El IES en Altavista recibe un premio nacional de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo por su enseñanza sobre sostenibilidad, salud y convivencia
“Los alumnos vienen con más ganas, el entorno es más feliz”
El IES en Altavista recibe un premio nacional de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo por su enseñanza sobre sostenibilidad, salud y convivencia
El premio lo han recibido ahora, pero el proyecto comenzó hace dos cursos. Es “un proyecto de centro -aseguran las profesoras-, una forma de entender la enseñanza”. El detonante fue el confinamiento y la constatación de las desigualdades, entre otras cosas, por la “brecha digital”. Había alumnos y alumnas que se quedaban descolgados porque no tenían tablet, no tenían Internet o no tenían apoyo en casa. “Se vio lo que estaba pasando en esta sociedad, que esa una cadena de consumo”.
Pero el parón fue una oportunidad para el reencuentro. En el primer curso tras la pandemia, en septiembre de 2020, comenzó el cambio. El proyecto es transversal. Afecta a todas las asignaturas, aunque es voluntario para el profesorado y cuenta con el apoyo del equipo directivo. Así lo explican algunas de las profesoras implicadas: Elena Ruiz, profesora de tecnología, Mari Medina, de Inglés; Ainhoa Pérez, vicedirectora y María Emilia Morales, de Biología. Empezaron por el alumnado de 1º de la ESO, (que ya están en 3º), y se han ido incorporando los nuevos alumnos que llegan al instituto.
El IES en Altavista recibió este año el Premio Nacional Vicente Ferrer 2022 que otorga la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y que reconoce a quince centros de toda España que hayan llevado a cabo “acciones, experiencias educativas o propuestas pedagógicas destinadas a sensibilizar, concienciar, desarrollar el espíritu crítico y fomentar la participación activa del alumnado para lograr una ciudadanía global, solidaria, y comprometida con la Agenda 2030, la erradicación de la pobreza y sus causas y el desarrollo humano y sostenible”.
El proyecto se llama Programación de nivel para la mejora del éxito educativo pero es más una estrategia que un proyecto. El premio, en el fondo, es más formación, la que han recibido durante una semana en Segovia junto al resto de premiados, conociendo sus iniciativas. El conocimiento, o la comunicación, entre los profesores de las distintas materias, y la colaboración, es uno de los puntos fuertes en que se basa esta iniciativa.
La nueva ley educativa, la LOMLOE, acoge bien proyectos de este tipo, que a su vez cumplen con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El profesorado pretende que el curriculum esté íntimamente relacionado con estos objetivos. Las profesoras destacan las circunstancias de las que parten. Un centro educativo de un barrio periférico de la capital, de renta media-baja, con muchos alumnos descolgados de la tecnología, con algunas familias con escasa presencia de los adultos en casa... Nada muy distinto a otras ciudades, a otros barrios, a otros institutos. Es un colegio reconvertido en instituto. El único instituto de la Isla que tiene comedor escolar.
Cada trimestre se aborda un proyecto nuevo que afecta a varias asignaturas. Los proyectos se hacen, se empiezan y se terminan en el aula. No influyen las diferencias de cada casa. “Desarrollan habilidades socioemocionales y el profe está a su lado, no enfrente”. “Es una gozada trabajar así, aprenden más”, señalan las profesoras, que aseguran que los alumnos también se agobiaban con los plazos de entrega, pero que han sido flexibles. Esta forma de trabajar les permite conocer mejor a los alumnos y sus necesidades, detectar más fácilmente casos de vulnerabilidad.
El primer proyecto consistió en elaborar un audio, una especie de noticiero para tomar conciencia de todas las normas que había en el primer curso de la pandemia. “Ese año el trabajo en equipo fue difícil, pero lo hicimos”. De forma paralela, construyeron unas palas “porque no se podían tocar las cosas”, analizaron la incidencia del Covid en Arrecife y en otras ciudades similares. Después hicieron un tríptico sobre la situación de algunas zonas del barrio, con propuestas de futuro, el análisis del arbolado, las consecuencias de la extracción de áridos, el coste del kilómetro cero, etc. También hicieron un teatro de las mujeres científicas o un portabocadillos.
Portabocadillos hechos por el alumnado.
“Los alumnos desarrollan habilidades y el ‘profe’ está a su lado, no enfrente”
Cada asignatura busca la manera de participar en cada proyecto, de aportar algo. Si Tecnología se encarga de diseñar o de coser e Inglés de traducir, Matemáticas calcula y Geografía participa en la gestión del entorno. Hay tres líneas claras para los proyectos: sostenibilidad, salud y convivencia: “Siempre en el contexto del barrio porque formar ciudadanos críticos también es esencial”. “La clave –destacan- es que el equipo esté comunicado y cohesionado”. Los resultados, hasta ahora, son muy positivos. “Los alumnos vienen con más ganas, el entorno es más feliz”. “Si se mira con otros ojos se conoce otra realidad”. Todos participan y todos, sin excepción, tienen su producto finalizado, con el trabajo culminado en el centro educativo, no en casa. Sin diferencias.
“Los alumnos son conscientes de que el profesorado hace esto ayudándose unos a otros”, explican. “Nos coordinamos, hacemos trabajo cooperativo, ellos lo saben y aprenden por imitación de los adultos”. Para lograr la integración de todos, los grupos los forman los profesores. La convivencia también ha mejorado. “De los que están ahora en tercero, que empezaron ya este proyecto, ninguno de ellos ha dado problemas de convivencia, y antes sí los había”, señalan. Por otro lado, el porcentaje de alumnado que podía promocionar de curso antes de este proyecto era del 68 por ciento y ahora está entre el 73 y el 74 por ciento.
Para sacar adelante el proyecto también ayuda que la plantilla es estable. La mayoría del profesorado que no tenía plaza y la ha obtenido se ha quedado en el centro. Pero los profesores nuevos también se implican. Es el caso de Antonio Díaz, profesor de Educación Física, que ha pasado ya por otros diez institutos. Dice que está “encantado” con esta forma de trabajar porque supone un paso adelante. Lo que más le llama la atención es la coordinación. Asegura que así se pueden tratar en su clase asuntos como la salud, la igualad, el medio ambiente, los residuos o la participación. “Todo está relacionado y como soy opositor y esto es lo que pide la nueva ley, la innovación educativa, me viene bien”, destaca.
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