Suena por la Isla una chirigota que cuenta que si ves en la distancia unas cosas de color naranja que se mueven, son tulipanes, pero si están quietas, son trabajadores del Cabildo.

Las administraciones públicas tiene un problema que parece insalvable relacionado con el cumplimiento del horario laboral de sus trabajadores. Desde los centros educativos a los ayuntamientos y cabildos, no hay quien controle plenamente el cumplimiento del horario de trabajo del personal. Si bien es cierto que los centros de enseñanza tienen menos margen para el escaqueo, también sucede.

De manera más evidente pasa en las administraciones locales, por cuanto los trabajadores se convierten en personas conocidas y resulta muy sencillo fiscalizarlas conociendo el horario de trabajo de las mismas. Hacer la compra, eternizar el desayuno o hacerlo varias veces, pasearse por los centros comerciales y realizar toda suerte de gestiones domésticas, se ha convertido en un modo de estar, que no de trabajar, en el Cabildo de Fuerteventura. Y todo ante la cara de una ciudadania que ya ni pregunta, acaso porque aspira a colocarse en él y seguir con la costumbre.

Si quisiéramos establecer un diagnóstico medio certero de la primera institución majorera, nos sale una conclusión precipitada que nos da como resultado que no se desea controlar lo que a ojos vista es un hecho demostrable que queda recogido en los supuestos antes mencionados. Puede que la tarea laboral se reduzca notablemente hasta llegar a las cuatro o cinco horas de cierta actividad. Puerto es demasiado pequeño como para no saber quién es quien, y las estrechas relaciones sociales de la población nos permite dar el parte al minuto de dónde está quien no se encuentra en su puesto de trabajo.

Por lo que se refiere al interior del Cabildo, leer la prensa digital, estar de tertulia en las zonas de descanso, las permanentes salidas a fumar y las visitas de cortesía por las mesas de los distintos departamentos, podrían reducir hasta a una hora efectiva la gestión de un trabajador durante algunas jornadas. Sería un profundo insulto a los trabajadores del Cabildo este artículo si no fuera tan escandalosamente cierto, por evidente, que el hecho afecta a una parte de los trabajadores. El problema es que esa certeza la debe tener este presidente y el anterior, la tienen los consejeros y lo saben los jefes de departamento.

Hace unas semanas en un programa de televisión se podía ver cómo algunos empleados de una administración fichaban y salían para no volver hasta la conclusión del horario de trabajo o para hacer gestiones privadas y volver más tarde. Tal incumplimiento constituye no solo una infracción de las normas que regulan la función pública, sino una falta de respeto a la ciudadanía que con sus impuestos sufraga el sueldo de esos empleados, resultando un agravio comparativo con aquellos otros que sí cumplen con su horario y sin embargo perciben el mismo sueldo que los anteriores. Nos falta por saber qué tipo de control realiza el Cabildo con los trabajadores, si fichan con huella dactilar o con la retina, si firman a la entrada y a la salida, si lo hacen por reconocieminto facial..., o si simplemente entran y salen cuando quieren. Sabiendo que la aurorregulación es una aspiración inalcanzable, aunque la más deseable, no parece darse este supuesto en una parte de los trabajadores de esta casa.

En el Cabildo de Fuerteventura tienen el problema y la solución. Sabemos que la irresponsabilidad comienza en el trabajador, pero todos parecen igual de cómplices de estos niveles de sinvergonzonería. Al tiempo, Marcial Morales (como antes Mario Cabrera) y los sindicatos da la impresión que miran para otro lado, o efectivamente no se enteran, De ser cierto este último aspecto, no estarían capacitados para el desempeño del cargo del que disfrutan. Lo que parece es que es más cómodo ignorar algunas realidades que, por instaladas, cuesta un esfuerzo resolver, que hacer frente al enorme descrédito que la institución y sus empleados tienen entre la población de la Isla.