¿Estamos siendo ‘invadidos’?
Qué tiempos éstos, en los que, seguro que sintiéndose orgullosa de su vómito, una Diputada se acerca al muelle de Arguineguín para proclamar que ‘Canarias está siendo invadida’. Y, de inmediato, un coro de seguidores se pela los dedos para que tan solemne declaración corra hasta el rincón más remoto a través de las redes. Que todo el mundo lo sepa. Suena tan miserable…
Ocurre este episodio en pleno siglo XXI, en una sociedad que se dice civilizada, desarrollada… ¡Cuánto nos queda por avanzar!
Lo proclama esa representante de una parte de la población sirviéndose, como fondo de foto, de las carpas y servicios que Cruz Roja ha colocado allí para hacer lo más digna posible la estancia de esas personas (es posible que este ‘pequeño detalle’: que en ese muelle malviven personas, se le hubiera pasado por alto a la Diputada; en el pensamiento único no suelen caber muchos ‘matices’ ni hay espacio para las y los diferentes…).
Se queja, además, esta Señora de que desde el Gobierno no la dejaran acceder al recinto donde están los migrantes por ‘miedo a que denunciemos esto de manera pública y nos preocupemos por la población canaria’. Se supone, por sus palabras, que era su intención fotografiarse rodeada de ‘invasores’. ¿Para ‘denunciarlos’, echándoles en cara la miseria de la que vienen, la falta de expectativas de sus jóvenes vidas que quieren mejorar, el temor a acabar presos, mutilados o muertos en uno de tantos conflictos de los que huyen…?
¿O quería transmitirles, con esa preocupación por la población canaria, que ellos, estos ‘presuntos invasores’, son los culpables de que miles de personas y familias canarias hayan caído por debajo del umbral de la pobreza y ya no vean sueldo con el que vivir ni casa en la que cobijarse dignamente? Porque lo parece…
Y se atreve a soltar ese discurso en un muelle que la nula sensibilidad y la pésima gestión del Gobierno de España han dejado señalado como lugar de trato indigno a personas que, simplemente, vienen recorriendo un penoso e incierto camino buscando esperanza.
Se lo ponen más fácil, es cierto, Escrivá (que se ha convertido en el rostro malencarado y faltón de este desastre) con, al menos, los titulares de otros tres Ministerios, el Presidente y la Vicepresidenta, que ni hacen ni parecen tener intención de hacer algo para que este fenómeno no se convierta en problema. Unos miembros del Gobierno de España que vienen y se van, o simplemente no se dan por enterados, pero no impiden esta vergüenza.
Lo cierto es que, como decía el Juez Arcadio Díaz Tejera, ‘cada vez más, entre la población que se deja llevar por lo simple, como ven las barcazas, los telediarios, más barcazas…, se va extendiendo entre la población, que siempre ha sido hospitalaria, que nunca ha sido xenófoba, se va extendiendo la idea de que esto es una invasión. Sube la angustia, sube el miedo y va carcomiendo el discurso de que los que vienen te quitan el puesto de trabajo, la subvención, las ayudas y la vivienda. Y todo esto es falso, porque nadie recibe un euro si no ha estado, como mínimo, tres años de residencia legal’.
Les da igual que no sea cierto. Les sirve para seguir cosechando votos en un caladero cada vez más cebado por la tremenda crisis que la pandemia nos deja, que no ha hecho más que empezar y que convierte a muchas personas pobres en las peores enemigas de otras personas pobres porque ven en ellas a competidoras que les pueden quitar lo poco que tienen o a lo que aspiran.
Lo preocupante es que esos intolerantes tienen, ya, decenas de escaños en el Congreso de los Diputados. Y, con la durísima caída económica que llevará a tantas y tantos a dejarse engañar por falsas y fáciles promesas de solución a sus problemas, miran a las próximas citas electorales con la certeza -que vienen avalando las encuestas- de que van a instalarse y dejar oír esa sinrazón en muchas instituciones.
Viendo el frentismo y la vergonzante repetición de descalificaciones e insultos en que se ha convertido el debate parlamentario en Madrid, poco cabe esperar de esa política y de los que la practican para que se reduzca a la anécdota -muy triste, pero anécdota- estas proclamas, abusadoras, contra los más débiles.
Menos mal que por Arguineguín han pasado también personas responsables, cargos públicos que han exigido diligencia y dignidad. Menos mal que ‘no todos los políticos son iguales’. Pero, junto a estas y estos políticos sensatos, sólo será posible arrinconar tanta ‘des-fachatez’ si la sociedad civil, la gente, se niega, nos negamos, sin complejos, a reír la gracia a esos discursos y, además de hacer causa común para que desde Madrid hagan más caso que el que vienen haciendo al Gobierno y las restantes instituciones de las Islas, seguimos haciendo de Canarias un espacio de encuentro y sano mestizaje. Tradición tenemos. Y a peores embates nos hemos enfrentado.
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