El agente trabaja con centros de Puerto del Rosario para prevenir acciones como el consumo y tráfico de drogas, el uso inadecuado de internet o el acoso escolar
Juan, el policía de referencia de los menores de la capital de Fuerteventura
El agente trabaja con centros de Puerto del Rosario para prevenir acciones como el consumo y tráfico de drogas, el uso inadecuado de internet o el acoso escolar
El Policía Nacional Juan Agustín Oliva está acostumbrado a ir por las calles de Puerto del Rosario y escuchar “adiós, Juan” o recibir sonrisas de complicidad por parte de los jóvenes de la capital. Desde el pasado curso es su policía de referencia.
Les visita con frecuencia en los colegios e institutos para hablarles de temas tan peliagudos como el consumo y tráfico de drogas, la violencia de género, los peligros que acechan en las redes sociales o cómo determinadas conductas incívicas y comentarios de odio pueden acabar convirtiéndose en delitos. También les deja claro que ante cualquier duda o situación en la que se vean envueltos, su número de teléfono está operativo.
El pasado 12 de septiembre centenares de estudiantes regresaron a los institutos de la capital tras el parón estival. Juan Agustín Oliva, delegado de Participación Ciudadana de la Policía Nacional de la comisaría de Puerto de Rosario, también acudió ese día a las aulas.
El motivo no era ocupar un pupitre, sino presentarse a las juntas directivas, dejarles su tarjeta de contacto y hacerles llegar el contenido de las charlas formativas que puede impartir en los centros escolares durante este curso.
Su agenda ha empezado ya a anotar días y centros. La actividad de Juan forma parte del Plan Director para la Convivencia y Mejora de la Seguridad en los Centros Educativos y sus Entornos, una iniciativa del Ministerio del Interior que intenta prevenir cualquier riesgo que afecte a los menores en los centros educativos y su entorno.
“Nuestro objetivo es trasmitir cercanía y presencia en los colegios e institutos”, explica poco antes de coger su gorra y la agenda y empezar a recorrer los cuatro IES de la capital. Luego llegará el turno de los colegios.
Tras dos años formando parte del equipo de Participación Ciudadana de la Policía Nacional en el distrito de Carabanchel, en Madrid, Juan aterrizó en Fuerteventura. El pasado curso fue su primer año al frente del Plan Director en Puerto del Rosario. Asegura que la acogida ha sido “muy positiva” por parte de alumnado, profesorado y padres.
Además de hablar con los chicos, Juan se suele reunir con los padres cuando sobrevuela un problema o conflicto sobre sus hijos. “Si lo necesitan, también hacemos con los padres un trabajo integral, a través de asesoramiento y charlas formativas en las que les insistimos en la responsabilidad civil que tienen como padres”, explica.
Juan insiste: “No pueden tener una actitud de dejadez. El menor tiene responsabilidad penal a partir de los 14 años, pero los padres tienen una responsabilidad civil cuando sus hijos son menores. Es importante enseñarles la responsabilidad que tienen en la educación de sus hijos”.
A principios de curso, Juan envía una orientación a los centros educativos con los contenidos de las charlas y una previsión de los cursos en los que mejor encajarían. El acoso escolar y los riesgos de internet suelen tratarse en primaria, mientras que temas como la violencia de género, los delitos de odio, el consumo de drogas o las consecuencias de realizar actos incívicos suelen recaer en secundaria.
El agente destaca la baja incidencia de delitos por parte de los jóvenes
Aun así, especifica que se adapta a las necesidades de los centros, “si, por ejemplo, me llaman porque en una clase hay una problemática en la que se ven envueltos varios alumnos contra otro menor y el tema puede desembocar en acoso escolar voy al centro y doy una charla sobre ese tema”.
“Nunca señalo al menor que puede ser víctima, ni al que tiene una conducta incívica. Simplemente, les lanzo un mensaje en el que les dejo claro que tienen que cambiar de actitud”, explica.
En las charlas utiliza una serie de herramientas para ganarse la confianza del público escolar. Intenta que sean participativas. También aporta casos reales que sirven de ejemplo. Los jóvenes conocieron el pasado curso historias como las de la detención de un individuo en Telde por contactar, a través de las redes sociales, con un menor de 13 años e intercambiar material sexual o la detención de 15 personas, una de ellas de Tenerife y otra de Gran Canaria, por subir material pornográfico a las redes.
El pasado curso impartió 137 charlas en centros educativos de la capital. “Solo de dos de ellas salí con mal sabor de boca”, asegura. Del resto, la palabra que mejor define su actitud es la de satisfacción. La mayoría de los encuentros giraron en torno al acoso escolar y los riesgos de internet, los temas más demandados por la comunidad educativa partiendo de las problemáticas más frecuentes en las aulas.
A pesar de ello, Juan no se cansa de repetir que Puerto del Rosario es un lugar tranquilo. Tras pasar por Carabanchel, un barrio de más de 250.000 habitantes y unos 50 centros educativos, el agente se encontró con Puerto del Rosario, una ciudad con 21 centros entre institutos y colegios, y con una juventud que no suele dar grandes problemas.
En general, explica este policía de origen grancanario, los menores de la capital no cometen un número importante de delitos y aclara: “Más que en delitos, se ha actuado ante la denuncia de comportamientos incívicos que pueden derivar en delitos leves”.
Durante el año que lleva al frente del Plan Director recuerda algún altercado de adolescentes a la salida de clase, alguna amenaza entre jóvenes o lesión leve que se suele solucionar con una llamada del centro educativo a Juan. Este da parte a los efectivos policiales que, a continuación, establecen presencia policial en el centro. “Los conflictos son pocos y no son relevantes”, sostiene.
Aun así, su objetivo es trabajar a diario desde la prevención para alcanzar el número de cero delitos en las aulas y su entorno. “En general, veo una buena convivencia en las aulas y respeto a la diversidad. Se cometen pocas acciones discriminatorias relacionadas con el odio, pero se puede mejorar y nuestra función como miembros de la Policía Nacional va en esa línea”, sostiene.
Peligro en las redes
Los jóvenes que hoy se sientan en los pupitres nacieron con un móvil bajo el brazo. Se relacionan a través de las redes sociales por lo que no resulta extraño que muchas de sus dudas y consultas giren en torno a esa temática. “Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado nos hemos tenido que modernizar sobre este tema”, apunta el policía y recuerda que “muchos de los delitos que antes se cometían offline hoy se cometen online”.
Hasta Juan llegan preguntas y dudas relacionadas con las redes sociales. Ha escuchado casos de acoso y coacciones por internet y ha tenido que responder a preguntas como si es delito grabar una pelea entre alumnos, compartir el video en internet o darle me gusta. Juan también les pone en aviso sobre el peligro que supone, por ejemplo, subir fotos a internet con poca ropa o intercambiar fotografías con desconocidos.
“En general, hay buena convivencia en las aulas y respeto a la diversidad”
Una de las pandemias del siglo XXI en las aulas es el acoso escolar. Según el informe La Opinión de los Estudiantes publicado a mediados de septiembre, por las fundaciones Anar y Mutua Madrileña con testimonios de alumnos de Madrid, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias desde septiembre de 2021 a junio de 2022, señala que uno de cada cuatro alumnos (24,4 por ciento) percibe que existe acoso escolar en su clase. Una cifra por encima de la del curso anterior, cuando lo detectaba solo el 15,2 por ciento. Entre los motivos por los que se produce esta práctica destacan el aspecto físico de la víctima (56,5 por ciento) y las cosas que hace o dice (53,6 por ciento).
El acoso más frecuente es insultar y poner motes. El informe también especifica que, aunque bajan las agresiones físicas, cada vez más las cometen varias personas en grupo. “Desde Participación Ciudadana de la Policía Nacional se percataban antes de la existencia de casos de acoso escolar a partir de quinto y sexto de primaria. Ahora, se están dando casos a más temprana edad. Hemos tenido que empezar a dar charlas sobre esta tema en cursos de tercero y cuarto de primaria”, sostiene el agente.
Según el menor avanza en edad, empiezan a aparecer nuevos quebraderos de cabeza para los padres. Entre ellos, el temor a que su hijo acabe consumiendo drogas o alcohol. El Plan Director lleva a cabo acciones permanentes para el control del consumo y tráfico minorista de sustancias estupefacientes dentro del centro o en su entorno.
El pasado curso se hicieron 266 presencias policiales en las entradas y salidas de los centros escolares de la capital, a partir de requerimientos del agente responsable del Plan Director. “Voy informando a los compañeros de aquellos centros donde existen más problemáticas sobre este tema y también informando en reuniones periódicas a los centros educativos. Traslado toda esa información para que se haga presencia policial en determinado instituto y así prevenir el consumo y también el tráfico minorista de estupefacientes”, explica.
Desde la Unidad Central de Participación Ciudadana también se activan periodos de intensificación, que consisten en tener mayor presencia policial en los centros, en determinados momentos, para intentar evitar el consumo o detectar la venta.
El consumo minorista de sustancias estupefacientes entre los jóvenes y Puerto del Rosario no se libra de ello, “pero lo que hay que hacer es prevenir para que eso no ocurra”. Juan tiene grabada en su cabeza la palabra prevención. “Es lo más importante”, insiste. “Con los menores hay que trabajar siempre a través de la prevención, la educación y con la colaboración de los padres y los centros educativos”, apunta. Y añade: “La palabra represión no cabe en las aulas. Intentamos que cuando se toman otras medidas es porque no se ha podido a través de la prevención”.
Los casos de acoso escolar cada vez empiezan a edades más tempranas
A pesar de llevar solo un curso de trabajo con los menores y jóvenes de la capital, Juan guarda un puñado de anécdotas. El recuerdo de unas hace que aparezca una sonrisa en la cara. Rememorar otras le llenan de orgullo.
De todas ellas, se anima a contar la historia de un alumno que se resolvió de forma exitosa. Pasó el pasado curso y el protagonista fue un joven que, tras terminar las clases, se iba cada día a otro instituto con la intención de agredir a otro chico. La historia se repitió durante días, tal vez semanas. Juan recibía continuas llamadas del centro en las que avisaba que el joven ya andaba merodeando por fuera del centro. Tras identificar al menor, Juan se reunió con los padres del joven y la junta directiva del centro. Se daba la circunstancia de que el alumno, con actitudes poco correctas y poco entregado a los estudios, agotaba ya todas las oportunidades que el centro le había dado para terminar los estudios.
“Informé a los padres del camino que estaba tomando su hijo y al chico le puse en aviso del peligro que suponían las amistades con las que andaba, jóvenes mayores que él. Le dije que intentara retirarse y siguiera con los estudios. Me consta que, al final, la evolución del menor ha sido positiva”, cuenta.
Cuando termina una charla, Juan les insiste que ante cualquier problema que tengan en la unidad familiar, centro educativo o lugar donde practican deporte está él para ayudarles. “No soy para ellos un colega, pero sí un policía cercano en el que pueden confiar”, insiste antes de coger los trípticos informativos y partir rumbo a clase.
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