“Cuando yo esté muerto, hagan lo que quieran”
Las respuestas llegaron mucho más rápido de lo esperado. Apenas hace una semana finalizaba mi columna de opinión que entretejía la realidad actual por el nuevo coronavirus con episodios de Cien Años de Soledad mencionando la oportunidad excepcional que teníamos seguidores y no seguidores de la creación literaria de García Márquez de ver por fin en la tele la gran historia del Nobel colombiano gracias al acuerdo alcanzado entre su familia y la plataforma Netflix.
Este sábado 25 de abril me enteré in extremis de una charla virtual de la Fundación Gabo dentro de las actividades gratuitas que durante la cuarentena lleva a cabo esta organización dirigidas a periodistas de Iberoamérica. El coloquio ‘Gabo y el cine’, francamente ameno e interesante, estuvo participado desde Los Ángeles por Rodrigo García Barcha, director de cine e hijo de Gabo, y desde Madrid por Alberto García Ferrer, profesional vinculado a la creación de contenidos audiovisuales quien ocupara la dirección de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba.
Rodrigo García Barcha y su hermano Gonzalo son los productores ejecutivos de la serie Cien Años de Soledad que veremos en Netflix, aunque ya no este año como estaba anunciada. Primera respuesta y quizás la más anecdótica. Además de confirmar el retraso atribuido al covid-19, García Barcha desveló de forma distendida algunas interioridades relacionadas con el proyecto. Las reticencias de Gabo a adaptar Cien Años de Soledad al cine o la televisión son más que conocidas, sin embargo, en palabras de su hijo en la charla virtual, “Gabo dijo: ‘cuando yo esté muerto, hagan lo que quieran’. Y le hemos obedecido”.
La familia de Gabo no es que se haya tomado literalmente sus palabras desechando sus objeciones. El hecho de que la serie sea rodada en español y que considere emulando a Macondo localizaciones de Aracataca, el pueblo natal del padre del realismo mágico, eran dos condiciones innegociables del escritor si algún día se concretaba la producción de un film sobre Cien Años de Soledad.
La serie tendrá entre 16 y 20 horas, otra de las revelaciones de Rodrigo García Barcha. Él y su hermano Gonzalo desempeñan más el papel de asesores que el de productores ejecutivos involucrados “porque no queremos que los hijos de Gabo sean una presión. Creemos que es importante darle espacio y libertad a los creadores de la serie. Ya es un reto producir Cien Años de Soledad para que encima los hijos de Gabo estén jodiendo”.
Para Rodrigo el principal hándicap que han tenido adaptaciones de obras de su padre al cine ha sido el intento de guionistas y directores de hacer como una transcripción literal de las historias a la pantalla con la dificultad que plantea, por ejemplo, que las obras de Gabo no suelen tener muchos diálogos, y evidentemente en el cine los diálogos son un recurso narrativo casi imprescindible.
Está tan convencido de que hay que ser atrevidos y audaces en este aspecto que sin atenuantes es partidario de “destrozar” la estructura de una obra literaria para llevarla con éxito al cine. Es más, hizo otra confidencia sobre la estructura narrativa del primer capítulo de la serie, el único que de momento conoce: “hay una ruptura estructural con respecto a la novela, pero esa ruptura es muy efectiva”. Gabo estaba convencidísimo de que Cien Años de Soledad no se podía condensar en solo dos o tres horas de cine, “pero ahora el formato de serie nos permite contar mejor la historia, como quería el escritor”.
Por supuesto, la charla virtual de casi hora y media de duración, no solo versó sobre el proyecto de Cien Años de Soledad para Netflix. García Barcha y Alberto García Ferrer trataron la influencia del cine en la obra de García Márquez, de su decidido apoyo a la industria cinematográfica de Latinoamérica, de su trabajo profesional como guionista, de sus estudios de cine en el Centro Experimental de Roma, de lo que disfrutaba viendo películas del director japonés Akira Kurosawa, uno de sus favoritos, o de lo mucho que se divirtió con Parque Jurásico de Spielberg, con una declaración casi infantil: “me permitió conocer a los dinosaurios”.
Gabo alguna vez en un encuentro, en los jardines del hotel Caribe de Cartagena de Indias, nos contaba a los miembros de Grupo Taller Cine, que producíamos programas televisivos para el canal Telecaribe sobre personajes y pelis del Festival Internacional de Cine de esa ciudad, de la alta influencia que tuvo en su obra literaria el neorrealismo italiano y películas como Ladrón de Bicicletas (1949) de Vittorio De Sica.
García Márquez prefería buscar en el cine historias para llevar a los libros y no al revés. El autor era un enamorado del cine y apasionado del arte de montar (editar). La alta producción que había en México por los años sesenta y la idea de abrirse paso en el séptimo arte, subraya su hijo, fue uno de los motivos para establecerse allí. “Su frustración en el cine lo llevó a escribir literatura. Si te das cuenta sus libros son muy visuales. Uno se imagina las imágenes”.
Rodrigo García Barcha también se explayó en otras facetas de su padre como la admiración que sentía por la interpretación de Rocío Jurado o los sanos celos que le producían Silvio Rodríguez, Serrat o Sabina por su increíble capacidad de contar “cosas poéticas y compactas”. Siempre resulta gratificante conocer más sobre uno de los mejores escritores de la historia.
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