La política majorera hace tiempo que se ha instalado en la modorra del día festivo, cuando no en el postureo y en el selfie.
Fuerteventura es una Isla que se queja poco. Y quienes se atreven a alzar la voz no suelen encontrar respuestas en los que, acomodados en las instituciones públicas, son los teóricos encargados de buscar las soluciones.
Fuerteventura conoció antes que ninguna otra Isla del Archipiélago cuántos turistas había recibido en el último año. Una cifra exacta: 3.403.404 turistas. Nuevo récord en la llegada de visitantes, incremento significativo en los mercados internacionales (4,9 por ciento), en el nacional (2,3 por ciento), en el interinsular (19,9 por ciento) y en los cruceros (65,9 por ciento), y las palmaditas en la espalda de rigor. Merecidas, sin duda.
El silencio del Gobierno central sobre el escándalo de los más de cuatro millones de euros destinados al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de El Matorral resulta preocupante. O ensordecedor, por recurrir al oxímoron.
A pesar de las beach parties, carpas y demás fiestas que se aprietan en el calendario de la temporada estival majorera, la imagen de este verano ha sido, por ahora, otra: la de la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, pasando revista a las tropas en el cuartel de Puerto del Rosario y asistiendo después a un ejercicio de adiestramiento
Domingo González Arroyo y Dimas Martín, cada uno a su manera, se resisten a reconocer que su tiempo en la res publica hace mucho que expiró. Prefieren seguir en su particular montaña rusa.