Andrés Rubio, autor de ‘España Fea’
“Todo está perdido si no entienden que el decrecimiento es mejor para Canarias”
Andrés Rubio, autor de ‘España Fea’
El subtítulo del libro España Fea, del periodista Andrés Rubio, es El caos urbano, el mayor fracaso de la democracia, y analiza “una catástrofe cultural sin precedentes” de la que se exponen sus causas y sus posibles soluciones. Rubio estuvo en Lanzarote, a la que se refiere en su obra, para presentar el libro, invitado por el Colegio de Arquitectos.
-¿Por qué este libro? ¿Cuál es su objetivo?
-El objetivo es denunciar la conspiración contra el paisaje que hay en toda España. En el caso de Canarias es evidente. Los colores políticos se diluyen y hay prácticas de todos los partidos, desde Andalucía, donde un plan para proteger el corredor costero que pusieron en marcha PSOE e IU se quedó en el cajón, hasta el PP, en las comunidades donde ha gobernado, como el caso del feísmo gallego, o los nacionalistas vascos y catalanes. El bloque inmobiliario mueve fuerzas muy poderosas y la incultura es demasiado profunda.
-¿Quiénes son los principales responsables de esta situación?
-Siempre he pensado que es un tema político. En Francia han logrado tener algo parecido a una estrategia del Estado. Hay un cuerpo de arquitectos y urbanistas del Estado, muy poderoso, y un Conservatorio del litoral desde 1975. La Ley de patrimonio es uno de los pilares legislativos del Estado, hay una asociación de su identidad con su paisaje y la ansiedad de vivir el fin de los paisajes. Richard Forman cuenta cómo, por primera vez, todos nosotros hemos vivido esa sensación, la de llegar a un sitio que forma parte de nuestra memoria y ver que se ha deteriorado o ha desaparecido.
-¿Y hasta dónde hay que retroceder para detectar el inicio?
-Cuando el franquismo empieza a tener dinero para poner en marcha la industria del turismo empieza la debacle, porque es un régimen absolutamente retrógrado, inculto, que mandó al exilio a los mejores arquitectos que había, y es imposible gobernar ese fenómeno. España vuelve la mirada hacia Estados Unidos y no mira a Francia y se implanta un modelo desregulado favorecedor de la corrupción.
-También adoptamos el modelo del sueño americano, esos adosados interminables…
-Ese modelo es el de la fealdad. Si el Estado pierde su motivación de tutela del territorio, vale todo.
“La Isla fue buen ejemplo en el pasado. Dejó de serlo. Solo hay que ver Arrecife”
-El geógrafo Joan Nogué señala que el paisaje es un bien común y el mercado no lo asimila ni como propiedad pública ni como propiedad privada.
-Por eso insisto tanto en el conservatorio del litoral. Lo crea en Francia Giscard d’Estaing en 1975. Los funcionarios del Estado van comprando los terrenos colindantes al dominio marítimo terrestre y ya han comprado un 15 por ciento de la costa para recuperarla ecológicamente. Cuando le preguntaron a Giscard qué iba a hacer el Estado con ellos, dijo: “naturalmente, nada”. ¿Por qué no se ha aplicado en España este modelo de éxito? Cataluña lo va a poner en marcha a imitación del francés. Sería maravilloso que el Estado articulara uno estatal y que el Gobierno de Canarias también lo hiciera.
-No hay nada que indique que vaya a ser así. De hecho, ahora asume las competencias en Costas y el sector empresarial tiene la esperanza de que sea más flexible que el Gobierno central.
-Sería maravilloso que un gobierno responsable, con un gran acuerdo entre los partidos, creara un conservatorio del litoral canario y entráramos en fase de deconstrucción, sería el modelo de futuro para Canarias. Las islas están tan colmatadas que pierden interés turístico. Si se comienza a decrecer, se embellece lo que queda. Y ese decrecimiento incluye el desmantelamiento de esos puntos conflictivos, que en Canarias se cuentan por miles. Los constructores pueden cambiar su foco de negocio y dedicarse a la deconstrucción y el reciclaje y seguir ganando dinero, funcionando de acuerdo a los intereses del bien común, no de unos pocos.
-De momento el decrecimiento no parece que esté en la agenda política. Solo los ecologistas, los activistas, apuestan por esa opción.
-El problema es que los activistas, solos, no pueden contra el bloque inmobiliario, tiene que surgir desde la inteligencia de políticos sensibles y cultos. Si no entienden que el decrecimiento es más favorecedor para Canarias que el crecimiento, todo está perdido. Hasta los fondos de inversión alertan de que cuando colmatas un destino turístico, deja de ser tan rentable como se esperaban. El mantra contemporáneo es consumo cero de suelo. Si no lo entienden es que son muy cerriles. Cataluña es la más avanzada en esto y está hablando de este concepto, de consumo cero, y cualquiera que venga a Lanzarote se da cuenta de que hay momentos que está colapsada, no cabe más gente.
-Nombra en el libro el caso de Lanzarote como un buen ejemplo.
-En el pasado. Dejó de serlo. Solo hay que ver el área de Arrecife. Me cuentan que hay muy pocos edificios catalogados con valor, cuando el Colegio de Arquitectos ha propuesto varias decenas de ellos. ¿Cómo se puede ir contra la tradición o la memoria de un lugar? Los expertos del espacio público han sido expulsados del debate. No cuentan y a veces son cómplices. Giscard en 1976, con Chirac de primer ministro, le escribe instándole a detener el afeamiento de Francia. Dice que no hace falta reglamentación, sino poner en valor la labor de los artistas del espacio público: arquitectos, urbanistas y paisajistas. Ni en España ni en Canarias ha sucedido. Ambos eran dos conservadores puros, no ecologistas radicales.
“La mayor parte de los casos de buenas prácticas son de la socialdemocracia”
-¿Por qué tenemos esa fascinación por lo nuevo o por lo grande?
-Es la triada letal: la especulación caótica, como denunciaba César Manrique, la corrupción política y la incultura. Las tres principales causas del desastre.
-Y a pesar de que después se ve que los efectos no son los deseados, siempre vuelve un ciclo de auge en la construcción, hablando de la creación de empleo…
-Ahora en Cantabria se puede seguir construyendo dos años en suelo rústico. Siempre es el mismo mantra: es el progreso, se crea empleo... El arquitecto Luis Martínez Feduchi ya lo definió en los años setenta: especulación disfrazada de un hipócrita avance. Es mentira. Es el avance para llenar los bolsillos de unos pocos con el patrimonio que es de todos.
-La Ley del Suelo de 1998 supuso prácticamente legalizar la especulación.
-Es ver el territorio como un casino, con ese mantra del progreso, que es una excusa para especular. Hay un tema delicado, cuando la Constitución de 1978 pasa las competencias en planeamiento a las comunidades autónomas, eso fue, vistos los resultados, un error colosal. Ha sido el campo abierto para que las 17 comunidades autónomas, en connivencia con ayuntamientos, fueran campo abierto para la corrupción.
-Es curioso que, en muchas ocasiones lo impulsan partidos conservadores o nacionalistas, que abogan después por mantener la identidad y las tradiciones del país.
-Los conservadores son los principales responsables. Es una paradoja siniestra. ¿Cómo pueden decir que aman a su país cuando lo han destruido de esta manera? El patriotismo bien entendido pasa por el paisaje. También ha habido complicidades desde la izquierda, pero la mayor parte de los casos de buenas prácticas son de la socialdemocracia: Oriol Bohigas, en Barcelona, con Narcís Serra y Maragall, el caso de Joaquim Nadal en Girona con Birulés de arquitecto de cabecera y el alcalde arquitecto Xerardo Estévez en Santiago de Compostela. También hay individualidades de partidos nacionalistas y alguno del PP. Lo trágico es que sean individualidades, que nunca haya habido un plan estratégico del Estado para el territorio. En España, ningún presidente ha sido sensible a este tema.
-¿Cómo podemos darle la vuelta a esta situación, salir de esto?
-Con legislación no. Hay 100.000 normas de este tipo. En Alemania, solo son 10.000. España está sobreexplotada y sobrerregulada. Son leyes concebidas para ser infringidas, hay tal cantidad de leyes que es imposible cumplirlas. Salimos de ahí poniendo en primera línea del poder a arquitectos, urbanistas, paisajistas y sus equipos multidisciplinares, liderados por los arquitectos, con el apoyo de los movimientos ciudadanos. En Valencia se iba a hacer una autovía en el Turia y gracias a los movimientos ciudadanos se hizo un bosque urbano. Es un gran éxito. SOS Costa Brava son activistas que defienden su costa, han conseguido ese conservatorio del litoral catalán por su presión.
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