuchillos en el horizonte pero solo ves montañas. Son precisamente las así bautizadas por los majoreros, nombre local que ya se ha hecho hueco en las facultades de geología y geografía de medio mundo. “Cerro estrecho y alargado de amplio recorrido”, lo describe el filólogo Marcial Morera en su diccionario histórico-etimológico del habla canaria, quien encuentra referencias escritas a esta palabra en los protocolos de Fuerteventura del siglo XVI.
Vigán también es un nombre extraño, único en la toponimia de Canarias. Hace referencia al punto más alto del espacio, la denominada Montaña de Vigán, elevada en la vertiente sur del barranco de Gran Valle, a 462 metros de discreta altitud. Este espacio protegido tiene otro importante hito geográfico, la Punta de la Entallada, un impresionante acantilado marino que supera los 250 metros de altura y recibe el honor de ser el lugar más cercano al continente africano de todo el archipiélago: 103 kilómetros hasta Cabo Juby, en la sahariana Tarfaya, si los cálculos de Google Earth no fallan.
Un folleto informativo de dos páginas editado por el Cabildo de Fuerteventura da algo más de información, aunque empieza mal cuando lo presenta como “un espacio formado por un campo de lavas recientes que ha sufrido un intenso desgaste erosivo”. Es un error garrafal, por cuanto esas lavas, de recientes tienen muy poco. Son mayoritariamente basaltos de hace 20 millones de años, como confirma el inventario de recursos vulcanológicos de Fuerteventura editado, precisamente, por el Cabildo majorero. Para quien todavía no se haya situado, explicarle que hablamos del abrupto paraje al sur de Pozo Negro.
Vigán es un nombre extraño. Hace referencia al punto más alto del espacio, la denominada Montaña de Vigán, elevada en la vertiente sur del barranco de Gran Valle, a 462 metros
Así se denominó al principio, cuando fue protegido en 1987 como parte del Parque Natural de Pozo Negro, reclasificado a su actual categoría y nombre en 1994. Está considerado área de sensibilidad ecológica, zona de especial protección para las aves (ZEPA) y desde diciembre de 2009 Zona Especial de Conservación (ZEC).
Uno pensaría que con tantas protecciones debería conocerse cada bicho y planta que allí vive, que por lo mismo gozarán de una gestión ejemplar, pero la realidad es bien distinta. El único estudio se hizo en 2006 y es el documento informativo incorporado a las normas de conservación que ese mismo año fueron aprobadas, pero ni fue tan detallado ni tan completo como se esperaba. Tampoco se desarrollaron las recomendaciones de investigación y protección a las que obligaba. En estos últimos 12 años las incógnitas son las mismas de entonces e incluso mayores.
Lluvia en el desierto
Con todos estos interrogantes, y alguno más, un equipo de biólogos, naturalistas y expertos en medioambiente organizaron hace unas semanas una improvisada expedición científica a este macizo. La culpa la tuvieron las lluvias. Esos acantilados son el lugar donde menos llueve de Fuerteventura, de Canarias, de España y de toda la Unión Europea. Entre 50 y 60 litros por metro cuadrado al año, apenas unos pocos chaparrones. Para hacerse una idea, el lugar más árido de la Península es Cabo de Gata, en Almería. Y allí caen unos 240 litros al año. Pero este año Vigán dio la sorpresa. Las lluvias del pasado mes de octubre registraron aquí el récord insular. Llovió más que en Betancuria, el punto más lluvioso de la Isla. En un par de días cayó lo que suele acumularse en todo el año, casi 50 litros. Y para los curiosos amantes de la naturaleza la tentación era muy fuerte: ¿Cómo estará ese lugar hiper árido después de haber recibido tanta agua? La respuesta era previsible: no se nota nada. Pero nada de nada. O quizá sí.
Cuando acompañas a naturalistas expertos, y pones la lupa donde ellos te señalan, descubres un increíble jardín árido, tremendamente escondido entre resecos pedruscos, pero tremendamente hermoso. Porque hay flores. Y no son unas flores cualesquiera. Algunas tienen aquí sus últimos reductos en el planeta. Y otras son primeras colonizadoras en Canarias del otro mundo cercano y más parecido al de estas montañas, el norte de África.
El equipo de expertos al que este cronista tiene la inmensa suerte de poder acompañar es de categoría. Lo capitanea el doctor en Biología Stephan Scholz, director del excelente Jardín Botánico de La Lajita y lo guía el también doctor en Biología Juan Miguel Torres. Conocedor de la expedición anunciada, llega de Tenerife solo para enriscarse otra eminencia de la botánica canaria, José García Casanova, biólogo recién jubilado de la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias. Y también se han unido al equipo las nuevas promesas de la biología, algunas venidas de muy lejos como los jóvenes eslovenos Tom Kirič y Marco Slacek, becarios Erasmus en Fuerteventura, y la francesa Marina Jacquot, estudiante de la Universidad de Montpellier.
Aquí la flora endémica es mucho más ‘rara avis’ que los guirres o los halcones tagarotes. A pesar de la extrema aridez de estos riscos y la presión ganadera, subsisten unas 200 especies
No será fácil adentrarse en esas peñas. Un espacio tan remoto, tan aislado, solo cuenta con una única carretera asfaltada, la que comunica a la localidad de Las Playitas con el pintoresco faro de La Entallada. El resto son pistas y senderos de cabras. La expedición decide caminar por estos segundos, y varias veces salirse de ellos para llegar a lugares a los que no llegaría ni una cabra. Pero sí nosotros.
La primera sorpresa de la mañana surge apenas empezamos a caminar. Un puñado de ejemplares de la hierba pulguera (Pulicaria canariensis) crece en una empinada cuesta por la que los naturalistas trepan, resbalan y vuelven a subir entusiasmados. Más tarde las volveremos a ver en unos acantilados imposibles. Endemismo canario exclusivo de Lanzarote y Fuerteventura, es una pelosa margarita amarilla de distribución caprichosa.
También se puede disfrutar de especies únicas, pero terriblemente amenazadas por culpa del ganado suelto. Como el colino majorero (Crambe sventenii). De todo el mundo solo subsiste en seis localidades de Fuerteventura. Según los últimos estudios de 2013, la población se estima en unos 437 ejemplares, las tres cuartas partes de ella en Vigán. Esta cifra supone un ligero declive (6 por ciento) respecto al censo de 2006 con 466 individuos.
No le va mucho mejor a la otra joya botánica del monumento natural, la conservilla majorera (Salvia herbanica). En Vigán están atrincheradas cinco de las últimas 10 localidades del planeta, 170 de los 500 ejemplares supervivientes. Son los últimos mohicanos de la flora canaria. Tan solo queda (o quedaba) un ejemplar vivo de guadil y otro de cornical, así como un puñado de cerrajones de risco. En cuanto crecen más de la cuenta o logran germinar algunas semillas, las cabras se los zampan.
Aquí la flora endémica es mucho más rara avis que los guirres o los halcones tagarotes, de los que hay criando varias parejas en el espacio. A pesar de la extrema aridez de estos riscos y de la creciente presión ganadera, subsisten unas 200 especies, algo más de un 20 por ciento de toda la vegetación catalogada en Fuerteventura.
Reducto sahariano
De la presencia de hierba pulguera en los Cuchillos de Vigán se tenía noticia, aunque no se conocía su localización exacta. Pero la que no estaba citada y es todo un descubrimiento es otra margarita de aspecto aún más frágil y sorprendente origen que tapiza la pequeña y pedregosa ladera de un acantilado. Se trata del pajito macho (Aaronsohnia pubescens subsp. maroccana), un endemismo exclusivo de Marruecos presente en el Atlas y el Antiatlas, así como en el litoral del Sáhara. En 2003 Alfredo Reyes, actual director del Jardín Botánico de Tenerife, y Stephan Scholz, dieron la sorpresa científica al localizarla en unos pocos lugares de Fuerteventura y Los Ajaches (Lanzarote).
Viéndola agitada por una brisa marina que viene del Este, se entiende lo que explica Scholz con la sencillez del experto: “En este cuadrante suroriental de Fuerteventura tenemos unas condiciones específicas muy saharianas, así que no es extraño que a este litoral hiper árido lleguen y prosperen algunas especies africanas”. Para ratificar sus palabras señala una planta rastrera por la que nadie perdería un segundo en su contemplación. Se llama guirrera (Commicarpus helenae) y es también una planta africana.
Oruga de mariposa tigre.
Árboles de seda y monarcas
Pero no solo han llegado de África a estas costas humildes flores de sencillo aspecto. Por la ruta nos vamos encontrando con una especie que cuando se hizo el último estudio oficial en 2006 aún no existía en el Monumento Natural de Cuchillos de Vigán. Es un arbusto grande, de formas extrañas y grandes hojas redondeadas denominado árbol de seda (Calotropis procera). En su caso no se trata de un valiente colonizador, como la guirrera o el pajito macho. Es un invasor en toda regla. Llegó a Fuerteventura hacia 1967 junto con las ardillas morunas y por las mismas razones. Los majoreros se iban a trabajar al Sáhara y Sidi Ifni y a su regreso se trajeron la planta para adornar sus jardines y a los roedores como curiosas mascotas.
El desastre que han provocado las escapadas ardillas es de todos bien conocido. El del árbol de la seda no tanto, pues su expansión ha sido más lenta, a partir de su escape (sí, algunas plantas también se escapan de las macetas) de un jardín en Giniginámar. Pero cada día que pasa sin que exista el más mínimo proyecto de control y eliminación, sus poblaciones van en aumento. Hacia al sur ya ha llegado a Morro Jable y hacia el norte está acercándose a El Matorral.
Al doctor Scholz esta especie invasora no le quita el sueño, al no ser tan agresiva como otras y no desplazar en su conquista a especies locales. “Ha encontrado aquí un hábitat muy semejante al suyo, y si hubiera llegado por sí sola en lugar de traída en barco o en avión seguro que la miraríamos ahora con otros ojos”. Y añade, práctico: “Siempre será mejor que nada”.
Seguramente serán de la misma opinión unas mariposas espectaculares, también llegadas de lejos, y que han encontrado en el árbol de seda el maná para sacar adelante a sus crías. Son las mariposas monarca, tanto la americana, famosa por sus espectaculares migraciones anuales de Canadá a México como la africana, más conocida por el inquietante nombre de mariposa tigre. Ambas han llegado a Canarias por sus propias alas, lo cual ya es algo increíble para un insecto de vida efímera. La aparición del árbol de seda ha resultado providencial para ellas, pues es de las pocas plantas de las que se alimentan sus orugas.
Guiados por los ojos expertos de los biólogos, enseguida el grupo descubre a estos gusanos de vistosos colores escondidos entre las hojas de los arbustos e incluso a una de sus crisálidas pegada a la pared de un basalto.
Pajito macho, especie sahariana.
Ni guinchos ni lisnejas
Lo que no vemos por la zona, ni veremos, son águilas pescadoras, conocidas en Canarias con el nombre portugués de guincho. Y eso que en toda la información oficial se destaca la importancia del espacio como “un importante reducto donde se refugia”. Con tan solo siete parejas criando en el archipiélago, el pasado mes de diciembre la Viceconsejería de Medioambiente ha iniciado el procedimiento para incluir al guincho en la categoría en peligro de extinción. Pero una de ellas no está en Vigán. La última pareja que lo hizo fue hace 40 años, como evidencian sus ya desmantelados nidos de los acantilados.
También era improbable que localizáramos otra de sus supuestas joyas, la escurridiza lisneja majorera. Tan solo se ha citado hace 20 años su presencia en una pequeña área de poco más de un kilómetro cuadrado de extensión, pero desde entonces no se ha vuelto a localizar y probablemente tampoco a buscar.
Adiós a la lapa majorera
A la que sí había esperanzas por encontrar era a la lapa majorera, la de mayor tamaño de Canarias. Pero tampoco la localizamos. Está en las últimas y la gente la sigue pescando como quien se lleva un puñado de burgados a casa. La lapa majorera es un endemismo macaronésico en peligro de extinción con una distribución actual restringida a las islas Salvajes y Fuerteventura.
Hace unos 30 años desapareció de La Graciosa. En los últimos 30 años de El Cotillo, Majanicho, Corralejo y Caleta de Fustes. También ha desaparecido de Lobos. Vigiladas sus poblaciones desde al año 2000 y protegidas desde el 2011, en 2014 han desaparecido poblaciones enteras incluso de las zonas vedadas al marisqueo. En Cuchillos de Vigán se localizaron en 2002 tan solo 107 individuos, pero en 2010 ya solo se pudieron encontrar 12 ejemplares.
Para desgracia de la especie, en julio de 2017 el Gobierno de Canarias, a instancias del Cabildo de Fuerteventura, en lugar de extremar la vigilancia y reforzar estas poblaciones ha decidido reducir las protecciones en el litoral del Monumento Natural de Cuchillos de Vigán. Como se explica en la nueva orden publicada, “la regulación de los usos debe guardar correlación con el hecho de que no existe en la actualidad una población estable y funcional de Patella candei”.
Dos pueblos fantasma
Uno de los aspectos más originales, más increíbles, más disparatados del monumento natural de Cuchillos de Vigán es la existencia de dos pueblos fantasmas de los que nadie, ni ayuntamientos, ni Cabildo, ni Gobierno de Canarias, ni Ministerio quieren saber nada. Se diría que ignorando su presencia se mantiene su limbo legal, un cerrar los ojos ante la ley. Son los poblados de Jacomar y Gran Valle. No los busque el lector en los mapas. No aparecen.
La historia de Jacomar se parece mucho a la del Puertito de Lobos. En origen eran un puñado de chozas de pescadores a orillas del mar, levantadas hace siglos sin más permisos que el de las piedras con las que se construyeron esos inicialmente ocasionales refugios. En una foto aérea de 1969 se ven seis construcciones techadas, además de otras tantas en ruinas. La foto del satélite de 2018 muestra ahora 35 viviendas bien agrupadas a las que no les falta de nada salvo un pequeño gran detalle: no tienen depuradoras.
El poblado está denunciado desde hace décadas por ocupar el dominio público marítimo terrestre y la servidumbre de tránsito. En 2008 la Demarcación de Costas en Canarias censó las viviendas, abrió expediente y tenía previsto su derribo. A día de hoy continúan pendientes de la piqueta, sin fecha de derribo.
El caso de Gran Valle es aún más disparatado. Se trata de una urbanización fantasma construida hacia 1980 en la desembocadura de ese aislado barranco. La construyó una inmobiliaria especuladora extranjera, a imagen y semejanza de las que entonces se estaban levantando en Mogán y Puerto Rico, en el sur de Gran Canaria. Sitios perdidos, sin playas ni accesos. En el caso de Gran Valle, no existía aún la carretera entre Pozo Negro y Gran Tarajal, por lo que los promotores tuvieron que abrir una pista de decenas de kilómetros que salía del llano de La Higuera, cerca de Tuineje, y se adentraba en el Malpaís Grande para seguir luego por Cuchillos de Vigán.
Mucha gente perdió allí sus ahorros. La inmobiliaria desapareció. Y algunos listos locales se han quedado con esas casas que no son suyas. Son los nuevos okupas del territorio. Las han arreglado hasta convertirlas en confortables segundas residencias. Que incluso llegan a vender a la antigua usanza, sin más papeles que un apretón de manos y el fajo de billetes.
Las normas de conservación del monumento natural aprobadas en 2006 incluían acometer antes de 2011 la demolición de las casas ubicadas en la desembocadura del barranco de Gran Valle y de las casas de Jacomar. También la restauración de canteras, eliminación de invernaderos abandonados, enterramiento del tendido eléctrico que abastece al faro de La Entallada, rehabilitación y restauración de gambuesas y yacimientos arqueológicos, microvallados para las plantas amenazadas, estudios y catalogaciones varias.
Los 750.000 euros presupuestados para esos cinco años en diferentes acciones de conservación, investigación, información y uso público han sido un brindis al sol. Y están más que caducadas, pues llevan desde 2011 esperando a su revisión.
Comentarios
1 Josemi Dom, 17/03/2019 - 10:53
2 Sin Esperanza Dom, 17/03/2019 - 14:52
3 Anónimo Dom, 17/03/2019 - 15:35
4 Fuerteaventurado Dom, 17/03/2019 - 16:29
5 Majorero MADURO. Lun, 18/03/2019 - 12:30
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