El reportero gráfico lanzaroteño, que ha estado en el conflicto de Ucrania, promueve los derechos humanos con un proyecto en centros educativos de las Islas
Historias de la guerra a través del objetivo de Alberto Hugo Rojas
El reportero gráfico lanzaroteño, que ha estado en el conflicto de Ucrania, promueve los derechos humanos con un proyecto en centros educativos de las Islas
“La guerra es la decisión más cobarde que pueden tomar inútiles gobernantes”. Estas son las palabras de Alberto Hugo Rojas, un reportero gráfico lanzaroteño que lleva 20 años viajando por el mundo para, a través del objetivo de su cámara, reflejar la realidad de las personas que sufren en los conflictos armados. El Cabildo de Lanzarote acaba de acordar la concesión a Rojas del Jameo de Oro a la Solidaridad Internacional
Este pasado verano, el fotógrafo se desplazó a Ucrania donde ayudó y vivió en primera persona unas hostilidades que comenzaron hace ya más de 300 días. El pasado 24 de febrero arrancó la invasión con un ataque “relámpago” por parte de Rusia. En ese mismo momento la actividad rutinaria del país se paralizó por completo.
“Fue curioso, porque entré en un colegio que una ONG estaba utilizando y cuando fui al baño pude leer una tablilla de quién lo limpiaba”, recuerda Rojas. En efecto, el último día marcado era el mismo que se inició una invasión que no solo ha dejado las aulas de esa escuela con las mochilas, chaquetas y demás materiales de los niños intactas, sino que, según la ONU, supera “notablemente” los 6.900 civiles fallecidos.
Alberto no fue a Ucrania al comienzo de la invasión. El reportero gráfico lanzaroteño entró en verano a Ucrania por Odesa, al sur del país, previo paso por Moldavia, pero para hacer su labor primero estuvo en Francia preparando el viaje: “No había chalecos antibalas y tenía que comprarme uno porque si no, no podía entrar”.
Rojas recuerda que lo primero que hizo fue gestionar el permiso de prensa con el ejército ucraniano, algo que fue “relativamente rápido”, señala. “Sin eso, no puedes cubrir nada, y hay unas normas que has de respetar, no puedes sacar fotos de ciertas cosas porque todo el mundo puede ser considerado un espía”, explica el fotógrafo.
Entre las normas para cubrir el conflicto bélico están las de ir equipado para poder acompañar al ejército, algo que no fue fácil ni tampoco barato. Alberto lo logró gracias a la empresa EnGarde, con sede en Ámsterdam, que tenía una funda de su tamaño, placas, el chaleco blando y un casco. Pidió que se lo mandaran a Francia tres días antes de viajar.
Precisamente por donde entró el lanzaroteño fue uno de los puntos de huida de los ucranianos que buscaban refugio. “Por Moldavia huía la gente del sur porque pensaba que iba a caer toda esa zona, pues hay una parte prorrusa en Moldavia. La idea de los rusos era conectar todo: Crimea, Odesa y Transnitria”, explica Rojas, quien añade que la guerra iba a “saltar” a ese país vecino también. “Ese es el plan de Putin”, sostiene.
“La guerra es la decisión más cobarde que pueden tomar los gobernantes”
Rojas entró en Ucrania los primeros días de julio. Cuenta que estuvo, especialmente, en Mykolaiv, una ciudad muy próxima a Jersón, en el sur del país y que había sido tomada por el ejército ruso. “Se suponía que también iba a caer e intenté mantenerme lo máximo ahí ante las dos posibilidades”, si también caía o si la cercana Jersón era liberada, explica el fotógrafo.
El principio de la ofensiva de las tropas dirigidas por Putin fue muy duro en la ciudad en la que se encontraba el lanzaroteño: cuanto mayor era el avance ucraniano, “más violenta era la reacción”, destaca. También se movió por otras áreas del sur, como el Dombás, Zaporizya o Sloviansk, y llegó hasta Kiev. Horas y horas en carretera, en una Ucrania que “es un país muy grande”, comenta Rojas. “Allí te movías cada día, teniendo siempre una cobertura”, un poco “lejos” de la “primera línea” de combate, aunque “todos son objetivos” militares, incluidos los hoteles. El lanzaroteño reconoce la fortuna que ha tenido: “Tuve una potra bestial, tengo suerte de estar aquí”.
Pero, ¿cuáles son los objetivos de los ataques? Alberto Hugo Rojas tiene la respuesta: “Civiles, centros de salud, teatros, centros educativos… La universidad de Mykolaiv fue bombardeada varias veces”. Pese a que este reportero gráfico se encontraba en ciudades a unos kilómetros de la primera línea de combate, veía que “los objetivos no eran militares, no eran ciudades puramente del frente, no tenía ningún sentido”, y sentencia que era “surrealista”.
“Contar historias”
Tres meses estuvo Rojas en Ucrania. Un periodo que define como “un verdadero infierno” en el que no solo realizó fotografías, sino donde también ayudó. Durante la ofensiva rusa colaboró con la ONG de un español, Vicente Carro, que salía desde Moldavia e iba al Dombás a rescatar a gente para luego reubicarla en Alemania u otros países del viejo continente.
El trabajo de Alberto durante esos meses se redujo a mostrar “otra visión” del conflicto más allá de la primera línea pues, bajo su criterio, “es lo que más vemos”. Por eso, el lanzaroteño quiso “contar historias” y para ello permanecía “mucho tiempo en lugares, compartía el día a día y convivía”.
“Los objetivos no eran militares, no eran ciudades puramente del frente”
Por ejemplo, Rojas cuenta que las grandes redes de camuflaje las realizan las personas jubiladas, y que abuelas y madres son las que cosen y “las mandan al frente con muñequitos para los soldados”.
Cuando ya se superan los 300 días de guerra comienzan los vaticinios sobre el posible fin del conflicto armado y una mesa de negociación. El reportero gráfico ve posible un cese de las hostilidades, un armisticio, pero la paz “es otra cosa”. “Tenemos muchos ejemplos como Corea del Norte y Corea del Sur”, dos países que no han firmado la paz y “siguen estando en guerra”, apunta. Para Alberto Hugo Rojas, la resistencia de Ucrania en la invasión está siendo “determinante”, más incluso que el “poder armamentístico” ruso.
Alberto Hugo Rojas en Lanzarote. Foto: Adriel Perdomo.
Alberto y la guerra
Los orígenes de este reportero gráfico y su pasión por la fotografía se remontan a su niñez. Su padre, José Luis Rojas, es uno de los nombres fundamentales de la fotografía en la prensa de Lanzarote del siglo XX, y de él aprendió el oficio. Con apenas tres años, Alberto Hugo ya tenía una cámara colgada al cuello. Sin embargo, cubrir conflictos también se convirtió en “una obsesión desde niño”, alimentada por programas como Informe Semanal, “que hacía coberturas sobre cómo trabajaba la prensa en lugares en Centroamérica, América del Sur o los Balcanes”.
Y así fue. Hace más de veinte años, en 2002, consiguió ahorrar dinero y se marchó a Israel y Palestina por su cuenta. “Considero que el protagonismo es de las fotografías, no mío”, comenta Alberto Hugo y, al mismo tiempo, aclara que no solo se trata “de llegar a cumplir tu sueño al trabajar” en ese tipo de coberturas, “sino cómo puede cambiar algo con lo que tú haces”.
En aquel primer viaje aún se trabajaba con tecnología analógica. “Que una gran agencia te mandara a algún conflicto era casi imposible”, señala. Rojas fue como freelance, considerados unos “locos”. El fotógrafo califica de “sobrecogedora” su experiencia en ese primer conflicto. “Tengo mucha suerte para librarme de situaciones comprometidas o de encontrar conexión con gente que te ayuda a moverte”.
También ha podido ser testigo de momentos relevantes de la historia. “La primera vez que estuve pude conocer a Arafat -expresidente palestino y premio Nobel de la Paz en 1994- y hacerle fotos en una de sus últimas salidas de toda su vida, pues existía la orden de asesinarlo si salía de la Al Muqata”.
El proyecto de Rojas, Paz en Construcción, cumple este curso su séptima edición
Al año siguiente, en 2003, repitió el destino. “La segunda vez fui para hacer un vídeo, una especie de documental, como un diario de viaje”, explica. Mientras tanto, el material de su primea expedición se convirtió en una exposición fotográfica que empezó en las Islas y acabó en Madrid.
Esta fue la génesis de Paz en Construcción, un proyecto educativo con charlas en diferentes centros del archipiélago y que es, desde hace dos años, una ONG. Esta propuesta cumple este curso su séptima edición. Empezaron en 2014 con el apoyo de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias y en los dos últimos cursos, con el apoyo de la Dirección General de Juventud del Gobierno de Canarias y con la colaboración del Orfeón La Paz, ha participado en la convocatoria de Enredados con los derechos humanos. El objetivo es claro: identificar dónde está el ser humano y cuál es el papel de los derechos humanos.
El reportero gráfico explica que no se trata de una simple charla. Existe una labor previa con las fotografías. “Muchos alumnos trabajan con ellas y hacen trabajos que después presentan”. La convocatoria inicial para este curso se hizo para unos 60 centros de Canarias. Finalmente serán casi 80: 10 en Lanzarote, seis en Fuerteventura, 31 en Tenerife, seisen La Palma, dos en El Hierro, uno en La Gomera y 23 en Gran Canaria.
La ruta comenzó en la isla de los volcanes este mes de enero y proseguirá en el resto del Archipiélago a partir de marzo y hasta el mes de junio. La ONG Paz en Construcción nació con el fin de difundir el conocimiento y la defensa de los derechos humanos, además de trabajar sobre los lugares en conflicto, las crisis humanitarias y la migración, “para comprender que el estado de bienestar hay que protegerlo”.
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